La librería Crawford Doyle es una de las librerías independientes de Nueva York situadas en la zona del Upper East Side de Manhattan. Se encuentra en la, por qué no decirlo, lujosa avenida Madison, entre la 81 y la 82, muy cerca del Metropolitan Art Museum --centro que todo amante del arte debe visitar, sí o sí--.

Tuve la fortuna de haber podido deambular por esas calles y tuve mucha mayor fortuna al toparme con esta librería que, a priori, es una de tantas. Sin embargo, una vez en el interior, entre sus vigas y estanterías de madera clara, en una zona más bien escondida, uno encuentra unas escaleras que descienden hacia un sótano. Es inevitable no fijarse en esos escalones, parecen haber sido instalados allí con el único propósito de tentar al visitante curioso para que descienda irremediablemente por ellos. Y así lo hice. Peldaño a peldaño, algo temeroso pero con paso firme, bajé, y cuál fue mi sorpresa al encontrarme una especie de antro extraño en el que se leía nada más entrar: “rare books” (libros raros sería su traducción literal). Había allí un hombre corpulento, de unos sesenta años, de poblada barba canosa y gafas perfectamente acomodadas en la punta de su nariz. Al verme saludó firmemente. Su voz sonaba grave, transmitía calma; a decir verdad, encarnaba a la perfección al hombre tranquilo y parsimonioso que mide sus palabras y evita a toda costa decir algo inadecuado.

No recuerdo cuánto tiempo pasé en ese semisótano repleto de incunables que, como me explicaba su “guardián”, eran en su mayoría primeras ediciones de autoras como Jane Austen o Virginia Woolf --por citar un par de ejemplos--, y especialmente obras de ficción británicas y estadounidenses posteriores a la I Guerra Mundial. También me mostró un ejemplar que a día de hoy puede comprarse en subastas de la prestigiosa casa Sotheby’s: una de las copias del célebre ‘portfolio’ que Henri Matisse dedicó al jazz y que publicó en 1947. Esos colores vibrantes, textos poéticos y collages que marcaron la transición de Matisse a una nueva forma de expresión estética... ¿El precio de esa auténtica joya? Mejor no preguntar, se lo aseguro.

El hombre-guardián también me dejó perplejo al enseñarme un buen número de volúmenes autografiados por John Updike, Hunter S. Thompson, Tom Wolfe --quien en alguna ocasión ha llegado a decir que Crawford Doyle ha sabido crear la “biblioteca perfecta”-- y un largo etcétera de nombres que me dejó conmocionado. Fui feliz allí, en ese preciso instante, y me di cuenta de cuán importantes son las librerías, pues logran conectar a las personas pese a ser de distintos países, proceder de otras culturas y hablar lenguas contrarias.

TRASCENDENCIA // En Librerías (Anagrama), Jordi Carrión realiza una especie de análisis sobre el fenómeno de conjunto de las librerías. Dicho de otro modo, revisa el papel de la librería en el contexto de nuestra historia --cultural, literaria, política...--. A raíz de la publicación de este libro, y de quedar finalista del Premio Anagrama de Ensayo, Carrión concedió múltiples entrevistas. En una de ellas advirtió algo que he podido comprobar por mí mismo: “Pensamos en la librería como un comercio, como un lugar de encuentro para lectores…, pero olvidamos en demasiadas ocasiones esos compromisos con la sociedad, la trascendencia que puede llegar a tener una librería más allá de la venta de libros”.

Para dar validez a tales argumentos, bastaba con preguntar a algunas de las librerías de Castellón. Contacté con varias para ahondar en su faceta como “agentes culturales” en la sociedad actual. Argot y Babel son dos claros ejemplos en la capital de la Plana, como la Librería Noviembre en Benicàssim o el Espai Mariola Nos de Vinaròs. Estos cuatro espacios, a los que bien podría unirse Plácido Gómez y tantos otros pequeños bastiones literarios, tienen claro que entre sus objetivos se encuentra “la difusión cultural como herramienta para fomentar el espíritu crítico”, como me explicaba Mariola Nos, quien en octubre del año pasado se embarcó en la gran aventura de crear este espacio en una zona que en multitud de ocasiones pasa desapercibida desde la capital por ser limítrofe con Tarragona. Mariola señala que lo que pretende es “un volver a lo cercano, a lo que nos humaniza”, y añade: “Apuesto por el abrazo y por hacer vida”.

Hacer vida es, precisamente, lo que la Llibreria Forum Babel lleva procurando desde hace casi 25 años. Pere Duch asegura que Babel no sería lo que es hoy “si no fuera por la complicidad de la sociedad civil de Castellón y sus comarcas”. La apuesta por ser también un espacio para el debate “propicia la actividad cultural, siendo las personas, los colectivos sociales, el mundo asociativo, las instituciones y organismos los actores principales, los protagonistas”.

MUCHO MÁS QUE UN ESCAPARATE // Una función vital dentro de las librerías es el papel que desempeñan como barómetros de lectura, además de erigirse como uno de los mayores filtros que existen. Esto, aunque parezca una nimiedad, es de una responsabilidad enorme. Jordi Carrión está convencido de que “en cada decisión de visibilidad, de recomendar o no recomendar un libro, hay potencialmente algo que puede cambiar la historia de la literatura”. En este sentido, el autor de Librerías declara que “los libreros tienen una gran responsabilidad en lo que respecta a la consagración y a que alguien se haya leído o no un libro determinado”.

Mònica Bernat, de la Librería Noviembre, confiesa que quieren “ofrecer a los lectores, como dijo el editor Jaume Vallcorba, libros que hagan nuestro mundo poéticamente habitable”. Este espacio benicense se ha convertido, sin lugar a duda, en un auténtico oasis para el lector exigente que busca títulos independientes de exquisita factura y de calidad más que contrastada. “Es la manera de contribuir a la transformación de una sociedad que a día de hoy podría ser mucho mejor”, atestigua.

Existe una estrecha relación, muy íntima diría yo, entre un librero y sus clientes habituales. Dicho vínculo se genera y se mantiene conversando, opinando, debatiendo. Ello conlleva, irremediablemente, a la “humanización” de la que habla Mariola Nos. “La globalización --que sí ha sido favorable en cuanto a lo tecnológico, productivo y lo científico-- no ha estado a la altura de la humanización. Y se ha perdido el ámbito donde estos valores se gestan: el ámbito de lo cercano, el ámbito donde nos reconocemos en el otro”, comenta. De ahí que crea en algo tan necesario como es el mimo por una profesión que, a la postre, mima a todos y cada uno de nosotros. “Otro aspecto que puede identificarnos es el acompañamiento que hacemos al lector cuando nos lo solicita. Recomendar libros y autores es uno de los aspectos más gratificantes del oficio porque permite entablar conversación con el lector, del que tanto aprendemos, y servir de enlace entre una obra y su lector”, recalcan desde la Librería Noviembre. A título personal, les diré que no hay mayor regalo para el amante de la literatura que una recomendación honesta.

PUNTOS DE ENCUENTRO // “El Espai Mariola Nos es un sitio donde detenerse. Cuidamos todo el proceso, o lo intentamos: editor, autor, escritor y lector. Los autores vienen y se sientan con nosotros, charlan con los lectores como si estuvieran en su casa, intercambian opiniones”, aclara Nos. Algo que comparte Juan Vicente Centelles, de Argot, cuando arguye que su objetivo para con la ciudad de Castellón era y es “ofrecer un espacio a todo aquel que quiera presentar un libro, un disco, una exposición artística, un taller, dar una charla, o simplemente ofrecer un espacio para quien esté cansado de la ciudad y necesite una isla donde descansar de la cotidianidad”.

Mijaíl Osorguín relataba en La librería de los Escritores (Sexto Piso/La Central): “Por la tarde, nuestra librería más bien parecía un club adonde científicos, literatos y artistas acudían para verse, para conversar, para aliviar el alma del prosaísmo de la vida cotidiana de aquel entonces”. Así son o pretenden ser las librerías del siglo XXI, así deberían ser todas. Para lograrlo, se necesita de implicación, algo que estas cuatro librerías castellonenses demuestran día a día.

¿NEGOCIO AL FIN Y AL CABO? // “Por Babel han desfilado grandes escritores, personajes del mundo de la cultura, comunicadores... Se han presentado libros, discos, obras teatrales...”, me explica Pere Duch, referente indiscutible en este modelo de espacio cultural activo que no olvida su vertiente de comercio, como tampoco lo hacen el resto de librerías. “Babel es un comercio y un agente cultural activo, dos caras de una misma moneda”, advierte.

La diferencia entre un modelo de negocio cuya meta es únicamente amasar cantidades ingentes de dinero y otra que muestra una vertiente más social y comprometida se centra en aquello que venden. “Está claro que una parte de la elección de los títulos que ofrecemos atiende a criterios económicos. Compramos lo que se vende”, señala Mònica Bernat, para a continuación apostillar que, “sin embargo, existe también una parte importante que se rige por otros criterios, no tanto comerciales sino criterios más literarios, o con características que estimamos más transformadoras y originales”. He ahí la diferencia, pues como manifiestan desde Argot, “leer es algo divertido, placentero y visitar una librería debe ser una experiencia enriquecedora y agradable para quien la visita”.

Los que somos románticos sabemos que en este tipo de oficio no todo se trata de dinero, ni mucho menos, pues esta es una historia de bibliófilos, poetas e intelectuales, de seres que necesitan estimular sus neuronas y que buscan con ahínco, como una vez ya dije en estas mismas páginas, hacer de la literatura su pequeña ciudad de mitos y leyendas, un rincón donde sentirse protegido bajo el poder de la palabra.

LA SITUACIÓN CULTURAL ACTUAL // ¿Cómo ven la actual situación cultural las librerías? No es una pregunta fácil, ni mucho menos, y seguro que hay respuestas de todo tipo. Desde la Librería Noviembre se muestran preocupadas por el qué se lee: “Tenemos la impresión de que el listón está cada vez más abajo, nos conformamos con lo vulgar y mediocre cuando hay que aspirar a lo bueno o excelente”. Según Mònica Bernat, “el libro está padeciendo una crisis económica, sin embargo lo que nos parece más grave es la crisis o mengua de valor, el desprestigio creciente del libro”. Obviamente, se refiere al libro como baluarte cultural.

Mariola Nos sigue más o menos esa misma línea: “Si estamos hablando de los medios destinados a la cultura como desarrollo intelectual de las personas, la situación la veo complicada. Es sabido que en épocas de crisis económica se recorta en cultura. No es una necesidad básica, pero hemos de recordar que es fundamental”. Y Pere Duch no se queda corto cuando dice que “la situación general de la cultura en nuestra casa es claramente mejorable, desde el ámbito de la administración pública. Venimos de unos años donde su implicación en el desarrollo cultural ha sido un espejismo. La gente de la cultura hemos tenido la impresión de que para los gobernantes la cultura siempre ha sido un aspecto prescindible”. Duch agrega también que, “se ha desarrollado una política de cultura-escaparate, de cara a la galería, mientras que en los aspectos y temas más importantes nos han dado la espalda”. Finalmente, Juan Vicente Centelles, de Argot, cree que “nunca ha habido tanta oferta cultural adulta en nuestra ciudad”, aunque, no obstante, “siguen faltando muchas cosas” y “falta comunicar más toda esta oferta”.

Hoy en día dicen que la batalla está perdida, que la supervivencia de las librerías es harto complicada. Los tiempos cambian, eso es innegable, pero si algo se ha demostrado es que las librerías nunca dejarán de ser un agente cultural allá donde estén. Eso seguro.