Si es día de Pascua y hace buen tiempo, la tradición obliga a salir para comer la mona en un espacio lleno de vegetación. Pero desde hace un mes se vive una situación insólita, y a pesar del cielo soleado hubo que conformarse con degustar este dulce en el comedor. O en la terraza de casa, para los más afortunados. Las imágenes que acompañan esta información son el mejor reflejo de ello.

En el caso del Pinar, en el Grau de Castelló, las típicas estampas de la gente comiendo al aire libre y haciendo volar el catxirulo dieron paso a un sepulcral silencio, solo interrumpido por el sonido de las aves. Desde el consistorio indicaron que este conocido espacio «fue de los primeros que se cerraron al público cuando se decretó el estado de alarma, la misma semana que se anunció el aplazamiento de la fiestas de la Magdalena». Y así permaneció ayer: sin poder entrar y con un cartel que recuerda --por si alguien no se da por enterado-- los motivos.

Una situación análoga fue la de otro de los puntos más frecuentados de las celebraciones primaverales en Vila-real. Los bancos y mesas del entrañable Termet estaban vacíos, y las cintas policiales en las áreas de esparcimiento para niños reforzaban una sensación un tanto extraña. Desde el Ayuntamiento recordaron que en los últimos días «tanto la Policía Local como el ejército estuvieron en labores de vigilancia en segundas residencias y masets a quien tuviera la intención de trasladarse en estos días».

El aspecto de estos recintos va en consonancia con las playas desiertas en los principales destinos turísticos de Castellón, o la ausencia de procesiones en estas fechas tan señaladas para los devotos. Como tantas actividades durante el último mes, los ciudadanos se tuvieron que conformar con salir a los balcones.