En la vida, sin ni siquiera quererlo, estamos sujetos a la suerte y hay una lotería terrible a la que juegan cada día todos los seres humanos y de la que algunos todavía no son demasiados conscientes: el cáncer. Porque el cáncer no es una enfermedad, sino un conjunto de diferentes enfermedades que tienen en común que una ­determinada célula escapa del control general y empieza a proliferar. Ese aumento puede ser benigno e irrelevante, pero también maligno. A María José hace dos años le tocó esa lotería. También a Lolo. Y a Laura. Y a Javier. Y a Vicente. Y a las más de 2.800 personas de Castellón a las que cada año se les diagnostica un tumor. Todas recibieron un día la peor de las noticias. La mayoría han sobrevivido al diagnóstico, al tratamiento, a los efectos secundarios. Porque en más de la mitad de los casos, detrás del cáncer hay vida. Una larga vida.

María José Iranzo tiene ahora 49 años y en 2016 fue una de las 2.794 personas de la provincia que enfermó de cáncer. «Un día descubrí que tenía un bultito en el pecho, así que fui al médico y, tras realizarme todas las pruebas, me diagnosticaron un tumor de mama», cuenta esta vecina de Castellón. En agosto de ese mismo año se sometió a una intervención quirúrgica y luego a varias sesiones de quimioterapia. Hoy, año y medio después, está limpia. «Al principio fue un palo muy grande, sobre todo, cuando te dicen que tienes cáncer», recuerda. Ese palo del que habla María José también lo sufrió su familia. «Una de las cosas que más me preocupaban, incluso más que la propia enfermedad, era ver como mi familia iba a encajar todo aquello. El cáncer ha sido una lucha mía, pero también de toda mi familia», dice.

Las mismas fuerzas que tuvo María José para ganarle la partida al cáncer las sacó José Manuel Rosa Gil, Lolo para su familia y amigos. En su caso la lotería le tocó en forma de cáncer de laringe, una enfermedad que cada año afecta en España a casi 3.500 personas y que en la mayoría de los casos implica una laringectomía, es decir, la extirpación total de la laringe. «Me operaron hace un par de años y aquí estoy, aprendiendo a hablar otra vez y mejorando cada día», describe.

Dos veces a la semana, Lolo acude a la sede de la Asociación Española contra el Cáncer de Castellón (AECC) donde una logopeda le ayuda a recuperar el habla. No está solo. Lo hace junto a una decena de personas que han pasado por lo mismo. «Este tipo de programas te ayudan un montón. Cuando vine la primera vez y ví que algunos de mis compañeros hablaban pensé: Si ellos pueden, yo también voy a hacerlo», asegura.

Lolo y María José le han ganado la batalla al cáncer, aunque reconocen que el camino es duro. «Al principio todo es nuevo, todo son incógnitas para las que no tienes respuestas», apunta María José, que describe que durante todo el proceso no se sintió sola en ningún momento. Y eso lo tendrá siempre presente. «He estado superacompañada, tanto por parte del oncólogo como de las enfermeras, psicólogas... Todos los profesionales con los que me he encontrado me han ayudado muchísimo», sentencia.

Si uno de los momentos más duros de la enfermedad es el diagnóstico, la mejor noticia posible llega cuando las analíticas confirman que ya no hay rastro de cáncer. «Hace un año acabé el tratamiento y ahora me someto a controles cada seis meses, como todo el mundo», resume María José Iranzo, que recuerda su enfermedad como «una etapa más». «Me ha tocado a mí y ha sido una etapa más de mi vida. La verdad es que no lo veo con excesivo dramatismo», asegura. Lolo Rosa también ve el vaso medio lleno. «Hay que luchar siempre, ser fuerte y tirar hacia adelante. Si hay que gente que puede, nosotros también», defiende.

UNA MANO AMIGA

Buena parte de las personas que en Castellón sufren o han sufrido cáncer se han encontrado con una mano amiga, la mano de la AECC. En la provincia tiene 6.000 socios, medio centenar de juntas locales y casi 200 voluntarios. «Uno de los fundamentos es de acompañamiento, de apoyo, de compartir la situación con el enfermo», explica Salomé Esteller, secretaria provincial de una entidad que preside Carlos Camahort. Y hacen falta voluntarios. «Queremos fomentar el voluntariado y las juntas locales».

Programas como Volver a hablar, la atención psisológica, el piso de acogida para enfermos de fuera de la ciudad... son algunos de los servicios que presta gratuitamente una asociación que ya cumplido más de medio siglo. «Todo lo que recaudamos va destinado a este tipo de servicios por eso la laboral del voluntariado social es esencial. Y tenemos un equipo de diez», dice.