La ruta de esta semana es una de las que, sin ser espectaculares, siempre acabas disfrutando muchísimo del recorrido, ya que es de esos que cuando una mañana te levantas con ganas de pisar monte pero sabes que las piernas no están para muchos trotes, rápidamente piensas en ella, pues no tiene grandes desniveles ni complicaciones pero te mantiene constantemente en contacto con la naturaleza del lugar.

Así que allá vamos. Nos desplazamos hasta la urbanización de Masía Gaeta en la carretera Alcora y aparcamos el coche antes de la entrada a dicha urbanización, junto al antiguo restaurante Penyagolosa. Desde el descampado que tenemos detrás comienza la senda que nos llevará por un pinarcillo hasta la parte alta de la urbanización, y allí es donde conectamos con una pista asfaltada por donde avanzamos teniendo las paredes de las casas a la derecha y una pequeña cantera a la izquierda. No dejamos en ningún momento la pista, que en un rato pasa a ser de tierra, y cambiamos la cantera por los naranjos típicos de nuestra provincia.

Comenzamos el ascenso por la pista, donde nos cruzamos con algunos ciclistas, ya que esta zona es muy frecuentada por los amantes de la mountain bike.

Como siempre, el respeto entre los amantes de la montaña es máximo y, tras los típicos: «Bon dia», «tot be?», «a disfrutà»..., cada uno a su marcha.

Tras un rato de subida por el camino, llegamos a la que fuera en su día Casa del pintor Ripollés, en la actualidad en ruinas. Viendo el entorno y dónde está situada, la cabeza empieza a entender de dónde salían esas fuentes de inspiración para sus obras.

Allí mismo abandonamos la pista y cogemos la senda que sale a la izquierda, subimos la trialera que nos conecta con una pista un poco más arriba la cual me conduce al que fuera Parany Verd.

Desde ahí, comenzamos a descender y el terreno pasa a ser por la parte posterior de la montaña un poco más hombría, al fondo se contempla San Juan de Moró.

Sin darnos cuenta, terminamos el descenso y volvemos a subir, tras pasar junto a una preciosa casa llamada Cuatre Vents, y sin abandonar en ningún momento el camino principal, llego hasta una torre de luz donde comienza la bajada que me acerca a la siguiente población, Borriol.

Dicho descenso tiene una ligera complicación por lo escarpado del terreno. En la pista que le sigue (de un encanto especial por la humedad que allí hay) puedo subir el ritmo y disfrutar de correr un poco más rápido y realizar un descenso bastante ágil.

LA ‘CASA DEL BURRO’ / Con las piernas ya al límite y después de pasar por la famosa Casa del Burro, viene la última subida. Paso por una cuadra donde podemos contemplar desde fuera bonitos caballos, y siempre que pasamos por allí con mi buen amigo Sergio Magdaleno recordamos una época en que la perrita pequeña que tienen salía de la valla y nos hacía esprintar un trozo.

Desde ahí, la ruta nos lleva junto a una zona de escalada, donde siempre hay algún intrépido colgado de la pared. Después ya comienza el último tramo de senda que nos devolverá al inicio.

Pero antes paso junto al desvío de la Senda de Cucala, la cual dejamos a la derecha para ir a buscar el Racó dels Casadors y, por fin, llegar al final de la ligera subida desde donde contemplamos en su totalidad la ciudad de Castelló y el mar al fondo, paisaje que nos acompaña por el cresteo que me conduce a la última bajada, la cual nos deja dentro de la urbanización para, tras atravesar una de sus calles, entrar en el pinarcillo inicial, que me nos conduce hasta el punto de partida.