Solo una sorpresa que nadie espera en las elecciones del 10 de noviembre (10-N) podría salvar del relevo una vez pasen los comicios a la actual presidenta del PP en la Comunitat Valenciana, la valldeuxense Isabel Bonig.

Si, por el contrario, se cumplen las previsiones que marcan las encuestas de ligero aumento de los apoyos (centrado en Alicante, un feudo que no controla), el malestar de la dirección nacional del PP de Pablo Casado, contenido hasta ahora solo por las sucesivas citas con las urnas, se materializaría con la sustitución de la lideresa del PPCV una vez que pase el 10-N e incluso sin esperar a la celebración del congreso ordinario, que tocaría en el año 2021.

UN PERFIL QUE NO CUADRA // Uno de los elementos que cuentan es que Bonig no ha matizado su tradicional perfil beligerante, materializado en un discurso de una derecha radical muy alejado de lo que Casado busca ahora.

Nombrada presidenta del PPCV en el peor momento del partido, tras la dimisión primero del que fue su principal valedor, Francisco Camps, por su imputación en el caso de los trajes, y después de Alberto Fabra tras la debacle en los comicios del 2015, apenas ha logrado mejorar los apoyos del electorado desde entonces. De hecho, las municipales de mayo de este año cerraron el círculo de la derrota en Castellón, con la pérdida de la Diputación. El partido antes hegemónico ha perdido poder institucional y recursos económicos, lo que genera no solo conatos de rebelión interna, destacados en Valencia y flagrantes en Alicante, sino que basta para el enfado de quien observa desde Génova. A estos datos se suman en contra de su gestión, como informó ayer Mediterráneo, las estimaciones para el 10-N, que solo aportan mejoras en Alicante, como indica la encuesta realizada por Invest Group para este diario, Levante e Información.

la gestión interna// La todavía presidenta del PPCV echó leña al fuego de su interinidad cuando se decidió por apoyar (nunca de manera explícita) a Soraya Sáez de Santamaría en su frustrada carrera hacia la presidencia del PP que ganó Casado, como sucesor de Mariano Rajoy.

Su incapacidad para cerrar las graves heridas orgánicas en Valencia, uno de los principales encargos que recibió en su momento, y la pérdida de influencia en Alicante, única provincia donde permanece el poder institucional significativo (Diputación y alcaldía de la capital), definen combustible adicional para avivar las ganas del presidente nacional de sustituir a la valldeuxense al frente del PPCV, con el que los pulsos han sido reiterados desde las elecciones municipales del pasado mes de mayo.