Las transiciones desordenadas nunca suelen dar buenos resultados. Y lo que está ocurriendo con el diésel es un perfecto ejemplo de ello.

Las desafortunadas declaraciones de algunos representantes políticos -en este país no aprenderemos nunca- combinadas con la ausencia de una estrategia que marque el camino a seguir y de una información clara para el consumidor han propiciado un escenario singular.

Compradores que se acercan a los concesionarios envueltos en un clima de confusión, miles de usuarios que adquirieron recientemente un diésel y que ahora se sienten señalados y preocupados por una posible devaluación de su vehículo...

En la movilidad del futuro deberán convivir el coche eléctrico, el híbrido, el de gasolina y, por supuesto, también el diésel. Al menos a corto plazo. Porque conviene recordar que si las ventas de los modelos de gasolina se disparan en detrimento de los de gasóleo, tal y como ya está ocurriendo, España tendrá dificultades para cumplir los objetivos de reducción de emisiones de CO2 fijados por la Unión Europea este mismo año. ¿No parece un contrasentido?