Escritores clásicos y contemporáneos. Autores españoles y americanos. Sin prejuicios ni ataduras, sin complejos. Desde 1999 Páginas de Espuma se ha erigido como la editorial del cuento y del relato breve por antonomasia. La coherencia, la tenacidad y la paciencia, como dicen Juan Casamayor y Encarnación Molina —sus «creadores»—, consolida día a día el proyecto. Han sabido forjar un rasgo distintivo de calidad, una identidad propia. De ahí que sea necesaria su presencia en el ENDEI que se celebrará en Castellón a finales del próximo mes de marzo.

—Cuando uno piensa en Páginas de Espuma, piensa en cuentos, en relatos breves. A lo largo de su trayectoria, os habéis convertido en el gran referente de este género en castellano (tanto aquí en España como en Latinoamérica). Aunque sea una pregunta que te habrán formulado millones de veces, ¿por qué dedicarse a publicar cuentos?

—Sí, efectivamente, así ha sido. Es una pregunta que no se haría, en cambio, a un editor de otro género. La especialización en cuento es una singularidad que ha permitido ese primer retrato de la editorial que has hecho. La decisión es un cruce de caminos en el que se dan cita varios factores. El más sobresaliente y que debe caracterizar el quehacer de un editor es el gusto y la formación como lector. Siempre fui adicto al género. Un segundo factor remite al contexto en el que nace Páginas de Espuma, finales de los noventa, donde surgieron un buen número de editores independientes que encontraron el desarrollo de su proyecto en la especialización, en minorías muy lectoras y reincidentes.

—Países como los Estados Unidos cuentan con una gran tradición de cuentistas (Carver, Allan Poe, Hawthorne, Hemingway, Fitzgerald, O. Henry, Salinger, Shirley Jackson…). No obstante, se sigue pensando que un escritor, un gran escritor, es el que escribe novelas de más de 500 páginas. ¿En España pasa algo parecido?

—Esa afirmación tiene que ver más con el mercado actual que con una realidad literaria. En las primeras décadas del siglo XX publicaciones como El cuentos semanal alcanzaban varios miles de ejemplares en sus tiradas. La nómina de cuentistas en nuestra literatura es realmente notable. Hoy en día disfrutamos de cuentistas de primera fila. La convivencia de varias generaciones escribiendo muy buenos cuentos es un indicador de la diversidad y la calidad de nuestra narrativa breve. Si bien estos apuntes esbozan un panorama, no olvido que la militancia promocional y comercial por el cuento sigue siendo una lucha necesaria, no así una reivindicación literaria. ¿Quién en España piensa que José María Merino o Eloy Tizón no son grandes escritores por sus cuentos?

—En el territorio centro y suramericano no sucede lo mismo. Allí sí que valoran «lo breve». ¿O me equivoco?

—En Latinoamérica el cuento tiene un prestigio sólido, muy vinculado a figuras universales que van de Arreola o Monterroso a Borges o Cortázar, por citar a algunos que todo lector reconoce como indiscutibles. Además, en la conciencia lectora hay libros importantísimos, y son de cuentos, de escritores como Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez que les dieron su primera visibilidad. Aun así, la novela (y volvemos al mercado) ocupa la preferencia de la industria editorial en términos generales. El reciente buen momento de la edición independiente en Latinoamérica está permitiendo que otros gustos hallen propuestas. Esto ha facilitado el fortalecimiento del género y la aparición de destacados nombres. En España podría hablarse de un fenómeno similar, desde luego.

—Al echar un vistazo a vuestro catálogo es imposible no percatarse de la presencia de autores en lengua castellana excepcionales como Eduardo Berti, Hipólito G. Navarro, José María Merino, Guadalupe Nettel, Javier Tomeo, Edmundo Paz Soldán, Ana María Shua, Andrés Neuman, Eloy Tizón... Yo mismo, en una ocasión, dije que si me decidiera a escribir ficción, querría hacerlo como Tizón. ¿Cómo habéis logrado reunir a todos esos autores? ¿Cuál es vuestra fórmula para alcanzar el prestigio que a día de hoy poseéis?

—Si en 1999 me hubieran hecho esta predicción hubiera pensado que sin duda sería una afirmación descabellada. Creo sinceramente que los escritores reconocen en la editorial una lucha por sus obras que quizá otros no hacen por distintos planteamientos o posibilidades. Para un escritor tan importante es su novela, como su libro de cuentos o su poemario. El cuentista que puede llegar a ser un escritor valora ese esfuerzo por leer y editar bien su texto, por promocionar y vender bien su libro. Además, muchos de nuestros escritores son muy buenos amigos. Y de este modo, poco a poco, se arma el catálogo; y un autor atrae a otro autor y el catálogo llama la atención a otro. Ahí seguimos, intentando cometer más aciertos que errores. Eso es el prestigio.

—El lector tampoco puede obviar proyectos colosales como la publicación de los cuentos completos de Chéjov, de Guy de Maupassant o Edgar Allan Poe. Es esta una ardua tarea que implica a un buen número de personas y, sobre todo, tiempo. ¿Cómo surgió la idea de publicar estas antologías?

—Editar a los clásicos es lo fácil. Y me explico. Más allá de la labor titánica que supone editar los cuentos completos tal y como han hecho, por ejemplo, Paul Viejo con todo Chéjov o Mauro Armiño con Guy de Maupassant o recientemente Balzac, los clásicos se proyectan sobre un acuerdo colectivo, un antecedente compartido. Por eso mismo, ha sido leído y debe ser leído. Tienen sus lectores a priori. Si a ello la editorial realiza una edición rigurosa, hay mucho camino hecho. Sin embargo, no es tan sencillo. La idea de publicar los cuentos completos del trío mágico del cuento procede de la necesidad bibliográfica de tener ediciones de cuentos completos, con una cuidada ordenación cronológica y fijación textual. Asimismo, el mimo a la traducción es una constante. Una mención especial son los cuentos completos de Chéjov, que supone toda una historia de la gran traducción al español del maestro ruso.

—La presencia de Páginas de Espuma en citas como la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) es ya habitual y hasta cierto punto parte fundamental de la misma. ¿Qué supone esto para vosotros?

—Es la FIL de Guadalajara. Es la FIL de Buenos Aires. Son visitas regulares a otros países y sus ferias. Desde un principio, casi ingenuamente, pusimos un pie en Latinoamérica sin darnos cuenta. Entre nuestras primeras publicaciones los autores latinoamericanos fueron habituales. Y detrás de ellos había lectores, y librerías, y empezamos a viajar y establecer las bases que hoy en día han permitido que la editorial esté sólidamente presente en el continente. Es un placer enorme disfrutar de otras lecturas, que tienen lugar tan lejos y en cambio que cerca se sienten. La FIL de Guadalajara es la fiesta del libro, la gran fiesta. Es un fenómeno que repito cada año y que con el tiempo se ha convertido en una renovación de fuerzas para todo un año.

—Castellón albergará el Encuentro Nacional de Editoriales Independientes. Vosotros seréis uno de los sellos presentes. ¿Qué esperáis de iniciativas como esta?

—Debate. Diálogo. Intercambio. Poner cara a lectores. Toda iniciativa que reúna a editores independientes es buena, per se. Nuestra gran ventaja como colectivo es la inmensa y rica diversidad que proponemos con nuestros catálogos. Nuestra debilidad en ocasiones el tamaño que conlleva un ritmo frenético que frena opciones más amplias. Este marco de trabajo puede ir tejiendo inercias que establezcan criterios y actuaciones conjuntas muy necesarias en la industria del libro en estos momentos.