En la sede matris, concatedral de Santa María, reinó la paz. Por segundo año consecutivo, la representación civil de Castelló, con la alcaldesa, Amparo Marco Gual, al frente, junto al ministro José Luis Ábalos; y el presidente de la Generalitat, Ximo Puig i Ferrer, entró en la iglesia mayor cuando estaba finalizando la misa de romeros y en el momento de que los fieles entonaban las letanías del canto O vere Deus.

Normalidad absoluta entre el poder político y el eclesiástico en aras al cumplimiento a rajatabla de la consueta o reglamento del peregrinaje a la Magdalena -recuperada en 1989 por el alcalde Daniel Gozalbo-, y que evitó incómodas situaciones del pasado.

Un documento que habla a las claras de que «el ayuntamiento sale del consistorio para dirigirse a la arciprestal (hoy venturosa concatedral), donde esperará la salida del preste de la Romeria con la reliquia de la santa de Magdala», y que se conserva en dicho templo asuncionista.

Atávico conflicto

Y, si bien, en ningún momento se afirma que la delegación consistorial ha de entrar en el templo, el buen hacer de los servicios de protocolo del Ayuntamiento y Junta de Festes, hizo posible de nuevo que se superara un conflicto atávico en las relaciones Ayuntamiento de Castellón-iglesia mayor cuando llega la jornada del tercer domingo de Cuaresma. Una tregua permanente que se recoge en las conclusiones del Congres magdalener.