Le conocí a principios de 1970, en el Archivo Municipal de Castellón que entonces se encontraba ubicado en la que hoy es biblioteca municipal, de la calle Mayor. Yo iba muchas tardes desde 1971 en que concluí mi carrera, animado por el profesor Ubieto, al archivo municipal a adiestrarme en la lectura de documentos paleográficos bajo la experta y generosa dirección y asesoramiento del doctor Sánchez Adell, maestro y mentor generoso y afable que no sólo me enseñó historia y paleografía, sino, sobre todo, dignidad y humanidad. En fechas próximas, estas páginas se ocuparán de él y de su importante legado a la cultura y a la historia local.

Pues bien, una de esas tardes apareció en aquel primer piso del antiguo caserón de los Vilafañe, que otrora albergó las dependencias del gobierno civil en tiempos de Campoamor un personaje a quien Don José Sánchez saludó con afecto y amistad entrañable. Se trataba de Arcadi García Sanz. Fue el momento en que le conocí, y en el que se inició una amistad que si bien no tuvo la vinculación cotidiana que yo hubiera deseado, sí se mantuvo incólume y cordial hasta el día de su muerte en 1998.

Ya aquel primer día descubrí tres cosas en el ilustre jurista valldeuxense: la primera su amplio saber y su riguroso sentido de la investigación que exponía con una amable sencillez; la segunda su humanidad y su irónico e inteligente sentido del humor, que le otorgaba una personalidad singular de intelectual concienzudo y avispado y la tercera su impenitente devoción por el cigarrillo que él mismo se liaba con asombrosa facilidad envolviendo el tabaco en las livianas y sedosas hojas de papel de fumar ‘Bambú’.

Era miembro de la redacción del Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura en cuyas páginas había publicado numerosos estudios sobre fueros, derecho marítimo, crónicas, que eran una referencia para todos cuantos habíamos estudiado historia. Me acogió con la misma cordialidad y afecto con que lo hacía su buen amigo Sánchez Adell y desde ese momento, su generosidad para informarme sobre los aspectos jurídicos del medievo y otras muchas cuestiones de erudición histórica, fue proverbial. No digamos cuánto disfruté en los muchos momentos en que tuve ocasión de coincidir con él en las conversaciones convencionales que nunca eran tales, precisamente por su amplia formación, destacado talento y especulativa visión de los hechos, aderezadas siempre por algún recurso humorístico que aún daba más determinación a sus asertos y los hacía más concluyentes, por su familiaridad sincera exenta de cualquier tipo de pretensión.

relación con germà colón

En aquellos años mantenía una estrecha relación científica con su amigo Germà Colon, el castellonense catedrático de la Universidad de Basilea, con quien trabajaba en la edición crítica dels ‘Furs de València’ cuyo primer volumen salió en 1970 y el quinto y último, veinte años mas tarde. La participación de un jurista e historiador y el más grande filólogo de la romanística catalana dio unos frutos excepcionales, como la del ‘Llibre del Consolat de Mar’, del que Arcadi García llevó a cabo un depurado y minucioso estudio jurídico. Su labor en la historia medieval del derecho de los territorios de habla catalana de la corona de Aragón es una referencia científica que perdurará como un hito categórico.

Junto a su investigación hay que reseñar la contundencia con que defendió la unidad de la lengua catalana en todos los territorios en que esta se habla. A mi particularmente me lo dejó muy claro cuando me dijo: “Es pot pactar la llei de Newton? La llengua tampoc. Una altra cosa és que fem pactes polítics respecte a l’ús i la promoció de la llengua”.

En los años en que yo dejaba el colegio universitario de Castellón, ya en las nuevas instalaciones de la carretera de Borriol se implantó la carrera de Derecho, en cuyo claustro de profesores formó el doctor García Sanz. Esto hizo que nuestra relación fuera más frecuente y en particular cuando supo que su hijo Honorio (que llevaba el nombre de su abuelo) era alumno mío en las aulas del CUC, quien, digno hijo de su padre, fue un excelente alumno de recordada memoria.

La última década de su vida fue la de los reconocimientos y honores tan justos como merecidos. Entre ellos se pueden destacar la Creu de Sant Jordi que le otorgó la Generalitat de Catalunya y el Premi d’Honor de les Lletres Valencianes, la máxima distinción concedida por la Generalitat Valenciana. Recuerdo que cuando estaba ya seguro de que se la iban a conceder, me dijo confidencialmente en uno de sus muchos raptos de humor: “em marmole que me la van a concedir”. Asimismo fue miembro del Consell Valencia de Cultura de la Generalitat Valenciana y decano de la facultad de derecho de la Universitat Jaume I, en la que dejaría destacados alumnos, entre los que cabe destacar el que ha sido su continuador indiscutible por la calidad y relevante nivel de sus investigaciones: el ondense Vicent García Edo. H