Mónica Mudarra Castillo es una persona objetiva que valora los pros y los contras de una decisión tan importante como la que tomó hace 11 años: Cambiar su Castellón natal por la Copenhague de adopción. Asume que “la terreta es la terreta” y no oculta lo que echa de menos en Dinamarca: “Sobre todo la familia y el sol. Aquí los inviernos son muy largos, con nieve, frío, temperaturas de hasta -15º... Empiezan casi a mitad de agosto y tienes que ir con chaqueta y botas casi hasta mayo. También la comida, aunque como mi marido es cocinero solemos comer muy español y no falta la paella”. Sin embargo, en la balanza pesan más los pros que conllevan residir en el país nórdico: “A día de hoy no nos planteamos volver en primer lugar por nuestros hijos. Nos encanta la educación que reciben aquí. Es gratuita toda, desde los libros hasta el material, clases… y cuando llegan a la universidad, que también tiene mucho nivel, no solo es gratuita sino que pagan al estudiante con un sueldo de unos 800 euros al mes”.

Lógicamente, el aspecto económico también fue y es muy importante a la hora de coger las maletas y separarte de tu núcleo familiar, de amistades… “A diferencia de Castellón, aquí hay mucho trabajo y mucho mejor pagado. El salario normal de un camarero por ejemplo es de unos 2.000 euros, a los que hay que sumar las propinas. Con un poco de experiencia en hostelería, como es por ejemplo mi caso, la nómina ya sube fácilmente a los 3.000”, reconoce Mónica Mudarra, supervisora de desayunos en uno de los hoteles más conocidos de Copenhague, Tivoli Hotel. Añade también la castellonense que igual que los sueldos son más altos, también lo son los gastos: “Si te vas a cenar lo normal es pagar más de 100 euros por persona. La bebida por ejemplo es carísima. En los supermercados también se nota mucho la diferencia. Es difícil salir de uno sin pagar más de 60 euros por compra”.

Mónica llegó a Copenhague con 28 años acompañada por su marido y un hijo recién nacido. Hoy tiene 38 años y dos hijos, Iker y Noah Alexander, de 10 y 7 años respectivamente. Para quien decida seguir los pasos, esta castellonense da una clave: “Tienes que venir con un contrato de trabajo. Al principio es un poco difícil por el idioma, ya que hasta que pasan por lo menos dos años no hablas danés, pero vas mejorando el inglés y poco a poco te vas adaptando”. Prosigue explicando su historia de la siguiente forma: “Mi marido es cocinero y trabajaba en Marina d’Or. Se pusieron en contacto con él y le hicieron una buena oferta, así que aquí nos vinimos. Enseguida nos enamoramos de la ciudad”.

Reconoce esta castellonense por el mundo que “no es fácil hacer amigos en Dinamarca”, pero tras más de una década se siente casi una danesa más: “Si vienes sin hijos es más difícil porque los amigos se hacen en la escuela. Una vez aquí hemos conocido también a tres o cuatro castellonenses que viven en Copenhague y una vez coges confianza con los daneses también es diferente”. Además no faltan un par de visitas al año a Castellón: “Solemos ir en verano y después en Magdalena o Navidad. Mi familia también viene siempre que puede”.

Por último, para quienes estén pensando en acudir a la capital de Dinamarca lanza las siguientes recomendaciones: “No conozco a nadie que haya visitado la ciudad y no le haya gustado. Es muy bonita y tiene mucho verde, pero no hay que quedarse solo en Copenhague, sino ver también pueblos preciosos como Roskilde. Mientras hablo con Mediterráneo estoy también en el Palacio de Frederiksborg que parece Versalles (imagen inferior). Como mínimo hay que venir cinco días porque hay mucho que ver y recomendaría usar el transporte público, que funciona muy bien”.