Es obvio que siempre ha habido listos y torpes, inteligentes y menos que han llenado las aulas o la sociedad. No hay nada nuevo bajo el sol. Pero, recientemente, entre leyes y discusiones, junto a estadísticas, nuestro país parece quedar a la zaga de las inteligencias europeas. ¿Somos menos inteligentes o estamos menos preparados que nuestros tocayos de esa Europa donde, según la etimología, “se pone el sol”?

Es muy socorrido, por otra parte, cargar las tintas sobre el sistema de educación, el profesorado, el alumnado, las leyes o la familia. Hay una multivariedad de causas, sin duda, que incide en los resultados menos positivos de nuestra enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, junto a aquella inteligencia general de la que se nos hablaba tradicionalmente, han surgido nuevos tipos -¿o siempre había sido así?- como la inteligencia lingüística, la musical, la lógico-matemática, la emocional, la espacial, la intrapersonal, la interpersonal, la naturalista o a la espiritual por no alargar la lista. ¿En qué destacamos o en qué fallamos más? Supongo que quienes se dedican a estos menesteres habrán pensado en ello. ¿Y han pensado también en la pedagogía del esfuerzo? Indudablemente, deben haberlo hecho. ¿Y en la motivación o curiosidad?

Tuve una experiencia en mi vida joven estudiantil. Acababa mis estudios oficiales (ciencias y letras) y necesitaba para mi futuro un mayor apoyo en una materia para proseguirlos, pues estaba simultaneando con el trabajo en la industria. Creo, si mal no recuerdo, que conté durante poco más de dos meses con esta ayuda de un antiguo profesor militar. En este tiempo pude aprender y practicar lo que no había hecho durante mis seis años reglados. ¿Milagro? Método y vocación. Yo era el mismo.

Unas veces, se dirá, será por el profesor y su formación, otras por la variedad del alumnado, algunas por las leyes o el sistema y, las más, vaya usted a saber. Repito: hay multitud de causas que, reunidas o dispersas, son suficientes para desembocar en el fracaso. Pero, doctores tiene la Iglesia. Una cuestión tan importante no puede dejarse al albur de los dimes y diretes de los medios. Es mucho más seria y exige un profundo estudio técnico y humanista, exento de ingredientes doctrinarios. H