Esta casa lleva más de diez años deshabitada, desde que murieron sus propietarios. Ahora la vivienda es de los hijos y no saben qué salida darle; esta otra tiene colgado el cartel de Se vende y, aunque ha habido interesados, ahí sigue; en aquella como no hagan algo rápido un día de estos se cae y tenemos un disgusto». Estas frases se pueden escuchar de boca de cualquier vecino de la mayoría de pueblos del interior de Castellón. Y la descripción que hacen de cómo están de vacías y solitarias la mayoría de las calles de sus municipios no es una exageración. Al contrario. Cerca del 70% de las casas de las localidades de la provincia de menos de 1.000 habitantes están vacías. No vive nadie o, si lo hace, solo habitan en fechas puntuales, como algunos fines de semana o durante los meses de julio y agosto. El resto del año están cerradas.

Que la despoblación ha dejado en Castellón miles y miles de viviendas sin habitar es algo que confirman también los últimos datos que maneja el Instituto Nacional de Estadística (INE). De las 37.035 viviendas con las que cuentan los municipios de Castellón de menos de 1.000 habitantes solo el 32% son viviendas principales, es decir, están habitadas durante todo el año. En la mayoría (el 68% restante) no vive nadie. Es el panorama al que se enfrentan una parte importante de los pueblos más pequeños. Unos datos bastan para entenderlo: en Albocàsser, el INE contabiliza 1.093 viviendas familiares, pero solo 530 son viviendas principales. En Bejís la proporción es 893 casas familiares frente a 191 principales, mientras que en Torás se contabilizan 644 viviendas pero solo 115 son principales. Son solo tres ejemplos. En la inmensa mayoría de los municipios de Castellón la situación es un calco.

Una gran cantidad de esas viviendas llevan años y años sin ocupar y muchas están a la venta. Es otra de las consecuencias de la despoblación que en Castellón ha dejado todo un reguero de casas vacías que ahora se venden a precios de saldo. «La oferta de casas que buscan comprador es altísima, aunque afortunadamente en el último año las transacciones se han animado», explica María Isabel Capafons, responsable de la Inmobiliaria Traiguera, que tiene en cartera unas 60 casas en municipios como Canet lo Roig, Xert, Cervera del Maestrat, La Salzadella, Sant Jordi, Cálig, Sant Mateu o Traiguera.

MASÍAS PARA LOS EXTRANJEROS //Haga una prueba. Entre en portales como Idealista o Fotocasa y busque una vivienda de pueblo a la venta en los municipios del interior de Castellón. Le saldrán más de un millar de referencias y a precios que oscilan entre los 12.000 y los 60.000 euros. «Hay viviendas a precios muy bajos, incluso desde los 10.000 euros, aunque hay que reformarlas», apunta Juan José García, responsable de la inmobiliaria Rural Houses, con sede en Albocàsser y que además de la venta está especializada en la reforma de viviendas en el interior. «El mercado se mueve y lo hace, sobre todo, en el segmento de las masías. Hay interés por parte de clientes internacionales de adquirir este tipo de inmuebles para restaurarlas y convertirlas en su segunda residencia», describe al tiempo que critica que todavía hay administraciones «que ponen dificultades». «Los ayuntamientos deberían dar más facilidades porque de lo que se trata es de que vengan personas dispuestas a invertir en los pueblos», sentencia.

La oferta es abultada, la demanda empieza a salir del letargo, pero quienes hacen de intermediarios entre vendedores y compradores insisten en que el precio es determinante. «El grueso de las casas que se venden lo hacen por menos de 50.000 euros. Más allá de esta cifra es mucho más difícil», explica María Isabel Capafons, de la Inmobiliaria Traiguera. «Generalmente son casas para reformar, aunque también hay otras que están en buenas condiciones y necesitan menos obra», añade.

Y, ¿quién compra una vivienda en el interior de Castellón? En el Baix Maestrat el grueso de los clientes son familias de Cataluña que buscan una segunda residencia. Más al sur, en el Alto Palancia o Alto Mijares, abundan los clientes de Valencia. Y crece también la demanda por parte de extranjeros, sobre todo, franceses.