Angoso Clavijo pone en valor la bravura del Campo Charro en la Feria de Castellón

Seria, cuajada y lustrosa novillada, que además dio un juego encastado y con transmisión

Arturo Cartagena fue el triunfador de la tarde.

Arturo Cartagena fue el triunfador de la tarde. / Jordi Juárez

Jorge Casals

Se quitó la espinita del año pasado la ganadería de Hnas. Angoso Clavijo. Mejoró notablemente la presentación y sobre todo, el juego. La divisa salmantina envió seis novillos lustrosos, con cuajo y algunos con hechuras de utreros. Pero lo importante es que la novillada embistió y de qué manera, con ese punto de raza y transmisión que exigía algo más que voluntad a los jóvenes aspirantes. Tuvo fondo bravo y cualidades para hacer el toreo bueno. Que se pongan nota sus criadores, que bien merecido lo tienen.

Los Angoso son ganaderos charros de solera y abolengo. Vecinos en Matilla de los Caños de los Hnos. García Jiménez y por tanto, en quienes han confiado para levantar esta nueva divisa que apuesta por la sangre Domecq, vía Jandilla. La de los hermanos Matilla es una ganadería que está en un excelente momento -¿se acuerdan del toro al que Morante casi le corta el rabo en Sevilla?-, llevándola a un punto más de raza que antaño para conseguir eso que tanto hace falta: la transmisión al tendido. Y ese matiz es el que sobresalió en la novillada de ayer, algo nada fácil de conseguir en erales. 

Quienes no sacaron tan buena nota fueron los novilleros, que no acabaron de aprovechar tan buen material. El único que abrió la puerta grande fue el colombiano Arturo Cartagena, como premio a una gran estocada porque lo suyo, fue más espectáculo que toreo. 

Aunque inscrito en la Escuela del CITAR, de Guadalajara, este colombiano con nombre de su lugar de origen, Cartagena de Indias, tiene su cuartel general en Matilla de los Caños, así que esta pequeña localidad del corazón charro, tan ganadera y torera, ha dejado huella a orillas del Mediterráneo. Curiosa coincidencia. 

Es este Arturo Cartagena un joven que goza de popularidad mediática en su Colombia natal, tierra que ha dejado para cumplir en España su gran sueño de ser torero. Tipo particular, de los que llegan al corazón del público por esas cosas que tanto se alejan de la ortodoxia pero que tan bien se acoge por este público amable del Mediterráneo. 

No comenzó bien porque su primer novillo quedó inutilizado tras un derrote contra un burladero. Cuajo y cara tuvo el sobrero, que por eso lo dejaron como tal. Fue un eral encastado y bravo, que repitió con codicia, y se vio que Arturo pasó alguna fatiguilla. Pese a la pésima lidia de las cuadrillas y la bisoñez del novillero, el de Hnas. Angoso Clavijo fue de sobresaliente juego. Eso sí, recetó una estocada fulminante y le dieron las dos orejas. Abrazó al alguacilillo, besó al toro, se bebió media bota de vino… cosas muy singulares las de este Cartagena. 

El Mene, oreja

El Mene, que llegaba con el crédito ganado en Ciudad Rodrigo, dejó ver sus buenas maneras y fino estilo. También su valor sereno, de planta asentada ante las embestidas sin ritmo y descompuestas del novillo, que soltaba la cara al final del muletazo y tenia tendencia a meterse por los adentros. El peor de los seis. No le tembló el pulso al salmantino, que lo toreó con solvencia, aunque se pasó de faena. La estocada fue buena y paseó la oreja. 

Tuvo cuajo el segundo, que fue un novillo de nota. Embistió con el temple de un utrero, humillando, con clase. Permitió estar a gusto a Javier Aparicio, torero de la tierra. Aunque está poco hecho, su toreo tiene personalidad y cierta naturalidad. Tiene en su cabeza un buen concepto que debe macerar. Hay fondo de dónde sacar en este torero. La espada no la manejó tan bien como su muleta y por eso perdió el premio. Tanto Aparicio como El Mene fueron los que dejaron los momentos más puros y clásicos de la tarde. 

El cuarto también tuvo buena condición, fue noble y dejó estar al manchego Cristian González, recio torero que realizó una faena tan abundante como carente de eco. 

El valenciano Juan Alberto Torrijos toreó a la verónica con elegancia al quinto, otro buen novillo aunque más parado que el resto, lo que provocó que se defendiera a veces. Aunque todavía está muy nuevo, atesora buen concepto ese hijo del cuerpo. Los aceros no los manejó con acierto. 

El que cerró plaza, lustroso también, tuvo celo y codicia en la muleta. Fue pronto, exigió mando y una firmeza de planta que no siempre la tuvo el castellonense Pablo Vedrí. Estuvo muy arropado por sus paisanos. Los tendidos estaban abarrotados de vecinos de La Vilavella, que dieron calor y aliento a su torero. 

Cuando arrastraban al sexto, quedaba en el ambiente la sensación de haber vivido el espectáculo de la bravura. Habrá que seguirle la pista a esta divisa. Chapeau. 

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