La devoción de Arturo España por la Mare de Déu del Lledó le hace vivir con doble emotividad asumir una vez más la responsabilidad histórica de la Gaiata 1, de la cual es presidente desde hace seis ejercicios, de organizar la tradicional ofrenda otra Magdalena.
Asume los preparativos de un día como hoy, de coordinar al equipo de vestidores del tapiz --entre 20 y 26 personas-- , que se turna para clasificar y colocar las flores. Tal es su implicación que desde hace un tiempo diseña el boceto --sorpresa--; y ha escrito una Salve especial para los vestidores, y que empieza así: «Salve... Verge Lledonera / llum Magdalenera,/ Patrona i passió».
Encabezan el desfile
«Los vestidores encabezamos el desfile hacia Lledó. Vamos formados y llevamos una rosa roja cada uno como ofrenda; y como única insignia, la que nos diseñó Lorenzo Ramírez a partir de un boceto espectacular, con la Virgen en oración y unos símbolos de flores», cuenta Arturo.

«Ya en la explanada, la gente que viene detrás, se espera antes de bajar las escaleras. Nos avanzamos y nos situamos en línea delante del panel de la Virgen y, si algún vestidor tiene alguna ofrenda personal especial por salud, etc., se adelanta, coloca la rosa a los pies y vuelve atrás. Luego vamos a la entrada de la basílica, nos abren las puertas y desde fuera cantamos la salve», reseña.
Evolución de la ofrenda
Conocer el origen de todo es clave. «Cuando se empieza a hacer la ofrenda primero solo salían las gaiatas y el panel era pequeñito. La 1 era la primera y ofrendaba antes. Así que a la Junta de Fiestas de entonces se le ocurrió pedirles que se quedaran para colocar las flores de las gaiatas que llegaban después. Y se convirtió en una norma no escrita que se encargara la Gaiata 1», indica. Aunque antaño solo eran vestidores los varones de la 1, con los años se abrió a otros a los que «les hacía ilusión» de otras gaiatas, collas, gente de la calle. «Y en 2016, a las mujeres. Pasé la propuesta a las gaiatas y la primera que se ofreció fue Bárbara Martínez, dama de la ciudad del 2012, el año que mi hija, María, fue reina de las fiestas. Las vestidoras van vestidas de castelloneras», evoca.
Reinan cuatro colores
Tal y como relata España, «la estructura tiene tres metros y pico de alto y unos listones horizontales y verticales que dejan unos cuadros de unos 24 cm donde se alojan las flores. A través de la Junta, un mes antes, llamamos a los colectivos que saldrán (colegios, asociaciones,...) les pedimos flores de un color u otro, según las necesidades del diseño, y son: blanco, rosa, amarillo y rojo. La gente de la calle es una incógnita, pero trae más multicolor, silvestre,...y se coloca abajo o en los laterales».
Cada ramo que se entrega, en las mesas se descuaja y se separa el plástico y lo verde de las flores. El equipo las organiza por colores y las coloca. «La crisis se nota y si antes los ramos eran de docena y media y ahora igual son seis con verde. Sobre todo, se traen claveles, aunque nos dicen las floristerías que ciertos colores esta vez parece que no están disponibles. De todos modos, cada año sobre la marcha nos tenemos que convertir en diseñadores al minuto. Porque a lo mejor no te han traído la cantidad necesaria de un color y, si falta, pues lo cambias de aquí o de allá. Con la incógnita de la cantidad, este 2023 he optado por un boceto menos arriesgado», dice.