Los incendios forestales están dando un respiro a las montañas de la provincia este verano. Y es que, desde que comenzara la etapa estival, solo se han calcinado 4,2 hectáreas, frente a las 1.300 que ya habían ardido el pasado año a estas alturas. Esto es, el actual registro representa una superficie 300 veces inferior a la del 2017.

Pero la comparativa no solo es positiva si la relacionamos con la del año pasado. En el 2016 ardieron 1.583 hectáreas, en el 2015 fueron 490 y, si nos remontamos al 2012, las llamas devoraron un total de 10.658 en el Alto Palancia durante el peor desastre natural desde el año 1994 y que afectó a los términos de Altura, Teresa, Sacañet, Jérica, Viver y Bejís.

Se trata, pues, del verano menos agresivo de los últimos seis ejercicios, según datos del Consorcio Provincial de Bomberos, en el que ha habido pocos incendios de vegetación y en unos terrenos de escasa dimensión. El último se produjo este jueves, junto a la ermita de Vinaròs.

Buenas noticias para el patrimonio natural de Castellón, después de incendios tan devastadores como el de Culla (2017), Artana (2016), Alto Palancia (2012 y 2009), l’Alcalatén (2007), la Calderona (2004) o Xert (2001).

Los datos hasta la fecha son más que positivos, pero los expertos llaman a la prudencia, pues el verano no concluye hasta el 21 de septiembre y en ese mes las condiciones meteorológicas pueden ser cambiantes, con vientos muy secos que pueden ser el peor enemigo de un incendio forestal.

«La campaña está siendo buena, básicamente porque existen episodios periódicos con algo de lluvia, produciéndose los incendios fundamentalmente por rayos», explica Fernando Kindelan, jefe de la sección forestal del Consorcio, quien incide en que la ratio de superficie afectada está siendo muy baja gracias a la rápida intervención de los efectivos.