El vino es la bebida inteligente. Lo dijo a mediados del siglo XIX el dramaturgo francés Alejandro Dumas, que sentía pasión por este líquido rojo, sedoso y brillante que brota una vez al año de un racimo de uvas. «El vino es la parte espiritual de nuestro alimento», escribió, dejando claro que beber y entender de caldos es cosa de gente culta; que el vino es un milagro, una parte esencial de nuestra cultura; que cada botella encierra el misterio de una tierra y unas uvas únicas; que es un eslabón que nos conecta con los fenicios, griegos y romanos...

El vino y el mundo que le rodea fascinan. Y en la provincia cada vez está más de moda. Todo gracias a un puñado de locos que desde hace quince años luchan para que el vino de Castellón sea sinónimo de salud, magia y placer. De excelencia. El reflejo de una comarca. Una forma de vida. Esos mismos que han invertido en viñedos y bodegas en Les Useres, Benlloch, Almedíjar o Canet lo Roig y que están convencidos que la clave para triunfar es llenar cada botella de calidad, personalidad y diferencia. Y aprender a venderlas. Pero a vender no solo el vino, sino también todo el proceso de elaboración. Quizá por eso, porque le ponen pasión a todo lo que hacen, están empezando a enamorar a toda una generación de consumidores. En la era de la cerveza y los alcoholes de alta graduación, los viticultores de Castellón están decididos a llegar a la mayor gente posible. ¿Cómo lo van a hacer? Enseñando sus viñedos, abriendo sus bodegas. Esa es la esencia del enoturismo, que en España movilizó a 3,2 millones de viajeros en el 2017. Por eso ahora bodegas, casas rurales, restaurantes, la Diputación Provincial y la Cámara de Comercio de Castellón quieren impulsar la Ruta del Vino.

Los romanos y el vino y Los orígenes del vino son los nombres que han elegido la Cámara de Comercio de Castellón e Itinerantur para bautizar a las dos rutas que pretenden mostrar a cuanta más gente posible el misterioso proceso por el que un grano de uva se convierte en la bebida inteligente. «De lo que se trata es de acercar el mundo del vino a la mayor gente posible y, por eso, vamos a promocionar las rutas en ferias turísticas», explica Chema Rabasa, cofundador de la empresa Itinerantur. La primera ruta incluye una visita a las bodegas Mas de Rander e Ildum Vinarius, además de una visita al Arco Romano de Cabanes y Turrones Agut. Acaba con una comida en Pou de Beca (Vall d’Alba). El segundo de los itinerarios propone conocer las bodegas Les Useres, Vicente Flors y Clos D´Esgarracordes para seguir con un tour por el museo Peregrins de Les Useres y por Vilafamés, donde se realiza la comida. Cada una dura cuatro horas y cuesta 20 euros por persona.

UN LARGO RECORRIDO

Sergio Garrido es el presidente de la Ruta del Vino de Castellón y gerente de bodegas y viñedos Baron d’Alba. Está convencido de que el enoturismo tiene todavía un largo recorrido y eso que por su bodega pasaron el año pasado más de 6.200 personas. «El enoturismo va claramente a más, aunque en Castellón todavía queda mucho por hacer y ahora hay una apuesta decidida tanto por parte de la Cámara de Comercio como por la Diputación por impulsar el proyecto y acercar las viñas y las bodegas a la gente», afirma.

Una parte importante del público que visita Baron d’Alba tiene entre 30 y 45 años y procede de la provincia, pero también de Valencia, Madrid o el País Vasco. «Lo que más sorprende a los visitantes es el hecho de que en Castellón se haga vino. Y cuando lo prueban les sorprende la calidad del producto. Muchos todavía piensan que hacemos vinos de pelea, como nuestros abuelos y desconocen que este sector se ha profesionalizado y en los últimos años ha experimentado una profunda transformación», añade.

Juan Domingo Tárrega, propietario de Bodegas Mas de Rander, también es un claro defensor del enoturismo. «Es vital para que la gente nos conozca», explica. Y lo dice nada más acabar de guiar a ocho turistas suecos por el viñedo y la bodega. A Mas de Rander, situada a 4 kilómetros de Torreblanca, llegan cada año turistas alemanes, ingleses y rusos. También españoles. De hecho, este año prevé superar las 2.500 visitas. «La gente se asombra al ver nuestras instalaciones, pero también al descubrir que elaboramos vino tan cerca del mar».

EMBAJADORES DEL PRODUCTO LOCAL

En el interior de la provincia, muy próximo al parque natural de la Serra d’Espadà, se encuentra bodegas Alcovi. Hace nueve años, cinco socios empezaron a trabajar ocho hectáreas de viñedo propio en terreno de secano, de las que salen unas 16.000 botellas de vino al año. Hace dos decidieron darle otra vuelta de tuerca más a su pasión y decidieron abrir la bodega al público. «El resultado ha sido espectacular. Cada vez nos visita más gente y de más lugares diferentes», cuenta Maite Montañana, una de las socias de la bodega. En cada una de las visitas, los viticultores de Alcovi explican cómo han resucitado las viejas viñas de la comarca, cómo las trabajan con mimo y paciencia. «Hacemos un trabajo totalmente artesanal. Recolectamos a mano, etiquetamos a mano... nos dejamos el alma en cada eslabón», describe Montañana.

Vicente Flors es una institución en el mundo del vino de Castellón. Propietario de la bodega que lleva su nombre, defiende que el vino se hace en la viña y que el productor se limita a gestionar lo que le ofrece la tierra. Poco más. Y como conoce la tierra y sus posibilidades, sabe que el enoturismo beneficia al viticultor, pero también a restaurantes, casas rurales y hasta a los productores de quesos o tomates. Por eso reivindica la figura del bodeguero como embajador de los productos de Castellón. «Lo ideal sería conseguir que quienes se acerquen a nuestras bodegas compren productos locales o se alojen en hoteles de la zona», argumenta.

El vino de Castellón se reivindica y una de las mejores maneras de hacerlo es acercándolo a la gente, para que el público (sobre todo el más joven) descubra que está hecho de uvas y que, sobre todo, tiene pasión, alma y personalidad. Ver para creer.