El mercado o la vida. Cualquier persona sabe que la mejor manera de conocer una ciudad es caminando por sus mercados; comprando en sus paradas, preguntando a los comerciantes, mezclándose con su gente. Todos tienen su historia. La de algunos es más fructífera que la de otros. Unos resisten como pueden, otros (como el del Grao de Castellón) acaban cerrando y los más se suben al carro de las tecnologías. Reinventarse o morir.

El Mercat Central de Castellón también tiene su historia. Y la tiene porque la despensa de la ciudad, esa especie de arca de Noé, celebra este año su 70º aniversario. Una fecha que coincide con el anuncio de la remodelación integral de un edificio que no quiere perder fuelle. Quiere convertirse en lugar de peregrinación, abrazar el universo de la gastronomía y ser un polo magnético. Para familias de Castellón y también para los visitantes. Convertirse en un nuevo espacio para un nuevo consumidor.

El futuro del Mercat Central de Castellón será diferente al presente. Y lo que está claro, sin lugar a dudas, es cómo ha sido su pasado. Porque el recinto tal y como se conoce hoy en día abrió sus puertas un mes de diciembre de 1949, aunque su historia comienza muchos años antes. El germen hay que situarlo en 1600, fecha en la que varios carniceros sacrificaban a sus animales y vendían su carne en la plaza de la Nieve (una de las dos que rodeaban la iglesia de Santa María). La construcción de la Capilla de la Comunión de la Iglesia Mayor, en 1663, obligó a trasladar aquellas paradas hasta la plaza Vieja (actual plaza Mayor), que desde aquel momento se convirtió en el auténtico fórum de la ciudad.

No fue hasta finales del siglo XIX cuando en Castellón empiezan a escucharse voces que defendían la necesidad de contar con un recinto para el mercado. Y esas opiniones coinciden con el desarrollo de la población y la inauguración, por ejemplo, de la Plaza de Toros, el Teatro Principal o el Hospital Provincial. A principios del siglo XIX Castellón apenas tenía 30.000 habitantes y los comerciantes continuaban vendiendo sus productos en la plaza Vieja. La primera solución pasó por construir un cobertizo, una medida que desde el primer momento se perfiló como provisional. La plaza Pescadería, que conecta Mayor con Santa Clara, hacía las veces de mercado de pescado. La otra parte estaba ubicada en la plaza Constitución.

Obra del millón de pesetas

El edificio del Mercat Central de Castellón es obra del arquitecto Vicente Traver Tomás, que en 1925 planteó la remodelación de la plaza Vieja y la construcción del nuevo mercado en su lado sur, en un proyecto integral de Francisco Maristany. Traver Tomás quiso dar una cierta continuidad arquitectónica entre el ayuntamiento y el mercado. Y eso explica porqué entre ambos edificios hay tantas y tantas similitudes.

Aunque la propuesta data de la primera mitad de siglo, hubo que esperar al final de la guerra civil y a que pasaran los primeros años de la posguerra para que el Ayuntamiento decidiera emprender las obras. Empezaron el 10 de abril de 1949. «El pliego de condiciones fijó el coste del proyecto en 689.139,34 pesetas, aunque el coste definitivo fue de 1.158.676,32 pesetas», se cuenta en el libro 50 años del Mercado Central de Castellón (1949-1999), obra de Francisco Pascual y Joaquín Górriz. Mientras duró la intervención en el recinto, los puestos fueron trasladados de forma provisional a la plaza del Rey y Huerto Sogueros. La nueva pescadería, adosada al Mercat, fue construida unos años más tarde, en 1964, y contó con un presupuesto de 6 millones de pesetas. Los puestos ocupaban la plaza del Mercadillo (separa los edificios viejo y nuevo del ayuntamiento) desde 1951, cuando abandonaron definitivamente la plaza Pescadería.

Familias que son historia

Las familias Gallén, Pachés o Rovira son algunos de los primeros comerciantes que vendieron allí. Forman parte de su historia y guardan miles de anécdotas. Algunas, como la de los Pachés, empezaron en el siglo XVIII y ya van por la sexta generación. Tuvieron parada en la plaza Pescadería, luego en la plaza del Mercadillo y, desde los años sesenta, en el Mercat. «El impulsor fue un abuelo de mi tía, al que se conocía con el nombre de El baratero», recuerda Nuria, que hoy está al frente de Pescados Pachés. «Claro que las cosas han cambiado mucho, pero nosotros no nos podemos quejar», añade.

Los Pachés o los Gallén llevan décadas vendiendo en el Mercat Central y han visto casi de todo. Y también han hecho frente a multitud de enemigos. A finales de los años 60 abrió Simago. Aquello fue una auténtica revolución. Veinticinco año más tarde lo hicieron Alcampo y Pryca. «En aquellos años, en plena polémica sobre el impacto de los hipermercados, el Ayuntamiento lanza el proyecto Solución Centro, que aboga por peatonalizar calles como Alloza y cerrar al tráfico Enmedio durante los fines de semana», se cuenta en el libro. La última remodelación del Mercat se llevó a cabo en 1985. Las obras costaron 125 millones de pesetas, unas obras que coincidieron en el tiempo con la reforma de la plaza Santa Clara y la construcción de un aparcamiento subterráneo con 424 plazas.

Hoy, el Mercat cuenta con 60 paradas, un horario de 7.00 a 15.00 horas, y cada día pasan por sus instalaciones una media de 2.800 personas. Dentro de muy pocas semanas abrirán tres puestos más. «En poco tiempo se inaugurará uno de venta de pan y repostería, otro de comida preparada y un tercero de frutas y verduras», avanza el gerente, José Luis Hernández.