El real decreto 463/2020 de estado de alarma establece que la prensa escrita es un bien de «primera necesidad» y, por consiguiente, su venta es una de las pocas actividades comerciales que siguen estando permitidas pese al confinamiento obligado por la pandemia de coronavirus.

Irene Alcón es una de esas integrantes del gremio de quiosqueros al que le ha tocado garantizar el derecho a la información a muchas personas que dependen de periódicos como Mediterráneo para estar al tanto de lo que sucede en su entorno más próximo durante estos complicados días.

«La verdad es que el sector de la prensa escrita, ya sea periódicos o revistas, se mantiene bastante vivo. La gente está recluida en sus casas y los demanda ya no solo para informarse, sino para hacer más amenas las largas horas de confinamiento. La venta de prensa escrita está teniendo salida, incluso, por encima de sus habituales números», dice la encargada de llevar adelante el quiosco Grans i Menuts, en Burriana, con un volumen de negocio que «en su 90% depende casi en exclusiva de publicaciones impresas».

Irene ha notado «una barbaridad» la disminución del tráfico de gente por su zona. Tanto que se ha visto obligada a «reducir el horario», aunque no de manera tan drástica como en otros puntos de venta de prensa escrita en la provincia de Castellón. «De momento solo he recortado media hora por la mañana y otra media hora por la tarde, pero veremos qué pasa si esta situación se mantiene por más tiempo», dice Irene, que ya asume las pérdidas económicas que ocasionará el parón de la actividad normal a causa del covid-19. «No nos va a dar ni para pagar la luz», lamenta, a la vez que pide que se tomen medidas para facilitar que los autónomos del sector puedan sobrellevar mejor la crisis, como que «baje el precio de las distribuidoras de prensa».

ADECUACIÓN DEL LOCAL

Irene, como la gran mayoría de los encargados de los puntos de venta de prensa de toda España, ha tenido que extremar las medidas de precaución para hacer de su negocio un punto al que los clientes puedan acudir con total seguridad, además de mantenerse ella misma a salvo de un posible contagio. «Hemos puesto grandes carteles en la puerta señalando que no puede haber más de dos personas dentro del local, y he protegido la zona en la que trabajo con unas cortinas de plástico que separan el mostrador de los clientes», enumera. Irene ya ha recibido en alguna que otra ocasión la visita de agentes de seguridad para supervisar que todo esté en orden. «La gente está muy concienciada y cumple a rajatabla las normas», concluye.