Su nombre no le hace justicia o, mejor dicho, se la hace solo a medias. El Desert de les Palmes es todo menos un páramo. Es un paraje repleto de vegetación, un anfiteatro abierto al mar desde cuyos picos más altos, y si el tiempo acompaña, pueden contemplarse desde la reserva marina de les Illes Columbretes hasta el alicantino pico del Montgó. Se llama Desert porque los padres carmelitas, que se instalaron en el valle en 1697, se referían así a un lugar pensado para el retiro, la oración en silencio y la soledad. Y se apellida Palmes porque en este valle rodeado de montañas abundaban, y lo siguen haciendo, los palmitos o margallons (Chamaerops humilis), que antiguamente se usaban para fabricar escobas.

El valle al que muchos consideran el pulmón verde de la Plana está de aniversario. Nada menos que se acaban de cumplir 30 años desde que la Generalitat lo declarara Parque Natural, el octavo de la Comunitat. Ese año también conseguiría la misma catalogación el Prat Cabanes-Torreblanca, mientras que les Columbretes lo había logrado unos meses antes, a principios de 1988. «Se trata de un espacio único, un pulmón verde a escasos kilómetros de municipios como Castelló o Benicàssim y, sin duda, es una de las joyas de la provincia», apunta Gloria Romero, bióloga y directora-conservadora Desert de les Palmes y también de les Illes Columbretes.

Con una superficie de 3.200 hectáreas, el Desert de les Palmes ocupa parte de cinco términos municipales: Cabanes (1.390 hectáreas dentro del paraje), Benicàssim (1.253), la Pobla Tornesa (335), Borriol (89) y Castelló (19). Un enclave en el que abundan los palmitos, pero también madroños o enebros, así como diversos tipos de matorral. El botánico valenciano Jose Antonio Cavanilles calificó el Desert como «un sitio agradable por la multitud de vegetales que sostiene y por la variedad de objetos que descubren». Y de la flora a la fauna: sapos, ranas, lagartijas, más de 120 especies de aves, ginetas, comadrejas, ardillas, erizos... y cada vez más jabalíes.

El interés por conocer el medio natural hace que cada vez sea elegido por un número mayor de visitantes. El año pasado lo escogieron 16.001 personas, según datos de la última memoria de gestión. «El principal lugar de recepción de estas visitas es el centro de información la Bartola desde donde se ofrece al visitante la información útil y variada sobre cuáles son las principales características del espacio, rutas que se pueden realizar o las actividades que se organizan desde el parque», describe Romero.

Unas tierras con historia

El Desert de les Palmes cumple 30 años como parque natural, pero su historia comienza mucho antes, con la llegada de los padres carmelitas en el siglo XVII. Eligieron Benicàssim para construir un convento dedicado a la vida contemplativa. El edificiO acabó de construirse en 1706, pero 74 años después unas lluvias torrenciales lo dejaron en un estado ruinoso y los carmelitas optaron por edificar otro, donde actualmente residen los monjes. Y dos curiosidades más: la primera es que uno de los fundadores y personajes más emblemáticos del Desert fue fray Bartolomé, al que le gustaba subir al monte de San Miguel (729 metros de altura), un cima a la que actualmente todo el mundo conoce con el nombre de Bartolo. La segunda de las curiosidades se bebe. El licor carmelitano nació a principios del siglo XX en el Convento Carmelita, producto de la gran cantidad de hierbas aromáticas con las que contaba el Desert.

Además de una gran variedad de especies de flora y fauna, el Desert cuenta con una serie de ruinas y construcciones como el castillo de Miravet, el castillo de Montornés o el Castell Vell. «El castillo de Montornés y 178 hectáreas de su entorno pasarán ahora a ser de titularidad pública», recuerda la directora del Desert, una compra que fue anunciada a finales del pasado octubre por el presidente del Consell. También se han rehabilitado el castillo de Miravet y la ermita de les Santes, además del Castell Vell.

El fuego, el enemigo

Uno de los enemigos a los que enfrenta el Desert es al peligro de incendios. «Es uno de nuestros objetivos y para ello tenemos un plan de vigilancia forestal, con puestos fijos y móviles», describe Gloria Romero.Porque el Desert de les Palmes sabe muy bien lo que es fuego. En octubre de 1982, una imprudencia provocó un incendio que pronto llegó al corazón del paraje, obligando a evacuar las urbanizaciones del Refugio y la Bartola así como el monasterio. En agosto del 1985 otro fuego arrasó el paraje y quemó 2.220 hectáreas. El último gran fuego se produjo en diciembre de 1992.