Tropo Editores es una “aventura editorial” que desde el año 2006 ha ofrecido al lector gratas sorpresas. Tanto Óscar Sipán como Mario de los Santos, editores del sello, creen que “hay un libro escrito para cada persona” y ciertamente publican con arreglo a esa afirmación, como se podrá comprobar en el Encuentro Nacional de Editoriales Independientes que se celebrará en Castellón a finales de marzo.

--Aún hoy existe la tendencia a creer que un editor es un esnob o un bohemio, alguien que se dedica a la vida contemplativa, que cuenta con la seguridad de tener los bolsillos plenos y, por ello, “puede disfrutar de esa afición”. No obstante, soy de la opinión --más hoy-- de que un editor (independiente) se asemeja a ese boxeador que tiene todas las de perder, que recibe golpe tras golpe tras golpe pero que nunca se rinde. ¿Es una profesión de riesgo?

-Rechazamos más de 1.000 manuscritos al año. Un comité de lectura de varias personas selecciona los que encajan en nuestra línea editorial y, de allí, elegimos unos cuantos para publicar. La gente no está preparada para el rechazo, supongo que el ego nos les deja ver el bosque. Somos una empresa y, como tal, tenemos que cuadrar las cuentas, en libertad, publicando los libros por los que apostamos. El único dios de todo editor debe ser el catálogo. Y el tiempo es el ama de llaves de ese catálogo. Intentamos encontrar la semilla de los buenos libros. Igual que no tiene el mismo sabor un euro ganado con tu verdadero trabajo que con un trabajo alimenticio, se nota. Lo hueles. Te emociona. Te conmociona. Detectas la trufa en medio de un bosque podrido. Te puedes equivocar, pero tus intenciones son puras.

En España existen más de 3.000 editoriales, entre públicas y privadas. Cuando arrancamos, recuerdo comentar con una amiga la competencia que había en el sector editorial. Ella, peluquera de profesión, señaló muchas peluquerías en su misma calle. Allí nos dimos cuenta de las leyes del mercado.

El boxeo es un mundo más limpio que el de la literatura y sus afluentes.

--No sé si llamarlo incredulidad o reticencia, pero son muchas las personas que aún no confían en el poder de la palabra. Es entonces cuando les invitaría a investigar un poco sobre ‘Un paso al frente’, de Luis Gonzalo Segura. Novela de denuncia, que se sumerge en las corruptelas y miserias del ejército español que tan bien conoce su autor, que no olvidemos ostenta el rango de teniente. Gonzalo Segura ingresó en una prisión militar por haber escrito esta obra, un hecho que parece más bien de épocas pasadas…

-Dicen que el mundo está hecho para desembocar en un libro (Mallarmé). Por un lado, hemos recuperado la idea romántica de poder cambiar las cosas con un libro. El Ejército es un bunker sin luz, un reducto del pasado con ideas del pasado. Y en su interior hay personas sin voz, gente invisible y descontenta con muchos problemas. El libro les da voz, luz y esperanza. Por mucho que le corten cabezas a la hidra, están naciendo constantemente nuevos “tenientes Segura”.

A nivel editorial, ha sido un bombazo que nos ha permitido trabajar un best seller y llegar a mucha gente, a los grandes medios, permanecer durante meses en la opinión pública. Todo el mundo conoce la historia del teniente Segura. Hemos alcanzado la octava edición (más de 30.000 ejemplares editados) y medios como la CNN americana, el diario ruso Pravda (el de mayor tirada en el mundo) o la BBC inglesa se han ocupado de la historia.

Al principio, pensábamos que habíamos publicado un libro; en realidad, teníamos una revolución. El poder subestima a las personas, a los individuos.

--Si algo caracteriza a Tropo Editores, ¿sería su diversidad? ¿Y su compromiso?

-La línea editorial es importante. Creemos en la literatura como bien universal que conjuga ocio y entretenimiento con una vía de encuentro entre la personas y con uno mismo. Por eso, nuestro objetivo es poner a disposición de los lectores obras de gran calidad literaria, capaces de satisfacer tanto al gran público como a los paladares más exigentes. Creemos en libros que son más que una obra literaria, objetos artísticos que se disfrutan con los sentidos, conquistan la vista, tranquilizan el tacto, estimulan la imaginación y permanecen en el recuerdo. Cuidamos cada detalle de la edición para convertir la lectura en una fuente inagotable de emociones.

--Siendo, como es, una editorial con sede en Huesca, ¿cómo es eso de competir con otros sellos residentes en Madrid y Barcelona? ¿Resulta mucho más complicado en cuanto a la distribución de vuestros títulos?

--Desde la llegada de Internet, la periferia es un invento de las grandes ciudades. La distribución que tenemos es muy buena (trabajamos, como bastantes sellos independientes, con UDL Libros; los libreros lo conocen y eso ayuda). Ser editor periférico dificulta la visibilidad en los medios de comunicación. Pero si editas buenos libros, tarde o temprano tendrás tu oportunidad. Las verdaderas críticas (libres y razonadas) se hacen en Internet y en algunos periódicos de provincias. La mayoría de medios le rezan al corta y pega de las notas de prensa. Aunque, como dice Gamoneda, la crítica es un imposible: “¿Cómo se le cuenta a un ciego qué es el color azul?”.

--En vuestro catálogo uno se sorprende al ver nombres como el de Elliott Murphy, que recientemente ha engrosado la lista de títulos de la editorial. El músico neoyorquino presentó a finales de enero su gira española y su nueva novela, ‘Justica poética’. ¿Cómo se dio la posibilidad de “ficharlo” para la causa Tropo?

-Cada año le damos al sello “una vuelta de tuerca”, así que un día decidimos publicar músicos que escribían. Arrancamos con el reciente ganador del Goya, Julio de la Rosa (Peaje, 2013). Y un día, en unas jornadas sobre novela negra que organizan en Cuenca (Las Casas Ahorcadas), comentándolo con el escritor Javier Márquez, salió el nombre de Elliott Murphy, músico al que admira profundamente mi socio, su mayor fan. Murphy es un peón de la cultura, un tipo que toca tres horas en un concierto y luego firma libros. Alguien que conoce la calle, el barro, la cultura. Un maravilloso currante con el que da gusto trabajar.

--En ese listado observamos también nombres de autores españoles de gran relevancia, como el de Sara Mesa, Carlos Castán, Gonzalo Calcedo, Sergio del Molino… A veces, lo bueno se encuentra en casa, ¿no?

-Basamos el catálogo en un concepto del diseñador Philippe Starck: la posesión de la diferencia. El catálogo (y los libros) de Tropo tiene que ser distinto al del resto de editoriales. Apostamos por dos líneas muy claras, desde el principio: descubrir y rescatar. Carlos Castán, Gonzalo Calcedo o Ignacio Ferrando nos parecen los mejores cuentistas españoles vivos; llevarlos en el catálogo le da sentido al proyecto editorial. Hemos descubierto a mucha gente joven que luego ha pasado con naturalidad a las grandes ligas, a los grandes sellos. Cumplimos una función, nos sentimos orgullosos.

--Imposible obviar algo que creo es una de vuestras señas de identidad: las cubiertas de Óscar Sanmartín Vargas. ¿Qué peso tiene en la editorial?

-Arrancamos Tropo desde provincias y con 1.000 euros. Eso sí, nos rodeamos del mejor ilustrador y diseñador de Aragón: Óscar Sanmartín Vargas. El diseño corre a cargo de este visionario, uno de esos tipos capaz de ver batallas en una mancha de humedad. Un genio y un buen amigo con el que llevo trabajando desde 1997. Los libros se reconocen rápidamente en las librerías.

--En Castellón, otra ciudad un tanto olvidada, se celebrará a finales de marzo el Encuentro Nacional de Editoriales Independientes. Tropo estará presente. ¿Cuál es el objetivo que os marcáis en este tipo de eventos? ¿Interactuar con los (posibles) lectores? ¿Pura promoción?

-Siempre hemos practicado la guerra de guerrillas. Nos conoce media España por la cantidad de ferias y encuentros a los que hemos asistido. Nuestros libros se defienden solos, pero si estamos detrás de ellos, todavía más. Seguro que conocemos gente y extendemos la semilla de Tropo.