Todo empieza en la campo. O en la explotación ganadera. En Morella, en Torreblanca, en Moncofa... decenas de pequeños productores continúan trabajando para que en las tiendas y en las casas no falten naranjas, lechugas, alcachofas o carne de ternera. Y quienes hacen posible ese milagro son los llauradors y ramaders. En febrero, miles de ellos salían a la calle para denunciar los precios de miseria que percibían por sus productos y ahora se han convertido en los otros héroes del covid-19. «No queremos aplausos ni homenajes, solo que esto sirva para que la sociedad y los políticos se den cuenta que somos necesarios, que no nos podemos permitir el lujo de dejar que los alimentos frescos lleguen de terceros países», subrayan los agricultores y ganaderos consultados.

Siguen madrugando cada mañana para recoger sus cultivos o cuidar de su ganado. Y no está siendo nada fácil. Muchos trabajan con escasos sistemas de protección y en algunas explotaciones faltan manos para recoger la cosecha. «En Benicarló, por ejemplo, no encontramos temporeros y eso empieza a ser un problema», explica el agricultor Francisco Lluch, que además de productor es presidente del Consell Regulador de la Denominació d’Origen Carxofa de Benicarló.

Pese a que siguen trabajando, muchos de los agricultores y ganaderos aseguran que el parón de la restauración les está provocando importantes pérdidas. «El mercado está parado y quienes más lo estamos sufriendo somos los del sector del ovino», lamentan varios productores de Els Ports y el Maestrat. Organizaciones como la Unió de Llauradors estiman que el sector primario provincial acumula unas pérdidas de 22 millones de €.

Sus ingresos no son boyantes (nunca lo han sido), pero los agricultores son solidarios. Lo han sido siempre, y ahora más. Estos días han vuelto a subirse al tractor. Lo hacen para trabajar, pero también para desinfectar las calles en la mayoría de los pueblos de Castellón. Y ahí van tres testimonios:

Francisco LLuch. Benicarló

Su vida está ligada a la agricultura. De abuelos y padres llauradors, Francisco LLuch es de Benicarló y en sus campos produce alcachofas, pero también lechugas, coles y sandías. «Me siento muy orgulloso de ser agricultor y de pertenecer a un sector donde prima la honradez y el trabajo duro, de sol a sol», asegura mientras insiste en que no quiere aplausos y reconocimientos. «Me conformo con que, una vez pase todo eso, el consumidor y la administración nos valoren más y apuesten por el producto local, el de calidad», apunta.

Pese a que estos días sus labores de recolección en el campo discurren con cierta normalidad, Francisco explica que cara a las próximas semanas la incertidumbre es total. «Estoy a punto de plantar sandías. Cada planta cuesta 0,70 céntimos y, con el turismo totalmente paralizado, no se si en verano habrá demanda. Tengo que hacer una inversión muy fuerte e igual es la ruina», lamenta.

Juan Boix. Morella

Juan Boix es un joven ganadero de la comarca de Els Ports y, aunque puede trabajar, ahora se enfrenta a otro problema. Tiene una cabaña vacuna y equina, pero la demanda de este tipo de carne se ha frenado en seco. «El consumidor, en su casa, apuesta más por otro tipo de carne, como la de cerdo o pollo, mucho más barata. La mía va dirigida más a bares y restaurantes y, como están todos cerrados, en los mataderos hay una saturación importante de este producto», dice.

La demanda es tan escasa que en el matadero de Huesca, donde van a parar todos sus animales, ya le han informado que los plazos se van a alargar. «Ahora sacrifican cada 15 días, pero ya nos han avisado que lo harán cada tres semanas o cada mes», detalla.

La crisis del coronavirus también le afecta de lleno (hay sectores como el ovino que todavía están peor), pero Juan sigue al pie del cañón: «No nos queda otra porque las facturas y la cuota las seguimos pagando».

David Esteban. La Vall d'Uixó

Con la temporada citrícola prácticamente finiquitada, David Esteban se dedica estos días a aplicar a sus naranjos y mandarinos un tratamiento contra la plaga del cotonet, un insecto que causa importantes daños tanto en los árboles como en la fruta. «Todavía me queda algo de valencia-late en los árboles, pero la temporada está casi acabada», resume este joven productor.

Natural de la Vall d’Uixó, David es de los que piensan que la crisis del coronavirus sirve para poner en valor al sector agrario y provincial de Castellón. «Creo que la gente se está dando cuenta de que si paramos nosotros no podrán comer. ¿O acaso los azulejos se pueden llevar a la boca?», dice mientras formula un deseo. «Ahora falta que las administraciones nos apoyen, se apliquen el cuento y se den cuenta que hay que apostar por los pequeños productores. No pueden dejar que desaparezcamos y que todo venga de terceros países», lamenta este castellonense.