Hace diez años, cuando llegó la crisis, Jesús Rodríguez perdió su trabajo. LLevaba 15 metido en una fábrica y con el dinero de la indemnización, los ahorros y la ayuda de la familia compró una licencia de taxi en Castellón. Hoy, con la perspectiva que da el paso del tiempo, está convencido de que aquella decisión fue la acertada. «No me arrepiento en absoluto. Al contrario, no volvería a meterme en una fábrica en la vida. Esta profesión te da la oportunidad de trabajar de cara al público y cada día es diferente. Por eso me gusta tanto», sentencia este autónomo del taxi que lleva nueve años al volante. Trabaja entre 10 y 12 horas al día. Conoce como pocos la ciudad de Castellón y sus alrededores y también a sus gentes. «Muchos de nuestros clientes son personas mayores, a las que llevamos al hospital o al centro de salud. Algunos de ellos nos dicen que, sin nosotros, no sabrían qué hacer», cuenta.

Jesús es el propietario de una de las 228 licencias de taxi con las que cuenta Castellón (en la Comunitat Valenciana la cifra asciende a 4.681 y en el conjunto de España a 65.657, según datos del Ministerio de Fomento), y como la mayoría de sus colegas de profesión la compró a un compañero que la traspasaba, casi siempre por jubilación. Es la vía de llegada a más habitual. La otra es optar a una licencia nueva por concesión administrativa, dado que el taxi es un servicio público cuyas tarifas están reguladas por la Administración. Pero esta opción es complicada, por no decir que imposible.

En Castellón no se concede una nueva desde hace, al menos, una década. «Las licencias salen a concurso en función del incremento de población y en la provincia no ha habido necesidad de más», apunta José Luis Artola, taxista desde hace 20 años, hijo de taxista y presidente de la Asociación de Taxistas de Castellón, que aglutina a más del 80% de los profesionales. «Y eso ha hecho que en la provincia no exista una sobreoferta, por lo que tampoco tenemos restricciones horarias como ocurre, por ejemplo, en València» añade el máximo representante de los profesionales del taxi.

Comprar una licencia no es barato. Hace falta dinero. ¿Cuánto? Depende de la ciudad. Lógicamente en Madrid, Barcelona o Ibiza son muchísimo más caras. En la provincia, la horquilla va desde los 60.000 a los 80.000 euros. Aunque también las hay más caras. Un ejemplo. Un conductor del área de Castellón publicó un anuncio hace algo más de un mes en el que traspasaba un permiso que incluía también el vehículo. Pedía 120.000 euros.

Un sector con muchos gastos

La licencia es cara, pero este no es el único gasto que tienen que afrontar los que en la provincia se dedican al sector. Combustible, seguros de todo tipo, ITV, cotizaciones a la Seguridad Social... «Tenemos muchísimos gastos y para salir adelante no queda otra que trabajar muchas horas», resume Francisco Carmona, que lleva 18 años al volante.

El día a día de un taxista (las mujeres en Castellón son minoría, apenas dos o tres) es duro. Y sacrificado. Por lo general, empiezan a trabajar a las siete de la mañana y no llegan a casa antes de las siete de la tarde. «Solemos descansar un día, normalmente el sábado o el domingo. Esta es una profesión en la que es muy difícil compaginar la vida familiar y laboral y eso que la mayoría estamos asociados a cooperativas y eso te permite desconectar una vez llegas a casa», describe José Luis Artola.

Quienes ejercen de taxistas se sienten orgullosos de ello. Insisten en que prestan un servicio público y en la transformación que ha sufrido el sector en los últimos años: incorporación de las últimas tecnologías, una flota de coches cada vez más lujosos... «Lo mejor que tenemos son los clientes y los intentamos cuidar al máximo. Muchos de ellos son como de la familia», explica Manuel Sánchez, conductor desde hace ochos años, cuando dejó el sector inmobiliario para subirse al taxi. En este tiempo ha visto de todo. «Recuerdo a un hombre que estaba en la estación y pedía dinero para coger el tren a Vinaròs tras salir del hospital. Le di 11 euros. Al día siguiente regresó a Castellón, me buscó y me los devolvió», cuenta.

Para los taxistas de Castellón el verano es la mejor época del año y en invierno los trayectos suelen ser muy parecidos. «A la estación de tren, al hospital, a una fábrica de azulejos...». Como a todos los sectores, la crisis les afectó. «La recesión provocó que las carreras se redujeran hasta un 50%. Ahora empezamos a recuperarnos», señala Francisco Carmona, autónomo con 18 años de experiencia.

Apoyo a los colegas de Madrid

Pese a que el grueso de los profesionales de la provincia son autónomos, también los hay que son asalariados, es decir, trabajan para el taxista propietario de la licencia. Leonardo Llanos es uno de ellos. «Llevo tres años como asalariado y es la primera que tengo un trabajo que me gusta, y eso que he tenido muchos», sentencia.

Leonardo, Paco, Francisco, Manuel, Ramón.... siguen al minuto la protesta que estos días protagonizan los compañeros de Madrid. Muchos se han puesto el chaleco amarillo para solidarizarse con las reivindicaciones de un colectivo que protesta por la competencia desleal de los vehículos de transporte concertado (VTC). Y todo eso a la espera de que el Consell apruebe un decreto ley que regulará los VTC. De momento ya han presentado una propuesta para limitar la expansión de la competencia.