Las cooperativas, quizás la rama de la economía provincial que mejor ha resistido la crisis, se reinventan, vuelven a crear trabajo en Castellón y ya emplean a 7.709 personas, según los últimos datos. «Estamos dándole la vuelta a la curva», señala Emili Villaescusa, presidente de la Confederació de Cooperatives de la Comunitat Valenciana (Concoval). Y lo confirman los datos. Del 2015 al 2016 generaron 461 ocupados en las comarcas castellonenses, según las últimas cifras del Portal estadístico de la Generalitat.

Y ello a pesar de que no crecen en número. A tenor de los datos del Instituto Nacional de Estadística, en este 2017 existen 352 empresas cooperativas en la provincia, dos menos que el año pasado y tres más que en el 2013. Una situación en apariencia bastante estable y que no deja entrever el proceso de reestructuración que vive esta rama de la actividad productiva, con la creación y desaparición de varias cada año.

No en vano, Villaescusa admite que existe «un problema serio en el mundo agrario» y el director de la Federació de Cooperatives Agroalimentàries de la Comunitat Valenciana, José Segarra, concreta que las entidades citrícolas están «en una situación difícil». Esto no es ningún secreto, las de-sapariciones, fusiones y absorciones son habituales en los últimos años. El último ejemplo lo ha dado la histórica Narvill, de la Vilavella, que, tras absorber a Soex 3, de Moncofa, y a Uxorange, de la Vall d’Uixó, años atrás, acaba de entrar en concurso de acreedores, según ha publicado el Boletín Oficial del Estado.

integración // Ante esto, Segarra insiste en la necesidad de continuar con los procesos de integración: «La cadena alimentaria está desequilibrada, hace falta concentración y se necesita una dimensión empresarial mínima». El director de la Federació apunta así en la dirección de «reducir costes». Él, y también Villaescusa, señalan que, además, las cooperativas en activo necesitan «diversificar sus productos y variedades» para «alargar la campaña» y que no comprenda solo la clemenules, con el fin de tener más actividad durante más meses.

Al final, lo que se busca es «trabajar para que la renta de los productores aumente», señala Villaescusa. Y es que sin ellos no hay cooperativas. Y, para ello, «hacen falta reformas estructurales, en las cooperativas y en las parcelas» de producción, indica Segarra.

Una vía podría ser el anteproyecto de ley de estructuras agrarias que ultima la Conselleria, según afirma el director de la Federació. Y es que esto pretende «impulsar el cultivo en común», incluso a través de las tierras en proceso de abandono, de las que se podrían hacer cargo estas entidades, asegura.

Lo evidente es que las cooperativas citrícolas todavía no han acabado su proceso de reestructuración. En cambio, a las oleícolas y de almendra, que existen en muchos pueblos de la provincia, Segarra no le ve «peligro de desaparición, a no ser por la despoblación del mundo rural».

en auge // En la vertiente contraria a las agrarias se encuentran las cooperativas de trabajo asociado, en ascenso en los últimos años. Tanto es así que ocho de las nueve empresas asociativas que se crearon en la provincia en el ejercicio pasado son de este tipo. Abarcan «cualquier entidad productiva», señala el presidente de Concoval. Además, la ley ha rebajado el mínimo de socios a dos, «con la condición de que en cinco años sean tres», con lo que son ideales para emprender.

Así lo han entendido varias administraciones, destaca Villaescusa, como el Ayuntamiento de Castellón, que ha creado un vivero de cooperativas, recuerda.