Centenares de niños de toda la provincia se han quedado sin tomar la primera comunión en este mes de mayo, el habitual para esta ceremonia litúrgica que llena de ilusiones y sueños a los comulgantes, y de alegría y júbilo para sus padres. Sin embargo, la crisis sanitaria del covid-19 ha roto en pedazos una fecha señalada en el calendario de la vida católica de los más pequeños.

El edicto episcopal de suspensión sine die de estas celebraciones ha dejado fuera de juego a las familias, que esperaban vivir con intensidad esta jornada en el que los infantes reciben por primera vez a Jesús Sacramentado.

En la mayoría de los casos, con todo preparado para esta magna celebración: el traje (de marinero o almirante para ellos, o de princesa y blanco tul para ellas), el restaurante reservado, la lista de primera comunión, las flores...

EL PAN DE LOS ÁNGELES // Una suspensión tomada con resignación «y con pena», como señala Lidón Museros, la madre de David, que iba a recibir la eucaristía en la parroquia de San Cristóbal de Castelló, aunque calificada de «mucho sentido común», como indica José Miguel Ors, padre de Marcos, quien tenía que haberse encontrado con el Pan de los Ángeles el 10 de mayo en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen.

Aunque el documento del obispado habla de suspensión, las parroquias de la diócesis han tenido libertad para fijar fechas alternativas después del verano, siempre, eso sí, que las condiciones sanitarias lo permitan. Pau Piqueras, padre de Gonzalo y Adrián, está seguro que «cambiarán de formato por seguridad».