Si en julio de 1992 hubiera habido móviles y redes sociales, la memoria de aquel verano sería un aluvión de selfies delante de la antorcha olímpica a su paso por Castellón, de mensajes de suerte en Facebook para los cuatro deportistas de la provincia que estuvieron en el Estadio Olímpico, y también de whatsapps (muchos) con chistes de Cobi y videos de Los Manolos. En vez de eso, las fotos de esos días tienen el glamur de la tinta de los periódicos y del flash de las cámaras Kodak. Ahí están José Luis Ballester, Juan Antonio Orenga, Kiko García y José Luis Pepote Ballester Tuliesa, los cuatro deportistas de Castellón que participaron en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. La estampa se completa con Eloy Vicent y María Cinta, que compitieron en los Paralímpicos, y con los miles de ciudadanos que el 21 de julio salieron a la calle para ver pasar la antorcha. A esas fotos les ha pasado, como a todos, un cuarto de siglo por encima. Veinticinco años en los que Castellón ha cambiado, y mucho. Y no solo desde el punto de vista deportivo.

Para muchos deportistas el sueño empezó unos años antes, el 17 de octubre de 1988, cuando Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), anunció el nombre de la ciudad que acogería los Juegos Olímpicos de 1992. Se acuerdan de la frase À la ville de... ¡Barcelona! El país estalló y ese mismo día comenzó a dibujarse el sueño de miles de atletas. Y entre ellos, cuatro deportistas de Castellón a los que el destino les tenía reservado un regalo impagable: representar a España en Barcelona-92. Por el camino se quedaron el boxeador del Grao Enrique Villegas, que a última hora fue designado suplente, el nadador Sergio Álvarez y el lanzador de peso Víctor Roca.

Quienes sí compitieron recuerdan aquellos día como algo irrepetible. Y eso que la fortuna no acompañó a Castellón. «Los viví intensamente. Estaba estudiando en Estados Unidos y vine a Madrid para prepararme. Competir en casa fue un privilegio como también lo fue que vinieran mis padres a verme», explica Josele Ballester, que en Barcelona-92 participó en la prueba de 200 mariposa. Antes había estado en los Juegos de Seúl y después lo hizo en Altanta, en 1996. De aquellos días de julio recuerda el ambiente en la Villa Olímpica. «Te cruzabas con deportistas como Michael Jordan y con tantísimos deportistas de primer nivel», añade. Y una anécdota más. La que un tiempo después se convirtió en su mujer, la madrileña Sonia Barrio, formó parte del equipo de hockey sobre hierba que se colgó la medalla de oro en Barcelona-92.

Kiko García tampoco olvida aquellos días y, en concreto, la fecha del 2 de agosto. Compitió en la prueba de ciclismo en ruta. «Estar en los Juegos Olímpicos de Barcelona fue un premio, un recuerdo único y me permitió crecer a nivel deportivo», describe. Y destaca el ambiente. «Hasta el día de la prueba estuvimos muy concentrados. Fue luego cuando nos dimos cuenta de la magnitud de los Juegos. Me impresionó el comedor de la Villa Olímpica, donde nos cruzábamos con los mejores deportistas del mundo», añade.

Barcelona-92 sigue en la memoria de quienes tuvieron la fortuna de competir, pero también en la de los cientos y cientos de ciudadanos que el 21 de julio salieron a la calle para recibir a la antorcha olímpica. La llama entró en la provincia por Almenara y llegó a la capital pocos minutos antes de la una del mediodía. Solo 130 relevistas pudieron sujetarla y el atleta Luis Adsuara fue uno de ellos. «Fue muy emocionante. Cogí la antorcha a la altura del Hospital Provincial y se la entregué a Andrés Vera. Recuerdo, sobre todo, el ambiente que había en las calles», rememora el deportista.

En la plaza Mayor de Castellón la llegada de la antorcha reunió a más de 5.000 personas, que vieron cómo Andrés Vera se la entregaba al entonces alcalde, José Luis Gimeno. Después, y de la mano de María Cinta, la llama olímpica partió hacia el Grao. Y de allí a Benicàssim, Orpesa, Torreblanca... hasta abandonar la provincia a las 19.14 horas.