El 9 de octubre de 1238, el rey Jaume I hizo su entrada triunfal en la ciudad de Valencia. Aquella gesta, de la que hoy se cumplen 778 años, había empezado algunos años antes, en septiembre de 1231, y Morella y Burriana tuvieron un protagonismo destacado. Y también decisivo. Porque la mayoría de los especialistas en historia medieval coinciden en señalar que las carta pobla de estos dos municipios de la provincia fueron el origen del reino cristiano de Valencia.

El rey de Aragón empezó a soñar con conquistar Valencia mientras descansaba en Alcañiz. Fue a finales del verano de 1231, en una conversación con Blasco de Alagón, (uno de los nobles aragoneses más importantes del momento) y Hugo de Fucalquier, maestre de la Orden del Hospital. Es el astuto noble quien convence al rey de la riqueza de las tierras de Valencia y le sugiere que para llevar a cabo tan enorme gesta el primer paso es conquistar Burriana. ¿Por qué esa plaza? Blasco de Alagón se lo argumentó con estas palabras: «Si mis consejos quereis tomar emprended esa conquista; lo primero que debeis tomar es Borriana asentada en un llano no lejos de vuestros dominios, como centro para acceder a todos los demás lugares y castillos». Y así se hizo.

Jaume I avisó a todos sus caballeros y ordenó al noble aragonés que limpiara de moros la zona con la promesa de hacerle dueño de todos los castillos. Blasco de Alagón no tardó en conquistar Morella. Lo hizo el 5 de enero de 1233, pero la hazaña le duró bien poco. Nada más conocer la noticia, el monarca obligó al noble a hacer entrega de Morella a la corona. «Este castillo vale tanto como un condado y todas sus pertenencias y no puedo consentir que sea vuestro; cedédmelo», exigió. Blasco, no sin antes oponerse, acabó reculando y con la toma de los castillos de Morella y Ares por parte de la corona de Aragón se inició la conquista del reino de Valencia.

Si para el rey apoderarse de Morella resultó relativamente fácil, la plaza de Burriana costó mucho más. La población, de la que se decía que era la puerta de entrada a Valencia, servía también de abastecimiento a todos los castillos del norte, desde Peñíscola a Castellón, y eso explica porqué con la caída de la ciudad se rindió casi toda la provincia.

DOS MESES DE RESISTENCIA

El asedio a Burriana comenzó a mitad de mayo de 1233. El ejército del rey se desplazó desde Teruel a Viver y Jérica, cuyos campos fueron talados. Después hasta Segorbe y Torres Torres, y desde allí virando hacia el norte pusieron cerco a Burriana, que se rindió dos meses después. Durante todo ese tiempo, el rey situó su campamento en lo que actualmente es el poblado romano de Vila-real. Desde allí estaba al mando de 25.000 infantes y 2.000 caballos. Para el ataque utilizó máquinas lanzapiedras y se construyeron torres de asalto con la madera de lidoneros, abundantes por la zona. Los soldados, reclutados en Aragón y Navarra, trajeron consigo a sus mujeres e hijos, para que fueran testigos de sus hazañas. Tras semanas de combates (hasta el rey resultó herido), el 24 de julio de 1233, los moros abandonaron la villa de Burriana. En total, y según escribió Jaume I en sus crónicas, fueron evacuados 7.032 musulmanes. Tres meses y medio después de la ocupación, el 1 de noviembre, el rey entregó a los habitantes de Burriana, el fuero y carta de población.

Tras Burriana cayó Peñíscola. Era cuestión de días y el rey en persona se desplazó hasta la impresionante fortaleza. El resto llegó rodado. Los nobles cristianos sitiaron primero el castillo de Alcalà de Xivert. Después llegaron los de Cervera, La Jana, Vilafamés, Xert, Traiguera, Vinaròs, Cálig, Rosell, Sant Jordi, Santa Magdalena o Castellón.

Almenara se rindió en 1237. Con esa conquista, y junto a la toma de Nules y la Vall d’Uixó, quedó liberada prácticamente toda la actual provincia de Castellón. Poco a poco, Jaume I avanzó hacia Valencia. Pidió la ayuda del Papa Gregorio IX para que diera carácter de cruzada a la conquista de Valencia. Ocupó el Puig d’Enesa, abandonado por los musulmanes, que a partir de este momento será llamado Puig de Santa María. En agosto del año 1237 y, una vez reunidos los fondos económicos necesarios para la definitiva conquista de Valencia, el rey y su ejército lanzaron ya los primeros ataques contra la ciudad, que quedó definitivamente sitiada ocho meses después, el 26 de abril de 1238.

Valencia estaba al caer y para acelerarlo, durante los siguientes meses el monarca cristiano llevó a cabo una política basada fundamentalmente en la paciencia, para que la ciudad se rindiera por sí sola, acuciada por el hambre. La víspera de San Miguel, Valencia capituló mediante un acuerdo secreto entre el rey musulmán Zayyán y Jaume I. El 8 de octubre de ese mismo año, Ben Zayyán entregó las llaves de la ciudad al monarca cristiano y cerró un capítulo de la historia que empezó cinco años antes en Burriana. H