Castellón se solidariza con México. El seísmo que ha asolado la mitad del país y que ha causado muertes y desolación mantiene en vilo a muchas personas en la provincia, donde residen numerosos ciudadanos mexicanos y donde se vive de cerca el día a día de lo que allí sucede en las familias de los castellonenses emigrados a tierras centroamericanas. A las iniciativas de Cruz Roja, que ha abierto una línea de ayudas a los afectados por el seísmo, o el Villarreal CF que se ofrece a jugar un partido amistoso, se suma la campaña impulsada por el obispado de Castellón en sus 145 parroquias para contribuir a paliar la desgracia de las familias.

A partir de la propuesta de la parroquia de la Asunción de la Vall, municipio hermanado con Juchitán, donde un primer terremoto de 9,2 grados Richter causó el día 6 una catástrofe en vidas humanas, extendida a las réplicas de esta semana, se ha abierto una colecta a través de las redes sociales y en la misma sede que el obispo, Casimiro López, ha ampliado a toda la diócesis a través de Cáritas. Su portavoz, Marisa Vilaroig, explica que «toda ayuda es buena en estos momentos», agradeciendo las primeras muestras de solidaridad en el arranque de la campaña, esta semana, «que irá a más, esperamos, porque Castellón siempre responde a estas llamadas de emergencia».

Redes sociales y mensajería instantánea están siendo de nuevo claves para tranquilizar a las familias y amigos de los desplazados de Castellón a México o a la inversa. Todos lo pasaron mal en un primer momento, «al no saber la envergadura del problema», como explica el abogado morellano Ángel Salvador; y fue sobre todo por los chats del WhatApp como se generó «más tranquilidad a miles de kilómetros», como en el caso del toluqueño Diego Pineda.

«Hemos estado pegados a la televisión y al móvil», indican todos. «Es el peor terremoto que he vivido», coinciden los que están allí, y «el peor susto imaginable» para los que están aquí. Todos están bien, aunque «con el susto en el cuerpo», señalan, mientras hacen acopio de fuerzas para «ayudar, ayudar y ayudar», una palabra que se repite en los cuatro testimonios de Mediterráneo que esperan que «no haya más terremotos».