Carlos Mañas, exdocente de Comunicación Social, escritor y asesor, es autor de una famosa serie en formato Podcast llamada Mi cabeza me hace trampas. Padece un trastorno bipolar y reivindica el humor para afrontar este padecimiento. Precisamente este jueves, día mundial de la enfermedad mental, impartirá la conferencia inaugural del acto organizado por la Asociación de Familiares de Enfermos Mentales Afdem en el edificio Quatre Cantons.

--Qué mensaje querría transmitir hoy en el Día Mundial de la Salud Mental?

--Que mis iguales no se avergüencen nunca de lo que son. Que si cualquier persona se acerca a un enfermo mental que vea que es una persona que merece respeto. Puede ser tonto o listo, alto o bajo, malo o bueno. Es como el resto de la gente. No es bueno que una persona se avergüence de lo que es.

-¿Cuándo le diagnosticaron trastorno bipolar?

--En mi caso igual que tengo un número de DNI, un número de teléfono, un número de la Seguridad Social, a los 40 años, hace ahora trece, me dieron un número que es un pasaporte mental que es F31.5 que significa trastorno bipolar con síntomas psicóticos. El apellido --síntomas psicóticos-- es el que más miedo causa, porque según sea el galeno que te atiende obedece a una esquizofrenia o un trastorno afectivo. El diagnóstico, en plena jornada laboral de profesor universitario, me cogió de sorpresa.

--¿No sospechaba nada?

--Yo me dedicaba al mundo de la comunicación, de la creatividad a la hora de hacer un anuncio, un plan de comunicación. Una de las partes del trastorno bipolar, es la euforia. Esas ideas que alguno piensa, equivocadamente que son brillantes. En casa, tengo la fortuna antes del diagnóstico, de tener mujer e hijos, y era la familia la que notó algo en mi comportamiento. Luego, al tener un intento suicida, es lo que nos llevó a acudir al especialista. A partir de ahí me hicieron las típicas pruebas, una especie de control, entrevista. En mi caso es genético; tengo familiares que se han suicidado. Convinieron que era un trastorno psíquico, una enfermedad mental.

--¿Tenías antecedentes?

--Una de las esperanzas que tienen los especialistas para dar con un trastorno certero es si hay algo genético. En mi caso lo hay. Tanto mi padre como en uno de mis hermanos acabaron su vida en un suicidio. Es una parte estadísticamente muy alta en lo que sería la patología psíquica del trastorno bipolar. Fue el detonante para una investigación para elaborar un diagnóstico. Pero, la gente no tiene por qué tener la genética, también el consumo de tóxicos puede desembocar en una patología... Pero en mi caso sí. Esos comportamientos que son como una montaña rusa, un día estás muy feliz, otro muy triste. Y la tristeza viene sin avisar. No es porque se te haya muerto un ser querido. Te despiertas muy triste. Es una cosa endógena, no exógena como la depresión típica falta de un ser querido. En mi caso la tristeza llamaba a la puerta sin pedir permiso. Eso es un detonante para descubrir la severidad del diagnóstico.

--¿Qué estrategias empleas para afrontar la situación?

--Tengo dos vías. La primera es que no quiero ser una persona cuchara. Quiero pinchar y cortar. La patología psíquica, sea cuál sea su apellido, la gente no sabe que está llena de prejuicios. Una persona que tiene un problema físico, que circula con una silla de ruedas, su principal obstáculo es una escalera. En mi caso son las personas. A mí la patología me separa de las personas. Cuando una enfermedad te separa de las personas es lo peor que te puede pasar. No puedes tener una cohesión social con una calidad de vida que no sea señalado por la gente. ¿Qué hago para superar estas flaquezas? Quiero decirle a la gente que no necesito caridad, necesito derechos, que no soy agresivo. Que la gente confunde la enfermedad mental con la intelectualidad, y no tiene nada que ver, tiene que ver con las emociones. Los fármacos te convierten en un robot. La imagen exterior que da es como si fueras un drogadicto. Tenemos una doble vía de estigmatizar. La separación con la gente y la mirada desconfiada que uno tiene cuando se le asoma por los labios la saliva, cuando miras hacia el suelo... Las propias asociaciones tienen que cambiar la manera de comunicarse con la audiencia. Tienen que poner gente feliz. Hacen falta referencias. Yo tengo mujer, hijos, y no soy agresivo. Por mucho que en el capítulo de una telecomedia aparezca una persona que escuchando voces mate al vecino. Una persona puede ser mala teniendo una patología importante. No defiendo el dolo o la manera de comportarse mal en sociedad disculpándose en una patología psíquica.

--Entiendo que está hablando del estigma que arrastra la enfermedad mental.

--Estigma es ignorancia y a veces maldad. Que pueden utilizar tu flaqueza para hacer un anuncio en la tele y acabar con risas. Que un titular de una noticia tenga morbo para respetar el deseo del lector. Que cuando uno pide la minusvalía le releguen a un punto de vista subjetivo porque aunque uno se pueda vestir, a lo mejor en un momento psicótico se viste con una falda. Es no ser igual a la hora de enjuiciar tu calidad de vida. Y la gente estoy convencido de que lo hace por falta de información. Cuando no te conoce y no sabe nada de la patología, solo ve lo que conoce por la prensa, por una serie... No son culpables del todo porque solo conocen una versión y esta arruinada por estereotipos.

--Usted reivindica el sentido de humor como herramienta para afrontar la enfermedad bipolar.

--Creo que es la mejor manera. Tengo una frase que me la cedió, se la copié, a Leopoldo María Panero, con quien compartí en su día habitación en un centro de salud mental. Es un poeta maldito. Acabó su vida en Tenerife. Entendí que utilizaba una forma de hacer las paces con la enfermedad muy romántica y humorística: "Hay que ser feliz aunque sea por joder". El humor ayuda a romper el hielo, a tener una imagen de cara al exterior que no sea la tristeza, que no acabes dando pena, que como el estigma es una manera de mantenerse al margen. La palabra empatía está muy prostituida.

--Ha escrito un libro titulado Mi cabeza me hace trampas, ¿qué cuenta en él?

--Se hizo para un podcast. Hay una persona en el pop español que se llama Tino Carralda, que me hizo una canción que se titula Calor en Invierno. Es la primera canción que habla de la patología bipolar que se compuso en España. Tuve el orgullo de que me la dedicara a mí. Luego hicimos un libro, en el que intenta que el lector encuentre entre sus páginas los actos de canguro que defino como la tristeza, la melancolía, como tienes un brote psicótico o una tentativa suicida porque a lo mejor tienes miedo a que te dejen de querer porque a lo mejor has hecho algún tipo de tropelía doméstica y has hecho daño. Y se ha convertido en un podcast que tiene 2.104.000 descargas. Salió a la luz en enero. Creo que es el 40 a nivel mundial.