La batalla por la victoria en la categoría de coches del Dakar se presenta este año más interesante que nunca, tanto por la igualdad que reina entre los aspirantes como por las configuraciones técnicas tan diferentes que presentan sus coches.

Toyota, Mini y Peugeot (representada este año por un equipo privado) son las tres grandes candidatas, pero han aprovechado el reglamento de distinta forma.

La marca japonesa mantiene su apuesta por el Hilux, un prototipo de arquitectura tradicional, con cuatro ruedas motrices y un imponente motor V8 atmosférico de gasolina.

El Peugeot 3008 DKR de Sébastien Loeb, por el contrario, es un buggy diésel de solo dos ruedas motrices, idéntico a la que utilizó el equipo oficial de la marca del léon para ganar en el 2017.

No es tan potente como el Toyota ni tampoco cuenta con la capacidad de tracción de un 4x4 pero, a cambio, es 200 kilos más ligero, disfruta de unas suspensiones con mayor recorrido, ruedas más grandes y la posibilidad de hinchar y deshinchar los neumáticos en marcha.

Mini ha desdoblado su apuesta, alineando tres unidades de un prototipo tipo buggy, técnicamente muy parecido al Peugeot, y otras tres basadas en una configuración 4x4 similar a la de los Toyota, aunque todas con motor diésel.

pros y contras El Peugeot y el Mini ‘buggy’ juegan la baza de la ligereza y la efectividad de sus suspensiones frente a la capacidad de tracción del Hilux y el Mini 4x4. Los primeros son más ágiles en las dunas, pero los todoterreno cuentan con una mayor motricidad para solventar mejor las situaciones delicadas.