Por primera vez en Montañas de Castellón hacemos una ruta por la tarde y, para ello, nos desplazamos a l’Alcora, donde nos está esperando nuestro experto en la zona de l’Alcalaten, José Javier García (Jota), que ha preparado una ruta que nos dejó impresionados por la belleza del paraje, entre vegetación, rocas y el contraste de ese embalse a rebosar y que tanta alegría nos da.

Nos acompañan en esta salida dos de las chicas de Montañas de Castellón: Esme Vicente, experimentada corredora de trail y con muchas pruebas montañeras a sus espaldas, y Marta García, una todoterreno con motor diesel y también conun gran currículo.

Nuestra ruta comienza en esa típica rotonda donde el nombre de l’Alcora luce majestuoso. De ahí nace una senda que enseguida nos conduce a cruzar el río, pasando junto al Molí de Pusa.

De inmediato, tras cruzar el Río Alcora, el camino transcurre paralelo a él. En su cauce, el paisaje que nos encontramos es de esos que te llaman la atención por el encanto del lugar y el silencio interrumpido por el ruido del agua. Desde ahí, continuamos trotando por pistas y sendas hasta llegar a un cruce que, de seguir recto, nos llevaría a Sant Joan de Moró, y donde giramos a la izquierda para llegar al primer escollo, la bonita subida al Racó del Corb, que nos hace sudar.

Una vez arriba, el terreno nos regala una bella estampa: los almendros en flor y, al fondo, Costur. Tras estos momentos de relax, reiniciamos la ruta hasta llegar a la Bassa dels Morrals, donde nuestro camino se separa de Costur e iniciamos la marcha hacia la antigua Mina de Cabres, precioso lugar con unos cortados de roca natural donde abunda la arcilla que se usaba para fabricar cemento.

Tras la parada de rigor, comenzamos el descenso por unas trialeras de esas que tanto me gustan donde hay que tirar de destreza y habilidad para disfrutar a tope o, simplemente, tomárselo con calma, mirando dónde ponemos los pies.

LA BELLEZA DEL EMBALSE / Luego toca relajarse y cogemos el PR-CV 120 que nos conduce hasta la Foia, donde cruzamos la carretera hacia la pista asfaltada que en menos de un kilómetro nos conduce al embalse de l’Alcora, donde nos sorprende el salto de agua que desborda por sus compuertas, con una gran cantidad de caudal que hace que el paisaje sea majestuoso. De ahí, a la señal que indica la senda de la Ferrisa, para continuar nuestro camino de vuelta ascendiendo. Desde arriba, el premio al esfuerzo: las vistas de esos pinares frondosos y al fondo ese color azul verdoso del agua que colma el embalse nos dejó perplejos. Esos contrastes de colores, ese ambiente limpio, ese silencio y la tarde ya avanzada, que hacía que la sombra de los pinos se reflejara en el agua de una manera mágica.

A pesar del momento tocaba seguir y el bueno de Jota nos guardaba para el postre la última subidita. Antes bajamos para pasar por el Molí del Cazador, donde el riachuelo traía bastante agua y tuvimos que pasar entre las cañas para evitar mojarnos los pies, la cosa estaba un poco estrecha pero era la mejor opción.

Desde ahí, una ligera subida nos condujo al desvío hacia la Serra de l’Alcora (607m), donde Marta y Esme nos sacaron los colores para poder seguirlas en los 25 minutos de duro ascenso. A mitad, paradita para ponernos el frontal, ya que estaba anocheciendo y no queríamos arriesgar a tener un traspié. Incluso aprovechamos para hacernos unas fotos con la vista al fondo del último de los pueblos que nos acompaña en la ruta: Figueroles.

Al acabar la subida, y ya de noche cerrada, nos quedaba el último esfuerzo, la ligera bajada por una senda donde ya contemplamos las luces de la población a través de la cual cruzamos la sierra y llegamos a San Cristòfol, donde nos falta el último descenso por el precioso camino empedrado que nos lleva de la ermita hasta la calle del Calvario , ya dentro de l’Alcora, y terminar.