Pare un momento a pensar y enumere a todas las personas que conoce a las que les ha dado por correr. Está rodeado. Lo quiera o no la fiebre del running le persigue allá por donde va. En pocos años su vida se ha llenado de nuevos corredores que le hablan de los millones de beneficios de practicar este deporte, del subidón que da participar en una carrera y de cómo son mejores personas por calzarse las zapatillas y salir a trotar por las calles, parques y rondas de cualquier localidad de Castellón. El caso es que usted alguna vez lo ha intentado pero, sinceramente, no puede. Es demasiado esfuerzo para una persona que se ha tirado media vida sin mover un músculo. Tampoco le va aquello de salir del trabajo y correr al gimnasio. Pero tiene claro que hay que hacer algo, que pasan los años y su cuerpo ya no es el mismo. Hasta que un día descubre que lo que se lleva es caminar. Tal cual, caminar. Los más modernos lo llaman power walking, brisk walking o, simplemente, walking. Se diga como se diga, lo cierto es que una marea de ciudadanos de todas las edades y condiciones sale a diario a la calle para practicar un ejercicio físico del que todos los médicos hablan maravillas. Incluso dicen que es mejor o, como mínimo igual, que correr. Y encima también es un deporte barato.

La teoría la conocemos al dedillo. El sedentarismo puede incrementar en un 25% el riesgo de sufrir una enfermedad cardiaca, un 45% la mortalidad por enfermedad cardiovascular, así como un 10% la incidencia de cáncer, diabetes y depresión. Está claro que hay que moverse. Y si se opta por caminar todo son beneficios. Pero, ¿cuánto hay que andar? Para la Fundación Española del Corazón son suficientes de tres a cuatro sesiones a la semana y el tiempo de cada una debe rondar entre los 40 y los 45 minutos. Eso son unas tres horas a la semana, bastante menos tiempo del que dedicamos a ver la televisión.

Esas tres horas a la semana de caminata que recomiendan todos los especialistas forman parte de la rutina de José Luis Gutiérrez. Hace tres años, a esta maestro ya jubilado de Castellón, su médico de cabecera le diagnosticó hipertensión. Le recetó unas cuantas pastillas, cambios en los hábitos alimentarios y caminar a ritmo ágil. “Es lo que hago desde entonces. Lunes, miércoles y viernes, haga sol o llueva, salgo a andar un buen rato. Procuro cambiar de ruta para no aburrirme. Un día voy por la ronda Este, otro llego hasta el Grao... ”, describe. “¿Los beneficios? Todos. Desde que ando me siento más fuerte, con más ganas de hacer cosas y hasta he hecho amigos. Hay muchas personas con las que me cruzo a diario y, a fuerza de vernos, nos hemos conocido e incluso quedamos”, añade.

ANDAR, PERO A BUEN RITMO // Javier Navarro es entrenador personal en Castellón y defiende las ventajas de un ejercicio que puede practicar todo el mundo. “Caminar resulta adecuado para todos; de hecho, es la actividad física innata al ser humano. El cuerpo está diseñado para moverse y, si no lo hace, se atrofia”, argumenta, Pero a la hora de caminar no vale todo si lo que se pretende es ganar salud. “Hay que andar con intención de andar, es decir, a buen ritmo”, sentencia. H