Fue tanta la popularidad de Vidal en su tiempo, que todos los veranos vendió casi mil pares de botas de artesanía, a lo largo de sus 35 años de labor. Pero lo suyo era seguir al CD Castellón donde jugara y al Real Madrid si no lo hacía muy lejos de casa. Por la cordial relación que mantuvo con Di Stéfano y después con Emilio Butragueño, cuando éste era el cabecilla del vestuario merengue, visitaba el viejo Chamartín al que Vidal tenía acceso. Emilio conocía la historia de las botas y la pasión del castellonense por el Madrid. En una ocasión el propio Butragueño le regaló un balón nuevo, de reglamento, firmado por los 19 jugadores que entonces formaban la plantilla blanca. Todo el mundo lo consideraba como un artesano de los pies.