En un estado de crisis sanitaria como el actual, el obispo de la diócesis de Segorbe-Castellón, Casimiro López, cuenta para los lectores del periódico Mediterráneo su visión sobre la pandemia del coronavirus, así como el papel de la Iglesia para hacer frente a esta situación que ha dado un vuelco a la vida de los castellonenses.

--Ante la crisis sanitaria internacional, ¿qué es lo que está haciendo la Iglesia y más en concreto en Castellón?

--Nuestra Iglesia diocesana ha estado desde un primer momento presente en la lucha contra la pandemia, en parroquias, Cáritas, conventos, asociaciones, colegios, residencias, cárceles u hospitales. En la oración encontramos la fuerza para acompañar al que sufre, para trabajar con esperanza contra la pandemia y para comprometernos ante las graves consecuencias de la misma.

Las parroquias están en contacto telefónico con los fieles, se ofrece la misa o momentos de oración y reflexión on line, la visita a enfermos, la catequesis y se administran sacramentos. Hay muchos fieles y sacerdotes implicados en Cáritas. La diócesis ha puesto a disposición el Seminario de Segorbe y el Seminario Mater Dei las camas para la ampliación del albergue de Castalia; hay un teléfono para acompañar a quien lo necesite; se ha creado también un fondo diocesano ante el covid-19 con una dotación inicial de 160.000 euros, de los que 50.000 euros proceden de fondos propios. Nuestra delegación de Misiones está ayudando económicamente a nuestros misioneros. Y también hemos cedido un terreno para el hospital de campaña en Castelló capital.

--No parece que sea el mejor momento para pedir que los contribuyentes marquen la X de la Iglesia en la declaración de la renta. Muchos se preguntan si no es más beneficioso dedicar ese dinero para la investigación contra el covid-19 en España.

--Económicamente, la Iglesia depende de las aportaciones directas y voluntarias de los fieles. En el actual periodo de la declaración de la renta se ofrece la posibilidad de marcar libremente la casilla para la Iglesia católica. Quien así lo hace, determina que el 0,7% de los impuestos que ha pagado se destine a la Iglesia católica. No pagará más ni, en su caso, se le devolverá menos. Así ayuda a la Iglesia en sus necesidades, entre las que siempre están atender a los más necesitados. No marcar la casilla de la Iglesia católica no significa que ese 0,7% se vaya a destinar a investigación.

--¿Cómo valora el trabajo de los capellanes en los hospitales, de las monjas en las residencias de la tercera edad, los comedores sociales, Cáritas y de la misma Iglesia en general?

--Todos están dando lo mejor de sí mismos. La declaración del Comité de Bioética de España, de 15 abril, ha facilitado el trabajo de los capellanes de hospitales en su tarea pastoral y de humanización de la sanidad. Siempre están dispuestos para escuchar y poder administrar los sacramentos a los enfermos, o para acompañar a los sanitarios. A la hora de hacer el bien, la Iglesia siempre quiere sumar, nunca restar ni ir en contra de nadie.

--Los entierros se reducen por ley a un responso y solo tres familiares pueden ir al cementerio ¿Teme que acabe por ser costumbre y, al igual que con los bautizos, comuniones y bodas aplazadas, puede dar la sensación de que esos ritos ya no son necesarios?

--La limitación de la presencia en entierros a tres personas y el sacerdote es muy dolorosa, especialmente para los familiares que no han podido dar el último adiós a sus seres queridos. Cuando nos lo piden, los sacerdotes los acompañan en el cementerio y en el duelo; las familias manifiestan su deseo de tener un funeral. Muchos preguntan sobre fechas para bautizos, primera comunión o confirmación. Por ello no temo que se quiera prescindir de los funerales o de los sacramentos. Los fieles piden que se reabran los templos, sienten necesidad de la Eucaristía, de los sacramentos y de la vida comunitaria. La fe cristiana no es virtual, sino presencial y comunitaria. La fe no está muerta. Ni mucho menos.

--Durante las grandes epidemias de la Edad Media, la humanidad encontró consuelo en la Iglesia y en la fe, favoreciendo su época de máximo esplendor. Hoy, con las iglesias vacías al tiempo que afloran las denuncias por pederastia, parece que se ha abierto una etapa de desprestigio. ¿La sociedad de hoy es más laica?

--Se afirma que después de la pandemia nada será igual que antes. Ojalá seamos capaces de reflexionar. El coronavirus ha cuestionado nuestras seguridades, nuestro ritmo de vida y nuestro bienestar. Nos creíamos omnipotentes y nos vemos frágiles, vulnerables y mortales, expuestos a la acción letal de un bichito microscópico. Tampoco la ciencia ni la técnica son omnipotentes ni tienen las respuestas para todo. Nuestro modelo de vida individualista, egoísta y utilitarista se ha venido abajo. Hemos experimentado que todos navegamos en la misma barca, hemos descubierto la solidaridad y espero que hayamos aprendido a que no podemos descartar de un modo tan egoísta y desagradecido a nuestros ancianos. Confío en que hayamos descubierto que no se puede abusar de la naturaleza ni ir contra sus leyes, sino que la hemos de cuidar y respetar.

Muchos se preguntan qué es lo verdaderamente importante en la vida, y sobre qué bases se debe

construir la existencia personal y la sociedad. Espero que sepamos reflexionar a fondo. Y rezo para que abramos nuestro corazón al Dios Creador, a su amor universal, manifestado y ofrecido en Cristo Resucitado, que es fuente de respeto y acogida del otro y de su dignidad, así como de fraternidad y solidaridad entre las distintas personas y los pueblos.

--Muchos sacerdotes han impulsado estas semanas de confinamiento las misas ‘on line’, de reinventarse en suma. ¿La crisis sanitaria puede incrementar también la falta de vocaciones o puede ser un incentivo?

--El futuro de las vocaciones y de la Iglesia están en manos de Dios, que nunca abandona a su Iglesia. A nosotros nos toca cooperar humildemente con la obra de Dios para que nuestra Iglesia diocesana sea cada día más fiel a Jesucristo y al Evangelio, y lleve al hombre y a la mujer de hoy al encuentro salvador con Cristo Jesús. Solo él puede saciar el deseo de felicidad, de infinitud y de inmortalidad que todos llevamos en nuestro corazón. Para ello hemos de convertirnos y dejarnos purificar de todo lo que le impide a la Iglesia ser el lugar visible de la presencia del amor de Dios en medio del mundo. Nuestros jóvenes están viendo estos días la entrega de muchos sacerdotes, religiosos y consagrados que, en muchos casos, han ofrecido su vida por atender a los contagiados por el coronavirus. Ojalá que estos testimonios toquen su corazón y acojan la llamada del Señor a seguirle y entregar su vida al servicio del Evangelio y de los hermanos.

--¿Qué mensaje quiere hacer llegar el obispo a la sociedad en el entorno de esta pandemia?

--Cristo Jesús ha muerto y ha resucitado para que en él tengamos vida. Su resurrección nos muestra que Dios es un Dios de vivos, y no de muertos. Dios llama al ser humano por amor a la vida y para la vida; nunca se olvida de su creatura ni en el dolor, ni en la enfermedad ni en la muerte. Dios quiere que cuidemos la vida propia y ajena que él nos ha dado y que luchemos por la salud también en la pandemia. Con su ayuda estoy seguro que pronto superaremos esta pandemia.