Hace ahora veinte años que Joaquín Ferrándiz Ventura —conocido como JFV, el asesino en serie de Castellón— se sentó en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial para hacer frente a la acusación por los cinco crímenes contra mujeres cometido entre 1995 y 1996.

Ferrándiz, quien ya tenía experiencia en juicios —había estado en prisión previamente tras una condena por una agresión sexual—, optó por no decir ni una sola palabra. Rechazó declarar y solo mostró cierta disconformidad con el relato de la Fiscalía y de su exnovia —con la que salía mientras mató a las cinco jóvenes—. Previamente sí había declarado, reconoció algunos de los asesinatos y llegó a decir que había aprendido a hacerlo de su compañero de celda, sentenciado por el crimen de su esposa.

El de JFV, que entonces tenía 36 años, fue un juicio largo y mediático. Por la sala desfilaron decenas de testigos, guardias civiles, policías y forenses. La personalidad psicopática de Ferrándiz quedó patente en la novena sesión de la vista oral. Psicólogos y médicos del Instituto de Medicina Legal coincidieron en la necesidad de que el acusado se someta a un tratamiento. El psicólogo Vicente Garrido calificó a Ferrándiz de un «psicópata muy grave» capaz de distinguir entre el bien y el mal. Por su parte, el forense Mario Ventura aseguró en su declaración que Ferrándiz sufría «un trastorno de personalidad» que reúne «rasgos psicopáticos, esquizoides y neuróticos» y aseveró que el acusado sentía «indiferencia respecto de los crímenes».

LA CONDENA / Dos meses después del inicio del juicio llegó la sentencia. La Fiscalía pedía 163 años de cárcel para el asesino en serie de Castellón, pero el tribunal le impuso un total de 69 por cinco delitos de asesinato, uno de asesinato en grado de tentativa y otro de lesiones por imprudencia.

La sentencia determinó que JFV empleó el mismo modus operandi para matar a las cinco mujeres, quienes subieron voluntariamente a su coche. Ferrándiz se aprovechaba de su buen aspecto físico y hacía gala de su educación para conseguir que las chicas se fiaran de él y no desconfiaran. El tribunal consideró acreditado que el castellonense ató las manos de sus víctimas cuando se encontraban confiadas para evitar que se resistieran al estrangularlas.

Pese a haber podido pedir permisos penitenciarios desde hace un tiempo —sujetos a la aprobación de la junta de tratamiento y el juzgado de vigilancia penitenciaria— e, incluso, solicitar el tercer grado, JFV no lo ha hecho.

En julio del 2023 liquidará su condena efectiva —aunque fuera sentenciado a 69, puede estar un máximo de 25 que ya se cumplen al sumar el tiempo que permaneció en prisión preventiva—. Se considera legalmente que habrá cumplido entonces su deuda y quedará libre, aunque no podrá venir a la provincia durante los ocho años posteriores.

Mientras tanto, Ferrándiz ejerce de ordenanza en la prisión de Herrera de la Mancha (Ciudad Real), como publicara Mediterráneo. Se trata del término con el que se conoce la labor que realizan los presos de confianza y que tienen un destino dentro de la cárcel. Por su buen comportamiento, se les encomiendan labores relacionadas con la cocina, limpieza, lavandería o reparto de correo. Quienes se relacionan con él lo describen como un interno «reservado» y con un alto concepto de sí mismo.