Si don José falleció el 6 de abril de 2005, se cumplen desde hace unos días catorce años, aniversario que tanto me hace recordar la gran amistad que nos unió siempre, desde que yo me hice hombrecito y tanto fui aprendiendo de su talante y de su convertirse en una institución de la sabiduría de Castellón.

La idea fue suya. El periodista profesional Paco Pascual fue elegido director de la publicación. Y don José me nombró responsable de la edición. Por eso hemos escogido esa fotografía para dejar constancia de que, en una visita al Castell Vell de la Magdalena, hicimos promesa de editar periódicamente la publicación que titulamos Castelló, Festa Plena, desde las fiestas magdaleneras de 1984. En la fotografía que ilustra la página debería intuirse que en la Magdalena del año 2009 se publicó el número 35 de la obra, que también sacábamos en verano cada año. Fue el final de una hermosa aventura. Sobre todo para mi llamada como editor y encargado de la distribución.

LA FICHA. Maestro de escuela y profesor de Historia Medieval en el Colegio Universitario, director de la Escuela Normal, cronista oficial de Castellón y profesor emérito de las universidades de Valencia y Jaime I de Castellón. Además, miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia, presidente de la Sociedad Castellonense de Cultura y miembro fundador de la Fundación Dávalos Fletcher.

Allá en el Paseo de Morella, a la altura de la curva de Belmonte, nació el 4 de julio del año 1923, hijo de Manuel Sánchez, de Gátova, y Josefa Adell, una chica muy de Albocàsser, aunque la familia se trasladó pronto a una casa de la calle San Blas, es decir, casi en el centro de Castellón.

NECROLÓGICA. Encamado junto a aquella ventana sobre los tejados vecinales, con el sol cada día acompañando en su ciclo diario el latido vital de quien tardó varias semanas en admitir lo irreversible de su enfermedad, estuve con don José ganándole tiempo al tiempo en una tranquila charla entre dos, que se repetía siempre con el epicentro de Castellón con sus argumentos, sus seres humanos, también las instituciones, afinando sus consejos sobre cómo debíamos hacer lo que hacíamos, premiando después con palabras, gestos y sonrisas lo que salía bien. No había prisas en resolver los problemas que iban apareciendo, él confiando siempre en los tratamientos médicos, Elena, su esposa, presta en todo momento a hacer de clueca amorosa y a reunir a toda la familia en torno a aquella habitación de su piso en la plaza Borrull, con ventanal soleado sobre la calle Prim, la hija y los hijos, el yerno y las nueras, también los nietos, todos sabedores de la gravedad de la situación, pero con un cierto aire de conformidad y de esperanza a la vez, que volcaba sobre aquella casa una atmósfera muy especial de hondo calado humano, casi literario.

En mi última visita --casi adivinaba ya que sería así-- me tocó interpretar un papel que a él le encantaba. Tenía que transformarme en personaje de cualquier historia, montar la escenografía apropiada y ser consecuente con ello. Me hice acompañar del erudito napolitano Luciano de Crescenzo. Y con él, le pregunté a don José que cuándo había ocurrido. Que cómo habían cambiado tanto nuestras fisonomías, ¿tal vez por la noche mientras dormíamos? Las fotografías de la habitación me servían de instrumento para comprobar que ya no éramos iguales. Heráclito había dicho que todo fluye y que no podemos hacer nada para detener el paso de la vida. Don José me confirmó que la grandeza está en que cambiamos al ralentí, un instante tras otro, célula tras célula, como las manecillas del reloj, aunque nadie las vea moverse. Hasta que se produjo el gran cambio y ya no pudimos ocultarlo. Seguirá sobre todos nosotros su sabio magisterio, pero don José dejó de existir física y anímicamente la noche de aquel jueves de abril de 2005. Yo estaré varios días sin mirarme al espejo por la mañana. Tal vez con el ánimo de que el tiempo se detenga.

EL APRENDIZAJE. Primera enseñanza en las Escuelas Pías, bachillerato en el Instituto Ribalta la licenciatura y el doctorado en Historia Medieval en la Universidad de Valencia. Todo natural. También el noviazgo con Elena Almela Delgado. Sus juegos en la calle Sant Blai, siempre en compañía de gente normal, un grupo de amigos, aquel tiempo en que fueron capaces de hacer realidad sus sueños, acabar los estudios y organizar el prime baile de estudiantes autorizado en Castellón.

LA FAMILIA. De la boda de Sánchez Adell con Elena Almela nacieron cuatro hijos, Elena, José Manuel, Manuel y Pablo, que han aportado también al clan familiar gran número de nietos. Con ellos en la casa me enseñaba como debería comportarme como abuelo, cómo deben tratarse los nietos, lecciones magistrales.

En esta página para mí especial de los sábados, quiero citar también los nombres de aquellas familias que redondearon su vida. Me refiero a Luis Ros y Adelita, Pepe Martínez Urrea y Consuelo, Luis Chillida y Marisa, Vicente Traver y Mari Luz, José Miguel Palomo y Chedes, Rafael Almela y Marisa, Eduardo Serrano y Manola, Deogracias Montoliu y Nuria, Miguel Bellido y María, los Sánchez Almela, claro y otras distinguidas familias de Castellón y aquellos mágicos sabuts, como Salvador Guinot, Ricardo Carreras, Ángel Sánchez Gozalbo, Luis Revest, Espresati, Meliá...