En Zucaina o Vallat no se vendió ninguna vivienda el pasado año. Son solo dos de los municipios del interior de Castellón donde el mercado de compraventa inmobiliario es prácticamente inexistente. Este es, sin duda, un claro síntoma de la despoblación que sufren las zonas rurales de la provincia, donde dos de cada tres ciudadanos vive en la costa.

Esta desigualdad entre el litoral y las áreas rurales es una constante. Y es que por cada vivienda que se vende en el interior se compran 70 en la costa. Según datos del Ministerio de Fomento sobre compraventa de inmuebles por municipios, en el 2018, se comercializaron en la Plana Alta, la más poblada de la provincia, 4.449 viviendas. Castelló, Almassora, Benicàssim u Orpesa concentran la mayoría de las operaciones en esta comarca que cuenta con 17 localidades.

En el polo opuesto se encuentra el Alto Mijares, la comarca de Castellón con menos habitantes. Comprende 22 municipios, en los que solo se realizaron 62 operaciones de compraventa inmobiliaria el pasado ejercicio.

La densidad de población en la Plana Alta es de 262 habitantes por cada kilómetro cuadrado, mientras que, en el Alto Mijares, es de apenas 5,84.

Por trabajo

La vicepresidenta del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria (API) de Castellón, Nuria Marco, refrenda que la actividad inmobiliara en el interior es escasa, «porque la gente compra una vivienda donde hay trabajo y tiene su empleo, por tanto, las operaciones se concentran en la capital y en todo el área metropolitana, como Vila-real, Benicàssim o Almassora».

Otro de los factores relevantes a la hora de adquirir una propiedad es la rentabilidad, por lo que los inversores optan, dentro del mercado de segunda residencia, por la costa, según señala la portavoz de API en Castellón.

Y es que muchos de los que se decantan por pasar sus periodos vacacionales en el interior de la provincia lo hacen en casas heredadas de sus familiares o en aquellas donde viven sus mayores durante todo el año.