En casa de los Agramut Ferrer hoy se comerá paella, en la mesa se hablará valenciano y a media tarde se escuchará la expresión xeic, mone cap a casa que es fa tard i demà hi ha que treballar. Vicent y María, los patriarcas, nacieron en la ciudad de Castellón. Aquí se casaron y aquí nacieron sus hijos y sus nietos. Son un ejemplo de una familia cien por cien de soca, un tipo de hogar que, aunque sigue siendo el mayoritario, cada vez es menos común. Y lo es porque casi cuatro de cada diez habitantes de la provincia han nacido fuera. Puede que en cifras absolutas impresione todavía más: 213.342 sobre una población total de 576.876 habitantes vinieron al mundo en otra provincia española o en otro país. ¿Conclusión? Castellón es un puzzle de ciudadanos, una torre de babel donde conviven ciudadanos de todas las regiones del país y prácticamente de todas las nacionalidades del mundo. Y eso que en los últimos años la inmigración se ha frenado en seco.

Los últimos datos del padrón continuo que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE) ofrecen un completo chequeo de una provincia que demográficamente lleva algunos años enferma, no por la procedencia de sus vecinos, sino porque retrata una sociedad con cada vez más mayores de 65 años y menos menores de 18, donde cada vez es más común que la gente viva sola en casa y donde la mayoría de los municipios del interior pierde población a toda velocidad.

De los casi 577.000 habitantes con los que cuenta Castellón, algo más de 125.594 nacieron en otra provincia española. Y de entre todos destaca la colonia andaluza, la más numerosa con 25.373 vecinos. Jaén, Córdoba y Cádiz son las principales provincias emisoras en un proceso que tuvo su época álgida a finales de los años cincuenta del siglo pasado, cuando miles de familias andaluzas emigraron a Castellón en busca de una oportunidad.

UN PROCESO DE LOS AÑOS 50

Carmen Marín Soto es una de las 2.887 personas nacidas en Sevilla que vive en Castellón. Llegó con tres años, a finales de los años cincuenta del siglo pasado, y vino con sus padres. «Eran los años del boom de la naranja y mi padre se puso a trabajar aquí como camionero», recuerda la que es también miembro de la Junta Directiva del Centro Cultural Andaluz de Castellón. Como la mayoría de los andaluces que viven en al provincia, Carmen se siente cien por cien castellonera pero no olvida sus raíces. «Todo lo que tiene que ver con Andalucía me llama. Son mis orígenes», cuenta.

En Castellón viven más de 25.000 andaluces y la segunda colonia en importancia es la catalana. Nada menos que hay 10.855 barceloneses y más de 6.300 tarraconenses, además de otras 1.300 personas que nacieron en Girona y Lleida. Jaume Vericat es uno de los 18.540 catalanes que reside en la provincia. Vive en Vinaròs desde hace 25 años, cuando en la Universidad Autónoma conoció a la que unos años después se convertiría en su mujer. «En Manresa siguen mis padres y mis hermanos, pero como estamos cerca nos vemos con muchísima frecuencia», explica.

Desde Vinaròs a Almenara conviven más de 125.000 personas que nacieron en otras provincias del país, pero el dato que mejor explica la complejidad social y cultural de la provincia es de los empadronados extranjeros. Porque 87.748 vecinos de la provincia (el 15,2% del total) nacieron a cientos de kilómetros de aquí, un cifra que pese al frenazo de los últimos años dobla la que había hace tan solo cuatro décadas.

La comunidad extrajera más numerosa de Castellón es la rumana. Es así desde hace años. Ya no sorprende. A Rumanía le sigue, aunque a mucha distancia, Marruecos y Colombia. H