Puede parecer que la psicología del deporte, es una ciencia nueva, una moda, pero la realidad es que llevamos una trayectoria dilatada en el mundo del deporte. En España, los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, quizás fueron el pistoletazo de salida de una profesión en auge y que se ha ganado por méritos propios un hueco en el ámbito deportivo.

Nuestra función con el deportista versa principalmente sobre dos aspectos: preservar la salud mental del deportista y optimizar su rendimiento deportivo. En lo que se refiere al primer ámbito, el deportista es por encima de todo persona. Por ello se cuidan y miman todas las facetas de la persona; familia, estudios, trabajo, ciclo vital, miedos, inquietudes personales… Todos estos ámbitos afectan al deportista. Actualmente estoy tratando la situación de un joven que ha sufrido la pérdida de un familiar importante, evidentemente este duelo afecta a la persona como un todo, perjudicando a su rendimiento y dedicación deportiva. Por este motivo, no podemos obviar que trabajamos con personas y que hay numerosos elementos que afectan a la persona y por ende al deportista. Para rendir en el deporte, la persona debe estar mentalmente bien, y de esto se encarga el psicólogo del deporte.

En cuanto a la optimización del rendimiento, independientemente del nivel deportivo, el deportista quiere rendir a su máximo nivel, por ello se trabaja con el atleta todos los aspectos que afectan psicológicamente en su trayectoria. Se trabaja desde la evidencia empírica, pues el psicólogo es un científico que no juega a experimentos, sino que se centra en procesos psicológicos básicos ampliamente demostrados y contrastados. Se trabaja la atención, concentración, pensamientos, lenguaje, creencias, objetivos, hechos pasados, experiencias deportivas, miedos, inseguridades… que afectan al rendimiento, con el fin de poder mejorar el desempeño deportivo. Es común el marcarse objetivos mal planteados, que son quimeras y muy difíciles de cumplir, también el manejo incorrecto de la ansiedad durante la competición, el déficit motivacional o el no manejo de situaciones durante entrenamientos, las creencias erróneas del ‘todo o nada’, del ‘perfecto o nefasto’, del ‘éxito o fracaso’, es decir, el plantear desde la irracionalidad desde la que todas las personas planteamos numerosas situaciones.

Trabajando estos dos aspectos, el psicólogo deportivo se convierte en parte del cuerpo técnico y humano del deportista, para así acompañar al deportista en una travesía y trayectoria sana, alegre y controlada. Pues es fundamental que el atleta no sienta la soledad que conlleva la práctica de un deporte individual.