El pasado deja huella, y la tranquilidad y el contacto con la naturaleza son dos valores en alza. Por eso, cada vez son más los urbanitas que buscan refugio en alguno de los alojamientos turísticos del interior de Castellón. Oro puro. La casa rural vuelve a estar en el punto de mira de las familias a la hora de hacer una escapada de fin de semana y eso explica por qué los datos que maneja el sector siguen siendo ilusionantes. De enero a septiembre de este año, 34.026 viajeros han optado por este tipo de alojamientos en la provincia, y todo hace prever que 2019 se cerrará con más de 46.000 visitantes, una cifra superior a los 40.987 que lo hicieron hace once años, en 2008.

El turismo de interior sigue estando de moda entre los viajeros, pero quienes eligen Castellón para hacer una escapada tienen menos dónde elegir. ¿El motivo? Que cada vez quedan menos casas rurales abiertas, algo que en principio podría parecer contradictorio si se tiene en cuenta que la demanda no deja de aumentar. Y quien lo constata es Turisme Comunitat Valenciana, que al cierre del 2018 contabilizaba en la provincia un total de 424 casas rurales, 64 menos que en 2014 y prácticamente la misma cifra que hace 12 años. O dicho de una manera más clara: en cuatro años, Castellón ha perdido el 15% de su oferta de alojamiento de interior, a una media de 16 cierres al año.

A quienes en Castellón se dedican a este sector, los datos de Turisme no les sorprenden en nada. «La oferta ha ido a la baja y más que lo seguirá haciendo. Estos años han desaparecido muchos alojamientos que, en su día, abrieron gracias a las ayudas europeas, y se han quedado aquellos que apuestan claramente por este sector», apunta Alberto Galloso, uno de los responsables del club de producto de interior Temps, que aglutina 65 establecimientos de interior de la Comunitat y que en el 2018 generaron 101.000 pernoctaciones y 5 millones de euros de ingresos.

LAS AYUDAS EUROPEAS // El auge de las casas rurales empezó en Castellón entre finales de los noventa y los primeros años del 2000 y coincidió con los planes Leader y, más tarde, los Feder. Dinero a chorros procedente de fondos europeos cuyo objetivo fue ayudar a la creación de un parque de alojamiento rural que sirviera de complemento económico de la actividad agrícola y ganadera. Esa era la idea original y esas ayudas provocaron que, en apenas 15 años, la cifra de casas rurales en Castellón pasará de 89 (en el año 1999) a las 455 del 2007. La cifra siguió creciendo a partir de ese año hasta llegar al récord de las 531 alcanzado en 2011. «Los propietarios se han dado cuenta de que ya no basta con tener un alojamiento en el interior y anunciarse por internet. El cliente se ha vuelto más exigente y, cuando sale, demanda un producto de calidad y eso requiere de una mayor profesionalización», añade Galloso.

Que en Castellón se hayan esfumado en cuatro años el 15% de los alojamientos rurales no significa que no haya empresarios dispuestos a invertir en el sector. Gabriel Mayo, de Vilafamés, es uno de ellos. Gestiona dos casas rurales en el municipio y en medio año prevé inaugurar otro alojamiento de 10 habitaciones. «Vilafamés forma parte de la red de Pueblos más Bonitos de España y eso, quizás, explica que cada año el turismo vaya a más. Este año está siendo espectacular y la demanda es muy alta», sentencia.

VIAJEROS NACIONALES // El turismo de interior se nutre en Castellón sobre todo de viajeros nacionales. De hecho, de los 34.000 visitantes que han elegido la provincia hasta septiembre, solo 1.356 eran extranjeros, según datos del Instituto Nacional de Estadística. «El 85% de los clientes de alguno de los alojamientos del club Temps proceden de la Comunitat y, en el caso de Castellón, suelen llegar de Valencia y Alicante», describe Alberto Galloso, que argumenta que el sector tiene todavía recorrido y puede crecer mucho más, sobre con una buenas campañas de promoción en la propia Comunitat Valenciana.

Otra de las claves es buscar alianzas con otros actores, algo que muchos empresarios del sector ya están haciendo. Y ahí es donde entran en escena actividades como el enoturismo o la pescaturismo. «De lo que se trata es de sumar, de contarle al cliente que Castellón tiene una oferta muy rica y variada que hay que saber vender», añaden.