Los cinéfilos llevan ya un tiempo esperando el estreno de esta película que rinde homenaje a una de las parejas de cómicos más recordadas, El gordo y el flaco. El filme ha sido dirigido por el escocés Jon S. Baird (Filty, el sucio) y los dos actores han sido interpretados por John C. Reilly (Chicago, Un dios salvaje) y Steve Coogan (La vuelta al mundo en 80 días, Philomena). La primera sorpresa para los aficionados es que no se trata de una película norteamericana, sino británica (de la BBC), tampoco es una comedia, es más bien dramática y no se ocupa de su etapa de éxito, sino de sus últimos trabajos.

El filme se abre con un larguísimo plano secuencia de los actores dirigiéndose al plato del estudio en su época de máximo esplendor en 1937. Pero es un espejismo, ya que la trama principal se sitúa en 1953, cuando la popularidad de Stan Laurel y Oliver Hardy ha decaído y se ven obligados a aceptar hacer una gira por Gran Bretaña. Serán alojados en hoteles de segunda fila, al igual que los teatros en los que trabajan mientras preparan el guion de una película que será una parodia de Robin Hood. Quienes deseen ver este filme seguro que estarán interesados en conocer sus anécdotas.

-El secreto de las insignias. En varias secuencias puede notarse que los dos protagonistas lucen unas insignias de oro en las solapas. Se trata del reconocimiento de que ambos fueron miembros de la Gran Orden de las Ratas del Agua, una organización británica formada por artistas de la industria del espectáculo que hacían donaciones a entidades benéficas.

-La primera opción. El realizador y el guionista aseguran que Reilly y Coogan fueron su primera elección para interpretar a los personajes. Casualmente, ambos actores acababan de coincidir en la olvidable Holmes & Watson.

-Una enfermedad inoportuna. Jon S. Baird estuvo a punto de abandonar la película tras sufrir un ataque de apendicitis que provocó que fuera operado. Tras una semana de convalecencia pudo volver al rodaje.

-El plano secuencia. La escena inicial del plano secuencia de la pareja desde que sale de su camerino hasta que llega al set del rodaje fue especialmente difícil. Steve Coogan recuerda que se sintió muy presionado: "Tienes que tratar de no pensar en ello, tienes que hacer casi como si no te importara porque si estás demasiado preocupado en no pifiarla, lo más normal es que no resultes creíble. Es mejor olvidarse de los gestos ensayados y, sencillamente, ir avanzando manteniendo una conversación.

-La transformación de Coogan. Para interpretar a Stan Laurel, Steve Coogan utilizó unas lentillas de color azul, una barbilla falsa, dientes postizos y unas orejas falsas en punta para que sobresalieran más.

-La transformación de Reilly. Mucho más complejo era el maquillaje necesario para convertirse en Oliver Hardy, al que le dedicaban cuatro horas diarias. Tuvo que llevar lentillas marrones, prótesis en prácticamente todo el cuerpo, a excepción de los ojos y las palmas de las manos. Reilly utilizaba un traje de espuma raticulada para aumentar su volumen y pidió que fuera muy pesado para que se notara su dificultad al andar. Tenía tanto calor que debía estar conectado a una máquina de hielo entre una y otra toma. Las prótesis de cabeza constaban de dos partes (una para el cuello y otra para la cara), y solo duraban un día, por lo que tuvieron que hacer unas 40.

-De Thatcher a Oliver y Hardy. El responsable de las prótesis del filme es Mark Coulier, el técnico que convirtió a Meryl Streep en Margaret Thatcher en La dama de hierro. Y en ambos casos fue un acierto.

-Copiando las equivocaciones. Uno de los mejores momentos es cuando Reilly y Coogan imitan a la pareja bailando en una secuencia de Laurel y Hardy en el Oeste. El coreógrafo y supervisor de gestos Toby Sedgwick les enseñó, incluso, los errores que cometieron en el filme original y también les hizo reproducirlos. Durante los títulos de crédito finales podemos ver esas misma escena con los auténticos Laurel y Hardy y reconocer el trabajo de los nuevos actores.

-El homenaje. La escena en la que los protagonistas cargan un baúl en las escaleras de la estación de tren es un tributo a una similar pero con un piano en el filme The music box (Haciendo de las suyas), con el que obtuvieron el Oscar al mejor cortometraje en 1931.

-Las dudas de Reilly. El actor no tenía claro si debía interpretar a Oliver Hardy, ya que se sentía intimidado por el personaje y más en esta época en la que cualquiera puede tener fácil acceso al original y compararlo. Finalmente se decidió al descubrir que el filme abordaba más su intimidad que su vida profesional, lo que le daba más margen como actor.