Acaba de celebrarse en Benicàssim el anual Certamen Internacional de Guitarra Francisco Tárrega, que empezó en 1967.

Los primeros guitarristas ganadores fueron españoles --Eugenio Gonzalo, el primero--, pero en 1971 ya fue un guitarrista extranjero el vencedor, Ricardo Fernández Iznaola, de Venezuela. Después lo consiguió Baltasar Benítez, de Uruguay; en 1974 ya triunfó un europeo, Wolfang Lehdele, de Alemania, y ya en plena etapa de amplia expansión, el mundo entero tuvo noticias del certamen, celebrado en escenarios municipales de Benicàssim.

En el verano de 2002 ya tuve la satisfacción de que el Ayuntamiento de Castellón me publicara un libro sobre el tema, en colaboración con Miguel Ángel Mulet, entonces concejal de Cultura.

Ya resaltamos el hecho de que el acontecimiento ha sido siempre cuidado y gestionado con entusiasta atención por las distintas corporaciones municipales de Benicàssim, que un día encontró la necesaria colaboración de los ayuntamientos de Vila-real y de Castellón, ambas ciudades con iguales derechos patrimoniales sobre Francisco Tárrega, por su condición de lugar de nacimiento y tierra donde reposan sus restos mortales respectivamente, además, claro está, de la carga emotiva que para todas las comarcas de la provincia se aprecia en torno al maestro de la guitarra y su música sin parangón.

INTERNACIONAL. Un día, a través del tiempo, le hablé. Desde dentro, parecía un grito sorprendido que él contestó:

--¿Es a mí?

--Sí, maestro Tárrega, perdone. Me dirijo precisamente a usted, salvando todas las distancias.

--¿De qué se trata?

--Verá. Cuando llegó usted, aventurero y artista, a Francia en 1881, hubo un personaje que se convirtió rápidamente en su amigo y valedor, en su incondicional admirador desde que en París escuchó el primer punteado de su guitarra. Me refiero, claro, al gran actor Coquelin, de la Comedia Francesa, institución de altísimo valor cultural.

--Sí, Coquelin fue mi amigo y la admiración era mutua.

--Bien. Lo que voy a recordarle es algo que me sirve ahora de introducción a mi pequeño homenaje. Unos años después de aquel encuentro en París, usted se convirtió en uno de los primeros veraneantes de Benicàssim y Coquelin en el primer turista. Y digo más. En una de aquellas primeras villas de Benicàssim, y junto a ellas verdes viñas junto al mar, ¿lo recuerda, maestro?, hubo muchas noches de un verano a caballo entre los años que separan los dos siglos en las que usted ofreció la música dulce y vigorosa, limpia y cálida de su guitarra a un grupo de buenos amigos entre los que, además del actor francés, se encontraban los pintores Castell y Puig Roda, el maestro Chapí y los escultores Viciano y Mariano Benlliure, entre otros.

En esas noches embrujadas, los artistas, en el éxtasis de la interpretación y de su goce son muy dados a imaginar futuros cuando recuerdan glorias pasadas y suelen aventurar profecías cuando todos los presentes hayan desaparecido en el tiempo. No es de extrañar, pues, que alguien dijera que, muchísimos años más tarde, cuando las partículas solidificadas de las notas musicales de su guitarra que habían subido en busca de las estrellas, volvieran a posarse sobre la tierra suavemente, cálidamente, otras gentes, en aquel mismo entorno, como en un embrujo mágico, tendrían la necesidad de pulsar las cuerdas de su guitarra, de muchas guitarras, como una especie de monumento en realidad dedicado a usted, maestro Tárrega.

Y así ocurrió, puesto que en 1966 el pueblo de Benicàssim, sensibilizado por quien también fue gran artista y admirador suyo, Leopoldo Querol, tuvo la necesidad de crear para todos los veranos y durante unas noches de cada verano, el Certamen Internacional de Guitarra Francisco Tárrega. Era inevitable.

TU TESORO.

--Pero, ¿de verdad tú crees en esas cosas? ¿Hay gentes que se acuerdan de mí? ¿Ha trascendido tanto mi obra?

--Su gran alumno Emilio Pujol se valió de Goethe para repetir aquello de «Deja en el yermo, ¡oh, artista!, tu tesoro y no temas si el tiempo le echa tierra; que si es de ley cual verdadero oro, alguien lo irá a buscar donde se encierra». Así que abandone su modestia y su sencillez humana, olvide por un momento su actitud de no querer vanagloriarse nunca de sus altísimos méritos y deje que le haga yo un modesto homenaje desde aquí y desde ahora, recordando algunos momentos y aspectos de su vida y de su obra.

VILA-REAL. Ciudad fundada por Jaime I y poblada con cristianos viejos en su mayoría procedentes de Lérida, gentes que aprovecharon la fertilidad del suelo, la benignidad del clima y la generosidad de sus tierras, no solamente para crear riqueza sino para marcar un carácter sólido, Vila-real fue la cuna de Tárrega. En la fachada de la que fue su casa, vi un día esta lápida: «En esta casa nació el 21 de noviembre de 1852, para honor y gloria de Villarreal, el eminente guitarrista y compositor Don Francisco Tárrega y Eixea. Por suscripción popular se rinde este homenaje en septiembre de 1910».