Muchos desearían ver sobre un mismo escenario al que dicen sería el mejor quinteto de jazz de la historia: Miles Davis, a la trompeta; John Coltrane, en el saxofón; Thelonious Monk, al piano; Art Blakey, en la batería y Charles Mingus, dueño y señor del contrabajo. Particularmente, no puedo obviar otros genios como Lee Morgan, Bill Evans, Chet Baker, Art Pepper, Elvin Jones, Scott LaFaro, Cannonball Adderley, Dexter Gordon, Hank Mobley, Paul Chambers, Philly Joe Jones... La lista sería interminable pues me es imposible poder elegir entre papá y mamá. No obstante, he de reconocer que los mencionados en ese quinteto “estrella” cambiaron de un modo u otro el modo de entender el jazz a través de sus respectivos instrumentos.

Nadie duda de la maestría de Mingus, de cómo rompió moldes, bien desde la creación del sello discográfico Debut Records junto a Max Roach o bien desde la fundación de un grupo de corte interracial y cooperativo, el Jazz Workshop, cuya filosofía buscaba un compromiso creativo y original entre el bebop, el cool y la conocida como tercera corriente.

Además de ser un contrabajista extraordinario, Mingus puede presumir de haber sido uno de los grandes compositores del jazz, como lo demuestran los que, para mí, son sus mejores trabajos: Pithecanthropus Erectus, 1956; Blues and Roots, 1959, Migus Ah Um, 1959; Oh Yeah, 1961 y The Black Saint and the Sinner Lady, 1963. Tampoco puedo obviar su influencia en generaciones posteriores a la suya y en homenajes que siempre permanecerán en mi memoria como ese álbum titulado Mingus con el que Joni Mitchell elevara su figura en 1979 con la participación de otros grandes mitos como Jaco Pastorius, Herbie Hancock, Wayne Shorter, Peter Erskine, Don Alias o Emil Richard Lobos. En este disco, la versión que Mitchell hace del celebérrimo Goodbye Pork Pie Hat compuesto por Mingus 20 años antes es, simple y llanamente, sensacional.

Como habrán podido comprobar, mi amor por el jazz es superlativo. Es por ello que, a cada tanto, digo: Jazz, por favor. Digamos que es una necesidad. Por esa razón, cuando uno observa que el ciclo Avui Jazz de Vila-real celebra este año su mayoría de edad, no puede más que sonreír. Por esa razón, quisimos hablar con Antoni Porcar, quien ahora toma las riendas de este certamen que es una referencia.

--¿Qué balance haces de estos 18 años del Avui Jazz

-Como otras tantas iniciativas que comenzaron hace años, el ciclo disponía al principio de un mayor presupuesto. Empezó ofreciendo siete conciertos al año, cada primer viernes de mes, de octubre a mayo; exposiciones, charlas, edición de un libro anual en el que se recogía el material de la exposición y charla..., incluso hubo una primera entrega en forma de cedé, para lo que pretendía ser el inicio de un sello discográfico propio. Fue una grabación a cargo del excelente pianista Bill Charlap, en formación de trío, que hoy se ha convertido en objeto del deseo por parte de los coleccionistas.

De este modo el ciclo se convirtió en la principal referencia jazzística de la Comunitat Valenciana en lo que a formato de temporada se refiere. Sucesivas reducciones del presupuesto en estos últimos años han dejado en cuatro los conciertos que se ofrecen, disminuyendo la cantidad pero no la calidad artística de sus conciertos.

--¿Con qué se va a encontrar el espectador, el amante del jazz, en esta edición? ¿Qué destacarías del programa?

-Empezaremos con un plato fuerte como es la recreación de una grabación mítica del gran Charles Mingus. Se trata de una producción del emprendedor Chevi Martínez (Jimmy Glass) y dirigida por el músico más internacional de nuestra tierra: Perico Sambeat.

The Black Saint and the Sinner Lady es una obra de gran complejidad técnica, de la cual no existían partituras, que apenas se ha presentado en directo desde que Mingus la creó y que Sambeat ha tenido que transcribir con una dedicación memorable.

Un crisol de los mejores músicos valencianos del momento, dirigido por el propio Perico, aseguran un excelente resultado. Once músicos en el escenario ejecutando una obra que un buen aficionado no debe perderse.

El resto del ciclo presenta dos conciertos de carácter internacional a cargo del guitarrista francés Yves Brouqui y del cuarteto del gran pianista norteamericano Jeb Patton, que cuenta con la participación del saxofonista ruso afincado en Nueva York, Dmitry Baevsky. Y para los que no se hayan enterado todavía de que en Vila-real tenemos un excelente pianista de jazz, el ciclo ofrece un concierto de Vicent Colonques, que, junto con el también vila-realense y acreditado saxofonista Ernest Orts, cierra este cartel de contrastada calidad y ámbito marcadamente internacional, sin dejar por ello de apoyar a los músicos locales con gran proyección.

Dos de los conciertos serán en el Auditori Municipal de Vila-real, con una entrada de 5 euros; y los otros dos en el Pub Vil, con el más genuino ambiente de club y entrada gratuita.

--Desde tu perspectiva y trayectoria, ¿cómo ves la actual situación del jazz en la provincia en cuanto a músicos, dado que a nivel de festivales ya es batante conocida la oferta que existe?

-En estos últimos años han surgido en la provincia estupendos músicos que aseguran una continuidad en esta música creativa. Nombres como la guitarrista Xiomara Abello o los ya nombrados Vicent Colonques y Ernest Orts se han formado y proyectado más allá de nuestra provincia, consiguiendo un merecido reconocimiento. Sabido es que un músico de jazz aspira y trabaja para trascender más allá de los límites geográficos provinciales. Esta última hornada de músicos que comentamos lo están consiguiendo con todo merecimiento.

--Como co-responsable de buena parte de la programación jazzística en la provincia en las últimas décadas, piensas que la programación de festivales y ciclos han influido en el crecimiento de los músicos locales?

-No lo suficiente. En una provincia en la que la afición al jazz sigue creciendo, el número de escenarios es bastante reducido. Ello, sumado a que el público requiere variedad en la oferta, deviene en una clara carencia en lo que al apoyo a músicos locales se refiere.

--¿Continúa siendo el jazz una disciplina elitista, solo para gente “entendida”? Como programador, ¿qué piensas que se podría hacer para que llegara a más gente? ¿Qué tendrían que hacer las instituciones, las escuelas y/o los medios de comunicación?

-No estoy de acuerdo en que el jazz sea una disciplina elitista. Para terminar definitivamente con este tópico basta con acudir a cualquier buen concierto en un escenario adecuado. Lo que hace falta es perderle el miedo al jazz y dejar de lado este prejuicio. Cualquier aficionado a la música podrá disfrutar de un buen concierto, aunque no sea la música que más le interese. Del mismo modo, cabe decir que no se trata de una música de masas --lo cual no deja de ser una de sus ventajas--, como el rock o el pop, pero el jazz nació como una música totalmente popular y la complejidad que ha ido ganando desde mediados del siglo pasado no ha hecho más que enriquecerla.

--¿Cuáles son los artistas jóvenes actuales que te resultan más interesantes a nivel de la Comunitat Valenciana, estatal y también internacionalmente?

-Este tipo de preguntas siempre llevan trampa. ¿A partir de que edad ya no se pueden considerar jóvenes? El hecho de que continuamente surjan nuevas generaciones de músicos con grandes recursos técnicos y artísticos no me hace pensar en que los Perico Sambeat, Ramón Cardo, Albert Sanz, Paco Latino, Voro García, Javier Vercher, Joan Soler..., sean músicos viejos. Todo lo contrario, lo que ocurre es que han conseguido ya un merecido reconocimiento, pero conservan la gran energía inherente a los músicos de Jazz.

Así, nombres como los de Víctor Jimenez o Joan Saldaña inspiran una gran confianza en la continuidad del jazz valenciano, pero quedan muchos años por delante en los que deberán compartir escenario y conocimientos entre todos ellos: los jóvenes y los jóvenes de mayor edad.

--Como fotógrafo de jazz, ¿qué artista o artistas de los que has retratado te han impresionado más o piensas que desprenden mayor energía visual sobre el escenario?

-Ahí si que podemos hablar de edad. Fotografiar el jazz no es distinto que captar momentos de la sensibilidad humana en general, en cualquier otro contexto. En este sentido, el mensaje que se pueda capturar al fotografiar el rostro de un músico anciano, es muy distinto de lo que te encuentras ante el objetivo con la jovialidad y descaro de un músico veinteañero. En ambos casos el fotógrafo sabrá buscar los gestos y semblantes cuya fuerza quiera capturar. Rostros como el de Lou Donaldson o Benny Golson muestran, entre sus arrugas llenas de experiencia, toda la solvencia personal y artística que atesoran. El arrojo y frescura de la juventud ya sabes que los tienes que buscar en otras facciones.