A los enemigos de los sacos de dormir y las tiendas de campaña solo con escuchar la palabra cámping ya les entra repelús. Dormir en plena naturaleza, rodeado de zonas verdes, puede ser una experiencia gratificante y más barata que hospedarse en un hotel y viajar a cuerpo de rey, pero les tira para atrás la idea de que van a tener que descansar en el suelo, lidiando con los mosquitos y utilizando lavabos y duchas compartidas. Si usted es de los que todavía piensan así, seguramente hace años que no ha pisado alguna de las instalaciones de Castellón. O nunca ha estado en ellas. Si lo hubiera hecho, a estas alturas ya sabría que los cámpings de ahora nada tienen que ver con los de hace unas décadas y que en los últimos años se han convertido en uno de los actores más potentes del sector turístico de la provincia. ¿La clave del éxito? Unas instalaciones que nada tienen que envidiar a las ciudades de vacaciones y que tientan al visitante a base de confort, áreas temáticas y experiencias.

Que los terrenos de acampada y los bungalow se han posicionado como una apuesta turística con valor propio es algo que se explica con el aumento de visitantes año tras año. Durante el 2018, un total de 269.346 turistas decidieron pasar sus vacaciones en algún cámping de la provincia, según datos de Turisme Comunitat Valenciana. Esa cifra (las pernoctaciones rozaron los 2,2 millones) supuso un alza del 5,2% respecto al 2017 y, además, fue el único sector que aumentó, ya que los apartamentos turísticos decrecieron un 15,5%, los alojamientos rurales menguaron un 19,7% y los hoteles también fueron a la baja (-0,5%). Y este año las buenas noticias se repiten: 83.944 viajeros hasta mayo y 256.219 pernoctaciones, un 12,3% más que en el mismo periodo del pasado ejercicio.

En Castellón existen 43 cámpings que disponen de 21.582 plazas y 5.533 parcelas, y aunque todavía quedan algunas instalaciones tradicionales, divididas por parcelas y con un simple punto de luz y agua para cada familia, las nuevas tendencias están muy alejadas de los habituales tópicos de la acampada. «Los establecimientos de ahora no tienen nada que ver con los de hace unos años. Tenemos unas instalaciones magníficas, ofrecemos un servicio de calidad y muchos puestos de trabajo, y llevamos varios años de crecimiento. También lo haremos este verano, dado que las perspectivas son enormemente positivas», describe José María López, propietario del cámping Oasis de Orpesa y, además, presidente de la Asociación de Cámpings de Castellón.

Acampada con glamur

Para reinventarse y dejar atrás el concepto de acampada tradicional, el sector del cámping de Castellón ha acometido inversiones millonarias. De hecho, estiman que solo en el último lustro los empresarios han gastado más de 20 millones de euros en mejorar sus instalaciones y adaptarlas a la tendencia del momento, el glamping, un juego de palabras que une glamur y cámping. En los alojamientos ya no solo hay tiendas de campaña, sino que abundan las casas de madera u otro tipo de apartamentos, como cabañas o caravanas vintage reconvertidas en pequeños pisos.

Las caravanas vintage son, precisamente, uno de los reclamos del cámping Azahar, una de las cinco instalaciones con las que cuenta la localidad. «Caravanas, bungalows y mobilhomes son lo más demandado. Ahora en verano nuestro cliente es casi cien por cien nacional y, en invierno, gana por goleada el internacional», explica Mar Fabregat, responsable de las instalaciones.

Bungalows a los que no les falta de nada, piscinas que son miniparques acuáticos, instalaciones deportivas, salas de masaje, discotecas y hasta una plaza de toros... la nueva manera de pensar esta actividad turística ha pasado por convertirla en un destino turístico en sí mismo. «Somos un destino ideal para las familias, sobre todo, si tienen niños pequeños. En un cámping pueden estar todo el día en la calle, sin ningún peligro», argumenta Rosa Ferrer, gerente del cámping Ferrer, en Peñíscola, unas instalaciones que el año pasado cumplieron 40 años. «Los que todavía no nos conocen tienen una idea equivocada. En Castellón hay instalaciones que son auténticos resorts de lujo», sentencia.

Fernando Bonet, empresario ya jubilado, es una de las personas que más conoce cómo han cambiado los cámpings en Castellón. Junto a su hermano, en 1965 abrió el Bonterra Park, en Benicàssim. «Mi padre era llaurador. Tenía un terreno en Benicàssim donde había un pozo y allí decidimos montar el cámping», cuenta. Lo hicieron en una época en la que en Benicàssim no había ni agua potable ni alcantarillado y nadie sabía lo que era el turismo. «Hasta bien entrados los setenta, el grueso de nuestros clientes eran centroeuropeos, sobre todo, franceses que llegaban con la autocaravana. Ahora el perfil ha cambiado y cada vez el cámping es más conocido entre las familias españolas. En verano el grueso de los clientes son nacionales, mientras que en invierno tenemos unos niveles de ocupación muy altos gracias a los turistas jubilados que llegan de otros países. Y eso nos ha ayudado a desestacionalizar», recuerda. Estas instalaciones también reciben clientes de la provincia, aunque la proporción es baja.

Un 41% de extranjeros

De los casi 270.000 clientes que el año pasado eligieron un cámping de Castellón para pasar sus vacaciones, el 41% procedía de fuera de España, fundamentalmente de Alemania, Francia, Holanda o Gran Bretaña. «Tenemos todavía recorrido. Todos estos clientes internacionales llegan con sus caravanas y lo hacen por carretera. Si tuviéramos mejores comunicaciones, como por ejemplo más vuelos, podrían venir muchísimos más y lograríamos llenar los bungalows también en invierno. Los cámpings saldrían beneficiados, pero también lo harían los comercios locales», dice Ferrer.

La materia prima del cámping es el aire libre, los entornos naturales. Estar cerca de la playa es un plus, aunque en Castellón también hay instalaciones de interior. Los Cloticos, en Bejís, es uno de ellos y sus clientes son mayoritariamente nacionales. «Nuestro plato fuerte es el entorno en el que estamos, la tranquilidad, el estar cerca del río y la gran cantidad de actividades que se pueden hacer», explica Yolanda Adrián, una de sus responsables.

Pero, ¿qué cuesta pasar una semana en un cámping de Castellón? Aunque las tarifas son diferentes dependiendo de las estrellas que tenga la instalación y también de la época del año, por lo general alquilar un bungalow con capacidad para cuatro personas en temporada alta cuesta entre 980 y 1.200 euros a la semana. El alquiler de una parcela vale entre 210 y 350 semanales.

Una oferta que apenas varía

El cámping está más de moda que nunca en Castellón y llama la atención que la oferta de instalaciones apenas ha variado con los años. «Abrir uno no es fácil. Se necesita un terreno muy amplio, como mínimo de entre tres y cuatro hectáreas, y hay que cumplir toda una serie de normativas. El coste es altísimo», resume Bonet. Pero pese a las dificultades, todo apunta a que Castellón tendrá el próximo año un nuevo cámping. Estará en Orpesa y se dedicará al alquiler de parcelas para caravanas y autocaravanas. «Nos ha costado muchos años, pero al final lo abriremos en 2020», avanza José María López, el impulsor de las nuevas instalaciones.

Y es que pese al momento dulce que pasa el sector, el cámping tiene todavía mucho recorrido. «En España solo el 9% de la población es campista, un porcentaje que en Holanda llega al 30%. !Mira si podemos crecer!», sentencian los empresarios.