Trabajar en el campo es duro y sacrificado, y este año el olivar tampoco dará alegrías a las familias que en Castellón se dedican a la producción de aceite de oliva. Y eso que la cosecha no va a ser del todo mala. Las previsiones iniciales apuntan a que de las fincas del Baix Maestrat y el Alto Palancia, las dos grandes comarcas productoras de la provincia, saldrán unas 8.000 toneladas de oro líquido, aunque la falta de lluvias podría provocar una revisión a la baja de las cifras. «Lo que en primavera apuntaba a una cosecha más bien normal, es posible que ahora se tuerza. No llueve y los árboles padecen», explica Hilari Jaume, productor de Canet lo Roig y responsable de la sectorial de aceite de oliva de la Unió de Llauradors.

El cielo parece que, de momento, no quiere aliarse con los cerca de 10.000 productores de Castellón y a los precios les ocurre algo muy similar. Pese a que en las últimas semanas, los valores han subido algo (el virgen extra cotiza en estos momentos a 2,40 euros el kilo; el virgen a 2,90, y el lampante a 1,99), las cifras siguen lejos de cubrir los costes de producción. «Es cierto que los precios son algo más elevados que el año pasado por estas mismas fechas, pero ese alza sigue siendo insuficiente para un olivar tradicional como el nuestro», argumenta Jaume. «Quizás en Andalucía, con un cultivo intensivo y de alto rendimiento, sí se cubran costes pero en Castellón estos valores son de miseria».

Para que a un agricultor de Castellón le sea rentable producir un litro de aceite, el precio nunca debería bajar de los tres euros. En la campaña 2017-18, por ejemplo, llegó a cotizar a casi 4 euros el kilo y dio una alegría a unos llauradors que tienen en la aceituna una fuente importante de ingresos.

Un problema de sobreoferta

A pesar del alza de las últimas semanas, los precios en origen del aceite de oliva no acaban de cubrir los costes y ahí la clave está en la sobreoferta, dado que la producción mundial crece a mucho mayor ritmo que la demanda. Castellón, donde predomina un cultivo de secano, con rentabilidades bajas, no puede competir con provincias como Córdoba o Jaén. Y el olivar español se hace cada vez más pequeño si se le compara con los 40 millones de olivos nuevos que se plantan cada año en el mundo.

Los productores del Maestrat se quejan de una coyuntura de precios insostenible, aunque hay cooperativas en Castellón que han encontrado la fórmula para sacar rentabilidad al oro verde. Una de ellas es la Viver, que produce y comercializa directamente el aceite y esta campaña prevé vender unos 200.000 litros de virgen extra. «Nuestro producto va al área metropolitana de València y, a través del canal on line, también llega a otras zonas del país. Además, y gracias a nuestro proyecto de oleoturismo, vendemos directamente al consumidor», explica Fernando Marco, gerente de la cooperativa de Viver, con 510 asociados.

En Viver se ha apostado por un producto diferenciado y de calidad y los retos que quedan son reducir los costes de la recolección y lograr que el olivo vuelva a ser un cultivo atractivo para invertir.

UN DECRETO PARA REGULAR LOS PRECIOS

El Ministerio de Agricultura está tratando de salvar al sector de la crisis de precios en la que lleva inmerso unos años y prepara un real decreto por el que pretende regular el mercado del aceite de oliva con el objetivo de ajustar la oferta a las necesidades de la demanda y lograr que los precios suban. Una iniciativa que ha tenido un rechazo total tanto de los productores de la Comunitat como de la Conselleria de Agricultura.

En un primer momento el Ministerio que dirige Luis Planas estableció tres líneas de actuación para evitar el desplome de los precios: almacenar el aceite; recolectarlo de manera temprana o en verde, lo que conlleva unos rendimientos inferiores a los que aporta una aceituna madura; y regular los rendimientos en la almazara. «Ninguna de estas tres opciones es válida para un cultivo tradicional como el que predomina en Castellón», asegura el responsable sectorial de la Unió de Llauradors.

La Unió propone que concentren las ayudas de la PAC en los profesionales del sector y una política que apoye al olivar tradicional, en lugar de empujar a los productores a intensificar sus cultivos.