Tensa mañana en el campus de la UJI de Castellón, que tomó el testigo de Barcelona como campo de batalla del conflicto de intereses del gremio del taxi y nuevas fórmulas de negocio, como Uber, plataforma que con una app permite al usuario --entre ellos, turistas-- pagar por su movilidad a conductores privados. Y choque también entre libertad de expresión y pluralidad con el derecho laboral y a la manifestación; por fortuna, sin altercados graves.

Unos 150 taxistas --350, según los convocantes--, llegados de Castellón, Valencia, Alicante, Barcelona y Avignon (Francia) protestaron frente a la sede de la FUE-UJI por la presencia como ponente en el XIX Congreso Internacional de Turismo del director de Comunicación de Uber para España y Portugal, Yuri Fernández.

El gremio denuncia que la multinacional --que tras sanciones volvió a España en enero, a Madrid-- está desregulada, es competencia desleal, no tributa en España y no da la seguridad ni profesionalidad del taxi.

“Sin control público, va a acabar con el sector y arruinará a miles de familias. No puede ser que la universidad, que forma a jóvenes, les dé voz”, criticaron, desde la Federación del Taxi de la Comunitat, Fernando del Molino; y por Élite, su portavoz, Óscar Sala.

Al respecto, el directivo de Uber alegó que se les “critica que al llegar a una ciudad --Uber está en 400 y en 70 países-- suben los precios por monopolio, pero es todo lo contrario”. Y argumentó que son “competencia, sí, pero legal, y esperanza para los parados”.

Así, citó UberPOP, “servicio con conductores particulares, con seguro y a los que asesorará la asociación de autónomos UPTA para que tributen correctamente, tras un convenio”. Añadió que “el turista elige Uber por confianza, comodidad de pago en efectivo y de la app cargada en su idioma”.

BENGALAS Y HUIDA // La protesta comenzó con tensión máxima hacia las 10.30 horas. Taxis ocupando el paseo del campus, bengalas, petardos, tracas y silbatos. El rector de la UJI, Vicent Climent, se acercó y fue increpado por “permitir que una universidad pública invite a empresas como Uber”. A lo que Climent defendió su obligación de “potenciar el debate” y recordó que han agregado al taxi como ponente --pero no cara a cara con Uber, sino más tarde, para clausurar--. Iniciado el certamen, la organización cerró las puertas, custodiadas por seguridad privada. Arrancó la intervención de Uber, frente a estudiantes y público, y la voz amortiguada por el ruido de fuera, de los manifestantes (con petardos y tracas incesantes, que ocasionaron un destello en la sala, por los cristales de una puerta de emergencia trasera, detrás del proyector). En el exterior, los portavoces del taxi expresaban su malestar por no dejarles entrar aún a escuchar a Uber. Fue terminar y se les dejó acceder a la sala. Del Molino y Sala, cara a cara con Fernández, mostraron discrepancias mutuas y se emplazaron a hablar en otro momento. González entonces fue acompañado y salió del edificio, aunque no por la puerta principal, donde gritaban su nombre y le reclamaban. Se optó por adelantar el turno del taxi y Del Molino, como portavoz, pidió disculpas “por el pequeño circo, con el ruido de fuera que llegaba a la sala. No admitimos del todo este tipo de agresión para hacernos escuchar, pero los entiendo: la gente se juega el sustento familiar” y su reivindicación es legítima. Al término, salió afuera y, megáfono en mano, dio por concluida la protesta, aunque resonaron las consignas por Yuri. H