Daniel Rius y su esposa, Vanesa Blanco, nacieron en Vila-real. También lo hizo su hija Leire, que lleva ya más años viviendo en Canadá de los que pasó en su localidad natal. Esta familia vila-realense se mudó al país norteamericano hace un lustro por motivos laborales y no tienen intención de volver por mucho frío que pasen, que lo pasan, y mucho que añoren a su familia, que la añoran. “Dentro de poco conseguiremos los tres la nacionalidad canadiense”, admite este topógrafo de profesión.

Vinculado con el sector de la construcción, Daniel no encontraba trabajo en la provincia durante la crisis y tras pasar de nuevo por la universidad recibió una oferta de Canadá, concretamente de Edmonton, capital del estado de Alberta. La región es rica en pozos petrolíferos y allá que se fue, solo en primer lugar, y acompañado por su mujer y su hija después. “Para venir tienes que hacerlo con trabajo y visado, si no es imposible. Mi mujer además está trabajando desde hace dos años y medio en una escuela y nos hemos adaptado rápido, sobre todo mi hija, que en dos o tres meses ya se defendía muy bien en inglés. Ojalá nos hubiera costado tan poco a nosotros”, recuerda el vila-realense.

Daniel afirma que la principal riqueza de la ciudad y la región en la que residen “es el petróleo. Cuando llegué estaba en valores de 120 dólares el barril y había muchísimos proyectos en marcha en Alberta, lo que hacía que viniera gente sobre todo de toda Canadá y Estados Unidos. También había unos 20 españoles, incluido un chico de Castellón, que se volvió el primer año por motivos familiares”. Añade el provincial que una de las claves para ellos ha sido “no ser excesivamente ambiciosos desde el principio. Poco a poco vamos consiguiendo cosas, pero no todo es fácil desde el principio”.

Más allá de las gélidas temperaturas, que merecen un apartado especial, lo que más le está costando es la distancia con sus seres queridos: “A todo te adaptas, pero estamos a unos 8.000 kilómetros de distancia, que son muchos. Después también me ha llamado la atención que en Canadá la gente está muy centrada en trabajar y en comprar cosas. Mucha gente trabaja a 400 kilómetros de su residencia habitual y solo va a casa los fines de semana”.

“Estamos unos ocho meses a -10º”

En cuanto al frío, “aquí hace mucho frío. No todo el mundo se acostumbra a temperaturas de -40º, a las que llegamos ocho o diez días al año. Cuando el termómetro baja tanto hay que cuidarse porque es peligroso para el cuerpo, vas en coche a todas partes, muy abrigado y siempre en interior”. Tampoco se piensen que fuera de estas temperaturas extremas hace mucho más calor en invierno: “Las temperaturas de -20º, que pueden durar unos tres meses, ya las manejamos bastante bien. Después, el invierno dura unos ocho meses, en los que la temperatura media ronda los -10º, la semana pasada, aún en mayo, estaba nevando”.

En los gélidos inviernos, Daniel Rius descubre las actividades preferidas por los edmontonianos: “Hacen mucha vida en el interior. Hay un centro comercial que dicen que es uno de los más grandes de Norteamérica, que tiene desde un parque acuático a una montaña rusa”. Sin embargo, esta familia de Vila-real es más de disfrutar al aire libre: “Nos gusta mucho pasear por zonas naturales. Aunque estés a -10º, te abrigas mucho, te calzas unas raquetas de nieve, y puedes hacer vida. La naturaleza aquí es impresionante, puedes ver coyotes, ciervos, castores…”

De hecho, al margen de poder disfrutar esporádicamente de auroras boreales, como se puede apreciar en la imagen inferior, a la hora de recomendar diferentes lugares del estado de Alberta, el vila-realense se queda con parajes naturales como el Saskatchewan River Valley. A nivel arquitectónico, Edmonton destaca por un puente en el que por cierto Daniel trabajó a su llegada: “Se ha convertido en el sitio emblemático de la ciudad”.

A nivel gastronómico, el protagonista de esta historia no oculta que “en Canadá, y en Edmonton en especial, se come muy diferente. La gente es muy carnívora, aunque con los años va cambiando”. Preguntado por el plato típico de su ciudad destaca “la carne ahumada de animales como búfalo, vaca o alce”. Daniel no es muy aficionado a este tipo de embutidos -“prefiero el jamón serrano”-, y siempre que puede degusta una paella en casa con las limitaciones del lugar: “No encuentro ingredientes como el garrofón o la alcachofa”. Los motivos de esta filosofía en la mesa son varios: “En primer lugar, la carne aquí es muy buena, al nivel de la mejor de España o la Patagonia, por ejemplo. Y después, debido al clima se cultiva poco, por lo que la fruta y la verdura hay que traerla de muy lejos y los precios son más elevados”.

A nivel de salarios, Daniel admite que “tanto la vida como los sueldos son más altos”, y no tiene idea de regresar a su querida Vila-real a corto plazo: “La ciudad me encanta y estamos muy a gusto viviendo aquí, aunque ligado al trabajo”. Añade el topógrafo que no se ha arrepentido “nunca” de aceptar una oferta laboral tan lejana, pero incide en los pros y los contras de esta decisión: “Me gustaría estar más cerca de mi familia, pero prefiero no pensar lo que hubiera pasado si hubiera seguido allí. Aquí a los inmigrantes nos tratan bien, tienes que trabajar mucho, pero tienes oportunidades y me he sentido muy bien tratado por la gente de aquí, aunque en mi entorno hay más cubanos, colombianos y españoles que canadienses, que son más tímidos y tienen otros gustos”.

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