Las expectativas de una victoria por la mínima, y no para un partido en solitario, sino para el bloque de las derechas o el de las izquierdas, liderados por PP y PSPV; no es privativo de los gobiernos autonómico, estatal o de buena parte de los principales ayuntamientos de la provincia, sino que afectará igualmente al que es --al menos hasta el domingo-- el último bastión del PP en el territorio, la Diputación de Castellón.

No solo se trata de que nadie cuenta con que los populares puedan reeditar la mayoría absoluta que, aunque ajustada, lograron en el 2015 con Javier Moliner al frente -quien se retira de la vida política a partir del 26-M-, sino que se estima que serán entre uno y dos diputados, como mucho, los que marquen la diferencia y definan el color del nuevo ejecutivo provincial, que se constituirá entre el 22 y el 26 de junio, una vez que el 15 se pongan en marcha los ayuntamientos.

Reglas propias en juego

La pelea está, por lo tanto, servida, con el eje en algunos de los partidos judiciales en los que hay un solo escaño en juego. Dado que la elección es indirecta, los partidos con más votos en cada uno de ellos se adjudica el escaño --o escaños, aplicando la ley d’Hont y los concejales deciden los nombres-- y el tablero está dividido en nueve zonas establecidas solo a los efectos de este proceso, es crucial el número de candidaturas que cada partido presenta. El PP es el que cuenta con una estructura más amplia y tiene papeletas en todas las poblaciones castellonenses, en una cita electoral en la que el PSPV le sigue más de cerca que nunca, con presencia en 129.

El esfuerzo hecho por Ciudadanos, con 42 listas, puede restar votos al PP, al igual que Vox, aunque en este caso, la competencia con el resto del bloque de la derecha se limita a siete poblaciones. En la izquierda, Compromís ha dado un empujón importante en cuanto a su participación en el territorio provincial, con 42 candidaturas en otros tantos municipios, mientras que Podem, que no se presentó en el 2015 con marca propia, lo hace en una decena de poblaciones en un contexto en el que un solo voto de diferencia puede decidir un escaño y el resultado final.

La situación parte de que, de los 27 diputados que forman el pleno provincial, 14 (cifra que marca la mayoría absoluta), corresponden al PP, y proceden de Castelló (cuatro), Vinaròs (dos), Nules (tres) y los de Albocàsser, Sant Mateu, Viver, Llucena y Segorbe; los socialistas tienen ocho, cuatro de Castelló, dos de Nules, uno de Vinaròs y el de Morella; Compromís y Ciudadanos dos cada uno; y Castelló en Moviment (CSeM) uno, todos ellos del partido judicial de la capital. Y así, el nuevo panorama de mayor fragmentación hace que nada esté seguro. Estas circunscripciones menores del interior dibujan, un complejo e inestable tablero con múltiples factores que contarán casi en cada municipio. Las piezas en juego son 13 escaños en Castelló, cinco en Nules, tres en Vinaròs, y Albocàsser, Lucena, Morella, Sant Mateu, Segorbe, y Viver se reparten uno cada uno.

Los puntos más reñidos

A la hora de hacer previsiones, los resultados del 28-A apenas dan más pista que la constatación de que el ciudadano elige distintas opciones en función de la institución, por lo que la proyección de voto apenas marcaría una tendencia no tan fiable. Así las cosas, sí se entiende, a tenor de las estimaciones de distintas fuentes de los partidos, que en Castelló podría mantenerse el actual statu quo, mientras que en Nules, tras un reparto de dos diputados para PSPV y dos para el PP, estaría en juego el quinto, que perdería este último partido y sería para Compromís. En Vinaròs, los populares también cederían terreno -los socialistas se haría con dos puestos-- y podrían quedarse con un escaño, mientras que obtendrían los de Viver y Albocàsser. Morella, como ha sido norma en las últimas elecciones, sería para el PSPV. Todo indica, sin que haya nada seguro, que el triunfo se dirimirá en puntos como Sant Mateu, Segorbe y Llucena.