El pasado domingo, día 3 de noviembre, tuvo lugar el maratón estrella de cuantos existen, el Maratón de Nueva York. Sin duda, es en esta época del año, donde las temperaturas son más idóneas, cuando empieza el carrusel de medias y maratones por toda la geografía nacional. Especialmente cerca se encuentra el de València y, próximamente, el de Castelló.

Es por eso que he querido transmitir a los lectores y, en especial, a los corredores unas claves psicológicas para aquellos que se preparen ante una prueba tan exigente como un 42K.

Todo se entrena

En una prueba de larga distancia, no se deja ningún detalle al azar. Hay que entrenar como beber, cuánto y cómo. La hidratación y la ingesta de hidratos o geles se tiene que entrenar para que el cuerpo se acostumbre a ello y para que tengamos automatizado el gesto de beber y comer en carrera.

Ver y conocer el recorrido

Cuando visualizamos, nuestro cerebro viaja al lugar que estamos viendo. Esta técnica sirve para evitar sorpresas y que el día de la prueba nuestra mente sepa perfectamente donde está y qué se va a encontrar en cada momento; las subidas, los terrenos adoquinados, las bajadas…

Focos de atención

Es importante que nosotros sepamos dirigir nuestra atención a otros focos, más allá de nuestras sensaciones físicas de fatiga, respiración... o mentales como de agobio. Es importante desviar la atención por ejemplo en los puntos de animación y disfrutar de esta tregua, fijarse en el público, en las zapatillas de otros corredores... cualquier gesto que desvíe la atención de nuestras malas sensaciones es válido.

Contar hacia detrás

Una prueba de larga distancia hay que enfocarla desde el positivismo. No podemos pensar en cada kilómetro y la cantidad de estos que nos faltan para finalizar. Al contrario, pensar en la cantidad de kilómetros ya recorridos. Es mejor pensar que ya hemos corrido 29 kilómetros a pensar que nos faltan todavía 13.

Carrusel de emociones

Dentro de una prueba de larga distancia nos vemos inmersos en una espiral de emociones que debemos controlar. Pasamos de la euforia, de la alegría en la salida, al aburrimiento o monotonía cerca de mitad de la prueba y, sin duda, al cansancio, agobio o desasosiego al finalizar la prueba. Debemos aprender a conocernos a nosotros mismos, ser capaces de identificar dichas emociones y saber gestionarlas. ¿Cómo? Durante cada entrenamiento.

*psicóloga deportiva

@mvallsbarbera