La reciente historia de Castellón hubiera podido escribirse de distinta forma a la que se ha vivido en los últimos 25 años. Todo pudo cambiar en una mañana de julio, en la que se celebraron los plenos constitutivos de las corporaciones municipales tras las elecciones de junio de 1987. Hay que recordar que en aquellos comicios ninguna fuerza política que consiguió representación en el Ayuntamiento de Castellón logró mayoría absoluta. Por tanto, la composición de la corporación quedó abierta a posibles pactos.

Durante aquel mes de junio de 1987 se sucedieron los contactos, los rumores y las más distintas componendas políticas. El Partido Socialista, con Daniel Gozalbo a la cabeza, fue la fuerza política más votada, pero no consiguió la mayoría absoluta que venía disfrutando desde 1979. Por su parte, Alianza Popular, que presentó al arquitecto José Luis Gimeno, quedó como segunda fuerza en el consistorio. El CDS presentó al ingeniero Hipólito Beltrán, consiguiendo cinco ediles y convirtiéndose de facto en la bisagra. Esquerra Unida y la Unitat del Poble Valencia lograron colocar a Antoni Porcar como concejal.

Hasta la mañana de la constitución de la corporación, el 1 de julio de 1987, todo indicaba que Gozalbo iba a ser el alcalde pues cada grupo político iba a votar a su candidato. Pero aquella mañana, a primera hora, sonó el teléfono en el domicilio de Hipólito Beltrán. El político centrista, al contestar, reconoció la voz de José Luis Gimeno, que lo emplazó a una reunión en la casa consistorial a las diez, dos horas antes del inicio de la sesión constitutiva. A partir de ese momento, Alianza Popular abrió una puerta al diálogo con el partido centrista para evitar la posibilidad un nuevo ayuntamiento socialista.

La reunión se celebró en los despachos de los grupos políticos con la presencia de Carlos Fabra, presidente local de AP, y el propio Beltrán acompañado de sus concejales. Alianza Popular propuso al candidato centrista la alcaldía, dos tenencias de alcaldía y una presidencia de comisión. Por su parte, los concejales populares se reservaron siete tenencias de alcaldía. El portavoz del CDS, que en aquel momento se pudo convertir en el segundo alcalde de Castellón tras la transición democrática, contestó, desconcertado, que la oferta le parecía pobre en cuanto a las delegaciones y fundamentalmente apresurada, y así pues la rechazó.