Creo que fue Juan Ramón Jiménez quien dijo que la poesía es un intento de aproximación a lo absoluto por medio de los símbolos. La pregunta que podría formularme ahora, pregunta que imagino todos podrían formularse es, ¿qué es lo absoluto? A mi entender, lo absoluto vendría a ser ese estado en el cual sentimos que todo cobra sentido, que nuestra vida goza de un significado, que el periplo que realizamos en vida ha servido para algo más que simplemente deambular de acá para allá, obedeciendo a una serie de directrices y/o preceptos que poco tenían que ver con nosotros mismos. Y es que la realidad que nos circunda es un amasijo de incongruencias y paradojas, y fácil es perderse en ella, abandonarla sin pena ni gloria. Es por ello que solemos buscar consuelo en aquellos elementos que logran conmovernos, como la propia poesía.

Manuel Laespada, reciente ganador del Premi Tardor de Poesia, me confesaba que “la poesía es un modo de entender la vida, de encontrarte en ella, de esconderte de ella”. Razón no le falta. Es como un juego, un hermoso juego de equilibrios en el que la verdad y la persuasión tienen cabida, donde uno puede mirar, cantar incluso, gritar o llorar. Todo lo abarca, pues poesía es todo, la propia vida.

Premiar una obra nunca es fácil. Hay que fijarse en múltiples matices: estructura, contenido, técnica... Pero si este gesto ya resulta de lo más complicado, mantener un certamen durante casi 20 años es algo extraordinario, digno de alabanza, más en los tiempos que corren. Conversando con Laespada ambos coincidimos en lo maravilloso que es el hecho de contar en Castellón con un galardón de tanto prestigio y trayectoria. “Con la actual situación económica es muy difícil conservar muchos de los premios destinados a la poesía”, señala Laespada. Y así es, más teniendo en cuenta que hablamos de poesía, “la cenicienta en el ámbito de la literatura”. Ciertamente, si el mercado editorial español ya sufre bastantes varapalos económicos, si centramos la mirada en la producción poética resulta casi un milagro poder publicar un simple poemario por no ser “rentable”. Craso error, gravísimo diría yo.

“Se lee poca poesía y se enseña poca poesía en las escuelas. Normalmente, uno tarda en llegar a ella”, responde Laespada a la pregunta del porqué se vende poca poesía en España. Muchos son los que piensan que el arte poético es un arte complejo, de difícil acceso, y que por eso es mejor dejarlo a un lado. De nuevo, craso error. El único aspecto que puede resultar un tanto enrevesado es su carácter intimista, pues no todos pensamos igual, ni sentimos de igual modo. No obstante, si partimos de esta premisa, lo mismo ocurre con la música clásica o de autor, y no por ello debemos abandonar toda opción de escucharla, sentirla, entenderla (si es que realmente hay que entender algo tan sutil como una emoción sincera). La poesía es pura expresión, sin artificios, es un “símbolo de recogimiento”, que diría el propio Laespada.

Acercar la poesía, divulgarla, hacer de ella una herramienta básica de nuestro enriquecimiento intelectual y emocional, debería ser un objetivo a lograr. El Premi Tardor de Poesia es, en este aspecto, uno de los baluartes, por eso haber sido galardonado con tal presente es para el autor albaceteño --aunque residente en Manzanares, Ciudad Real-- “un subidón”.

EL PROPÓSITO

En 1995 la asociación Amics de la Natura creó el Premi Tardor de Poesia con el propósito de potenciar la actividad cultural de Castellón. Con el patrocinio del Ayuntamiento de Castellón, la Diputación Provincial y la Fundación Dávalos-Fletcher, este certamen ha sabido abrirse un importante hueco en el panorama nacional gracias a su carácter bilingüe. En otras palabras, no se limita, sino que va más allá en su busca por reconocer el mérito a aquellos autores que realmente lo merezcan, por su calidad y su mensaje, su habilidad y conocimiento.

Para atraer al mayor número de poetas posible, el certamen también apostó muy fuerte por su premio. Con una importante dotación económica y la publicación de la obra merecedora del galardón, resulta un atractivo imponente. Pero eso no es todo. “Siempre ha sido para mí uno de los premios de mayor prestigio por los nombres que suelen formar parte del jurado”, confiesa el flamante ganador de la 19ª edición. Lo cierto es que la lista de miembros es sinónimo de calidad y transparencia, elemento imprescindible que determina la importancia de este concurso. A lo largo de estos 19 años han formado parte del jurado: José María Arauzo, José Luís Aguirre, Lluis Alpera, María Beneito, Ricardo Bellveser, Luis Bonmatí, Francisco Brines, Juan María Calles, Antonio Cabrera, Guillermo Carnero, Antonio Colinas, Irene Costa Poveda, Luis Alberto de Cuenca, Francisco Díaz de Castro, Tomás Escuder, Santiago Fortuño, Manel Garcia Grau, Vicente Gallego, Luis García Montero, Clara Janés, Gemma Laliena, Joan Margarit, Miguel Ángel Mulet, Ángeles Muñoz, Carlos Marzal, Juan Carlos Mestre, Ana María Moix, Joan Oleza, Jose Luis Parra, Baltasar Porcel, Ángel Luis Prieto de Paula, Pilar Pedraza, Pedro Jesús de la Peña, Rufino Perez Miguel, Cristina Peri Rossi, Marta Pessarrodona, Josep Piera, Vicent Pitarch, Ana Rossetti, Pere Rovira, Adoración Sales, Jaime Siles, César Simón, Alex Susanna, Genaro Talens y Rosalía Torrent. Ruego perdonen la enumeración, pero bien merecía incluirse. A estos nombres, deben sumarse los que conformaron el comité de la presente edición: Rosario Gutiérrez, Joan Margarit, Mª Victoria Montoliu, Carme Riera y Fidel Tomás.

Como habrán podido observar, en este listado encontramos a auténticos “primeras espadas” de la literatura nacional, como Joan Margarit o Carme Riera, Luis Alberto de Cuenca, Ana María Moix, Baltasar Porcel --ya fallecido--, Josep Piera o Jaime Siles. Que el jurado del Premi Tardor esté conformado por tales personalidades no hace más que acrecentar su valía. “Sí, sin duda, el jurado prestigia al certamen”, reconocía un Manuel Laespada que ha visto cómo su poemario ha sido seleccionado entre los más de 250 trabajos que se han presentado este mismo año.

Y de tanto escribir, muchos me reclamarán ahora el título de la obra premiada, y hacen bien en reclamar. La sombra compartida es el poemario que, además de haber recibido 9.000 euros por ser el mejor, se publicará con todo detalle y cariño en la editorial Aguaclara para presentarlo posteriormente en la próxima Fira del Llibre de Castelló --según se prevé, la presentación será el 26 de abril--.

LA OBRA GANADORA

En palabras de su propio autor, La sombra compartida es “un libro extenso, dividido en tres partes, donde hablo de múltiples temáticas, propias de la poesía”. En la primera sección de la obra, Laespada se centra en la máxima del carpe diem, reflexiona sobre esta locución latina, sobre su sentido y significado, ese aprovechar el momento. No obstante, realiza también un análisis sobre la propia expresión, un análisis que roza la metapoesía --obras en las que el tema de la poesía es la propia poesía y la relación que tiene el autor con el texto--. Esta es, según Laespada, “la parte más técnica del libro”. En su sección central, los poemas que allí se incluyen abarcan el tema amoroso en su sentido más amplio. ¿Qué sería de la poesía sin amor? El tratamiento que le da su autor es un ejercicio de introspección, un “conocerse a sí mismo”. Finalmente, la tercera y última parte es la más “desenfadada y heterogénea”. En ella Laespada se centra en temáticas sociales y hace un uso de la ironía delicado, sutil. Digamos que el poesta se sirve del texto escrito para dibujar una especie de crítica social.

Con otros nueve poemarios, una obra en prosa y una novela a sus espaldas, Manuel Laespada ha logrado obtener diversos reconocimientos en otros certámenes literarios. Entre sus obras destacan Epitafios (Premio Guadalquivir, de Úbeda), El suspiro ahogado (Premio Ciudad Real), Plenilunio descalzo ( Premio Luis Feria, de La Laguna), Para decir si sube la marea (Premio Manuel Garrido Chamorro, de Martos, Jaén), Los dedos de la sombra (Premio Poeta Mario López de Bujalance, Córdoba), Búsqueda rota (Premio Ciudad de Puertollano), La piel indefensa (Premio Ciudad de Pamplona), El envés del espejo (Premio Vicente Martín, Torrejón de la Calzada), y Del amor caído (Premio Ciudad de Mérida). Ahora añade a su listado el que quizá le sitúe en un plano más elevado dentro de la geografía literaria española, pues el Premi Tardor es uno de los de mayor repercusión en España.

Aunque suene a reiteración constante, este certamen supone uno de los máximos exponentes en cuanto a convocatorias de premios culturales se realizan a nivel poético. Asimismo, como ya dijera en su día el alcalde de Castellón, Alfonso Bataller, “la gran calidad de este galardón sirve también para prestigiar la producción cultural en nuestra ciudad”. Y es que nadie debería dudar de un premio que reúne a lo mejor de la producción poética actual tanto en castellano como en valenciano.

Dar voz a nuestro interior, confesar pecados, ensalzar virtudes, reclamar un amor, despedir una pena. La poesía es medición, tacto, un “acontecimiento humano”, como decía Jaime Sabines o “una muchacha rodeada de espigas”, en palabras de Nicanor Parra. Manuel Laespada bien lo sabe, pues ejercita magistralmente un arte que requiere pasión, mucha pasión.